lunes, agosto 21, 2006

El mundo es un pueblo


El mundo es un pueblo repleto de jubilados ociosos o de viejas cansadas de sus labores. Vaya donde vaya me encuentro con los mismos patrones sociales. ¿Será algo intrínseco al ser humano? Hasta ahora el ser humano es el que se distingue de otros seres vivos por ser racional. Yo he llegado a la conclusión de que hay algo más. El ser humano se distingue de los demás seres vivos por meterse donde no le llaman. ¿Alguien ha visto, aunque sea en un documental de la 2, a algún animal que vaya a fastidiar a otro animal sin otro motivo que causar fastidio gratuitamente? No me vale la mosca cojonera, que es lo más parecido a ciertas personas. En fin, que todo esto viene a que mi amiga la choupa escribe en un blog que activa mi capacidad de raciocinio y últimamente lo estoy utilizando de input. La choupa habla de su pueblo, que es el pueblo más próximo al mío en mi región de Dejavivir y nos habla del concepto Pudor:
"En mi país pudor es la sensación que tienes ante la vergüenza de meterse en vidas ajenas, ante la falta de dignidad, al observar a un hijo puta planeando la próxima, o al ver la foto de un muerto con la orina en el pantalón. Aquí raramente, pudor tiene significados que no comprendo. Los entiendo pero no los comprendo"
Y es que no hay pudor de ése del que habla mi amiga la Choupa. El ser humano se avergüenza de ver o enseñar una teta y a eso lo llama pudor y sin embargo, violar el derecho a la libertad de pensamiento y comportamiento no es falta de pudor. Y es que a veces me siento tan violada. Nadie toca un cuerpo sin consentimiento porque es una falta de respeto moral y puede estar penado incluso con cárcel y sin embargo, se permite manosear el pensamiento ajeno, violar el derecho que como individuos tenemos de comportarnos individualmente, lejos de patrones socialmente sectarios y comunales. Si el individuo es individuo, ¿no debería comportarse individualmente, con independencia a un movimiento gregario?Si somos individuos somos individuales en cuerpo y alma. ¿Para qué nos llaman individuos? ¿Sólo porque somos alienables físicamente de la masa humana? Por lo que a mí respecta, prefiero ser inalienable físicamente y alienable mental y espiritualmente. Me gusta vivir en comunidad, pero que ni a mi oreja le pongan un microchip ni a mis nalgas una marca comunitaria con un hierro incandescente.

