miércoles, agosto 09, 2006

Mis mosqueteras

Pez Ale se fue ayer y Pececilla y la vaca que escribe estamos tristes. Carolina del Norte se la ha llevado por un año y a nosotras nos parece un siglo. Nuestra despedida ha durado casi un mes. Es curioso cómo da de sí un mes y sin embargo, que escaso parece cuando queda tanto por hacer y decir. En este mes, mi vida la han ocupado mis mosqueteras. Nos quedó por montar el campamento de pijamas en mi piscina y la guerra de almohadas. Afortunadamente, Pececilla nos llevó a León y montamos allí nuestro acampada. Bueno, en realidad nos llevó Pez Lanza, que tiene una paciencia inestimable y soportó hacer de chófer de tres amigas que en un ataque infantil de flash back no pararon de cantar durante el viaje canciones de Kiss FM, después nos invitó a cenar en Las Cuevas del Túnel en Valdevimbre y aguantó las casi 24 horas que llevaba sin dormir después de haber recorrido el mundo (Madrid - Beijing - Sidney - Madrid - León). Finalmente su pesadilla acabó al llegar a su casa leonina, que pronto se convirtió en una leonera. Tuvo suerte de poder ir a dormir a un hotel y dejarnos solas.
Al día siguiente las tres mosqueteras hicimos de las nuestras en el cuarto de baño. Qué contentas se habrían puesto las firmas de cosméticos al ver el despliegue de productos que inundaban la casa. Y todo para pasear con Gamoneda, que nos llevó de vinitos por el barrio Húmedo. Gamoneda nos enterneció tanto que se nos caía la baba escuchándole. Sobre todo a Pez Ale, que es tan entusiasta de todo lo que admira. Después acabamos en una siesta que duró hasta la noche donde hubo más vinitos por el barrio Húmedo. Allí pudimos encontrarnos con los capitanes de los buques marinos de todo el mundo y con el gran Timonel. Pasamos unos días fantásticos, riéndonos de todo y de nada, con esa complicidad que da el buen entendimiento y la empatía. Y para empatía la de la vaca que escribe con algunos capitanes: Pez Colmo me mataba de risa desde el primer momento. Tiene una gracia "que no se pué aguantar". Se le nota que es actor y tiene club de fans a las que le envía su foto dedicada
(me debe una, por cierto). Pez Tokyo fue un hallazgo no sólo porque coincidíamos en nuestra adicción a las series de tv, sino porque fue mi extintor non-smoking woman. Me ha mentalizado y voy poco a poco gracias a él. Pez Solera y Pez Longo hicieron un dúo casi matrimonial, ácido y mordaz, que fue la alegría de las sobremesas. A Pez Capiroska lo vi muy poco, pero me hizo mucha ilusión el reencuentro. En fin, que dejo el acuario leonino porque eso es otro capítulo aparte y yo quería hablar de mis mosqueteras para que Pez Ale lo lea desde Los Apalaches y se le caigan unas lagrimillas.
Y ya, con todos los regalos puestos por todas las partes de mi casa y con unos cuantos litros de pacharán más, me preparo para el romance epistolar entre las tres mosqueteras. Menos mal que aún puedo disfrutar de mi Pececilla y de ese amor locuaz de brillo cristalino que se nos pone en los ojos cuando ya casi es madrugada y no queremos irnos a dormir porque se está tan agusto een la terraza de su casa, con las velas que compró Pez Lanza. Y sé que habrá muchas noches como ésa y Pez Ale estará de alguna manera con nosotras porque somos una para todas y todas para una en un juramento hecho con las aletillas sobre la tierra y el cielo.