lunes, junio 11, 2007

Una vaca interplanetaria


Este fin de semana ha sido algo interplanetario. Con mi botella de oxígeno he viajado de Planeta en Planeta visitando a amigos y gente que me gusta encontrar. No hay nada mejor que el buen rollo con el mundo.
Mi primera parada fue el viernes. Si la Fiesta de El Mundo fue divertida e ingeniosa, la de Planeta fue tierna y amistosa. Allí nos fuimos las tres mosqueteras con Pez Charly a la terraza de un edificio que me trasladó a las fiestas de mi querido periodo italiano. Nada más llegar me llevé la sorpresa del reencuentro con mi querido amigo Pez Pote con el que recordé los principios de su editorial (una de las más interesantes del panorama nacional). Nos reímos mucho con él. Sigue teniendo el mismo ingenio y sentido del humor de siempre. También volví a coincidir con algunos invitados de la otra fiesta: Pez Woody, Pez Mauri, Pez Uli, Pez Urru. Desde la terraza se veía la noche madrileña sobre el Paseo de Recoletos. Yo era feliz saludando a amigos y conversando frivolidades, viendo cómo Pez Ale disfrutaba de todo y Pececilla y yo nos mirábamos con complicidad. Calamar, que siempre va con un tintero en el bosillo para escribirlo todo, me alegró con su entusiamo por la nueva publicación de mi nuevo poemario La prisión delicada en Calambur. No puedo más de impaciencia. Esta semana quizás me hagan una ecografía de la portada. Es maravillloso ver cómo mis amigos literatos y no literatos me están dando todo su cariño y apoyo con mi segundo libro. Pero en fin, a lo que iba.
El sábado también cogí mi submarino y me fui a la fiesta de cumpleaños de mi amigo Pez Lomás. Como siempre, disfruté de la gracia con la voz y la música de todos los amigos. Hubo un momento tan simbiótico cantando que hubo una pareja que aplaudió desde abajo y Pez Lomás les invitó a subir. La pareja se integró como si fueran amigos de toda la vida. En su casa cabe todo el mundo, como en la mía. No se hacen guetos.
El domingo, a otro planeta con mis queridas amigas poetas. Cinco poetas y Pez Pura, que nos arropa siempre con su cariño, comiendo y hablando de la imaginación. Faltaba Pez Mestre con el acordeón para ponernos música. Otro día.
Y después, corriendo a casa de los padres de Pez Fugu, a ver a la pequeña Pez Dafne y Pez Mica. El resto de la tarde lo pasé en familia, jugando con Pez Mica a pintar hormigas y haciéndole aprenderse mi nombre. Hubo un momento que casi me convierto en buscadora de oro, limpiando los cantos rodados de un caminito en el jardín. Era una imagen tan tierna ver a Pez Albita y Pez Rosmarina (mamá y Abuela) sentaditas en el escalón concentradas en limpiar las piedras de hojas, con una serenidad Zen. Lo intenté, pero mi impaciencia y las hormigas hicieron que me fuera a jugar con Pez Mica, que me divierte mucho con su gracia. Mientras, Pez Fugu se balanceaba explicándome las particularidades de la escritura coreana. Pez Fugu es genial, me encanta conversar con él.
Y esta mañana me la he tomado con calma porque me espera una semana muy social. Esta tarde empiezo con Pez Fiori, que ofrece una lectura sobre José Hernández en La Biblioteca Nacional a las 19.00 y no me la pienso perder.
Y ahora, con la sonrisa que se me pone cuando cuento estas cosas, me voy, que tengo que enharinar unos gallos.