viernes, noviembre 25, 2005

La vaca que sueña

Pues tiene razón la Choupa cuando me pide que rescate a la vaca que ríe. Pero es lo que tiene ser una vaca que menstrua en los prados hormonales de la hipersensibilidad. Y pensar que os toca acompañarme al fondo del mar una vez al mes (porque el mar también tiene su fondo) y que no habrá escombros madrileños que lo impidan, por muy "gallardo" que se ponga el océano. Sin embargo, aunque parezca que estoy celebrando la llegada de la primavera (puedo celebrarla en Buenos Aires si me apetece) en realidad estoy celebrando la resaca de anoche. No es que me haya lanzado a los placeres etílicos. Me ocurre que anoche me emborraché escuchando a Paco Brines y hoy no sé si se me apareció en la vigilia o en realidad es cierto que nos llevó a Musa Marina y a mí en un side-horse (que es como un side-car pero en caballo) por la playa de Oliva y después me fui a cenar con él y con Pez Basi y Pez Maxi (que no os suene a Pixi y Dixi ni a Zipi y Zape ni a Pili y Mili) Y allí ocurrió la metamorfosis del entorno. Porque Paco es algo parecido a un gran mago. De pronto el camarero que nos atiende cada jueves después de los recitales se convirtió en Dionisio (compinchado con Pez Basi) y no dejaba de llenarme la copa con Riberita y la vaca-poeta no paraba de beber y beber (léase como el llorar y llorar de los mariachis) hasta que, cataplás, sucedió el milagro del vino y comencé a chispear como una bengala navideña de tres metros y medio de ancho (porque estaba yo más ancha que larga) y ya no paré hasta la madrugada. Fue una noche de álbum de fotos, una noche de refugio en la montaña en un campamento mixto en el que se suceden historias de ouijas y misterios sin resolver (nos faltaba Chicho Ibáñez en la tertulia) Lo que puede cambiar un día con un chasquido de dedos, como el anuncio del vino en el que el cliente pregunta al camarero si puede mejorar el vino que le ofrece y el camarero chasquea los dedos y allí está el nuevo decorado, el improvement del vino. Y así hizo Paco, chasqueó los dedos de su poesía y allí estaba el paraíso en un abrir y cerrar de ojos. Por esto, Choupa, hoy canto y bailo y también porque hoy he pasado mi resaca con Pez Nemo en Ikea, como un matrimonio que no sabe qué hacer un sábado cualquiera, visitando cocinas que no vamos a comprar, probando sillones de pana, adivinando para qué sirven todos los utensilios de cocina expuestos, comiendo el menú sueco y visitando la zona infantil mientras soñamos con si algún día seremos los padres de alguien que quiere pasar el sábado jugando a ser un sueño cumplido y preguntándonos si la Watling y Caballito de mar estarán de acuerdo en pasar muchos sábados jugando a ser los padres de una niña que un día dejó de ser imaginaria.