jueves, agosto 17, 2006

La construcción de Dulcinea


Mi amiga la choupa dice en su blog que tiene una buena amiga enamorada del amor. En un principio quise dejarle un comentario, pero al final casi me sale un pseudo ensayo enmarañado e incoherente. Y es que en cuestiones de amor no hay nada que me haga seguir un razonamiento lineal. Los pensamientos se me amontonan a modo de brainstorming y al final no sé ni lo que he dicho es lo que quería decir.
Y puestos a ese brainstorming se me ocurre echarle la culpa a Don Alonso Quijano, precursor, en mi opinión de la novela romántica. El amor o la construcción de Dulcinea. ¿Quién no ha fabricado en alguna ocasión en su vida a una Dulcinea, no a modo del Frankenstein de Shelley, sino a aquella divinidad que parecía recién salida de un barrio mitológico? Quizás me quede yo sola en estos divagueos, no sé. Pero a veces me ocurre que creo ser partícipe de un acontecimiento generacional cuando puede ser que esté completamente sola en la vivencia. Esto me recuerda a cuando era adolescente o casi (siempre fui una niña algo adelantadilla). Recuerdo la primera vez que me "enamorisqueé". Y lo recuerdo a él con 16 años y yo 14. En ese momento aquél chico cantante de un grupo de rumba, con pantalones vaqueros blancos ceñidos, camiseta sin mangas, y pelo a lo "chunguito" era lo más parecido al hombre de mi vida. Lo encontré con 14 años y desde entonces parece que no pasan los años para el embobamiento; sigo encontrándole, no a él, sino a X (incógnita aún sin despejar). El caso es que me pasé dos años enteros esperando una carta suya que no llegó nunca (cual Penélope). Y se hizo verano y volví a la playa y él también. Dos años habían pasado y mi amor por él seguía intacto. Ojalá no me lo hubiera encontrado aquella mañana por la plaza. Ojalá no me hubiera asesinado de un manotazo hernandiano aquel amor de mi pre adolescencia, porque nada más verle se murió como si se hubiera tratado del hechizo de Orfeo y Eurídice. Se murió o se convirtió en aquel muchacho macarra de suburbio cordobés que se volvió loco cuando vio a la princesita vestida de Lacoste. En Shreck pudo resultar que la princesita quisiera transformarse en monstruo para estar con su enamorado. Pero en mi fábula no.
En fin, que la amiga de la Choupa se encuentra algo perdida. Sin referentes la anáfora no tiene sentido, como me imagino que no tiene sentido nada que tenga referentes porque si de algo se puede calificar al amor es de irreferencial. Todos nos vamos fabricando un modelo al que amar y esto da lugar a innumerables psicopatologías debidas a la elección de ese modelo o referente. La amiga de la choupa se hace un lío con los referentes. No tiene muy claro cuál es el que busca. A ella le vale cualquiera porque está enamorada del amor y no importan sus referencias. Ella quiere amar y si no lo encuentra cerca, se lo busca lejos.
El inconveniente de estar enamorada del amor y encontrar a un amor cercano es que tarde o temprano se va a descubrir que no es lo que parecía ser o no es lo que ella imaginó que sería. La ventaja de estar enamorada de alguien físicamente lejano es que no hay forma posible de darle una oportunidad de desenmascaramiento. Y esto me hace recordar a mi grande amore italiano. Durante 6 años amé incondicional y exclusivamente a mi primer amor "verdadero". Y ahora que han pasado tantos años me pregunto si en verdad lo amé a él o a la imagen que tenía de él. Es muy posible que se trate del sengundo término. Afortunadamente no lo he vuelto a ver y no tengo forma de cargarme la imagen idolatrada de príncipe italiano que tengo de él y de aquellos años de enamoramiento pasional de a vida o a muerte.
Y la Choupa concluye:
"Pero de nuevo el método tiene una trampa, el remolino se centra alrededor de la búsqueda de sorpresas y cuando uno dedica su vida a buscar sorpresas, deja de sorprenderte que ocurran"

Y quizás tenga razón y esto me recuerda de nuevo a la mitología. La amiga de la Choupa ha sido condenada, como lo fueron otros mitos clásicos (Tántalo o Sísifo) a la insatisfación perpetua. Algo parecido a lo que le ocurrió a Orfeo con Eurídice. A ella le ocurre que el enamorado se le convierte en estatua de sal en cuanto lo mira. Quizás por eso no quiera mirarle de frente y prefiera quedarse con la imagen que guarda de él en la distancia, sin posibilidad de que una mirada descuidada o de impaciencia lo desaparezca. Al fin y al cabo amar es lo que cuenta.

¿Qué importa que tú vengas del cielo o del infierno,
¡oh Belleza!, ¡monstruo enorme, espantoso, ingenuo!,
si tus ojos, tu sonrisa, tus pies, me abren la puerta
de un Infinito al que adoro y nunca he conocido?

De Satán o de Dios, ¿qué importa? Angel o sirena,
¿qué importa, si tú haces -hada de ojos de terciopelo,
ritmo, perfume, fulgor, oh mi única reina-
menos horrible el universo y menos pesados los momentos?

del poema: Himno a la Belleza
Charles Baudelaire



miércoles, agosto 09, 2006

Mis mosqueteras

Pez Ale se fue ayer y Pececilla y la vaca que escribe estamos tristes. Carolina del Norte se la ha llevado por un año y a nosotras nos parece un siglo. Nuestra despedida ha durado casi un mes. Es curioso cómo da de sí un mes y sin embargo, que escaso parece cuando queda tanto por hacer y decir. En este mes, mi vida la han ocupado mis mosqueteras. Nos quedó por montar el campamento de pijamas en mi piscina y la guerra de almohadas. Afortunadamente, Pececilla nos llevó a León y montamos allí nuestro acampada. Bueno, en realidad nos llevó Pez Lanza, que tiene una paciencia inestimable y soportó hacer de chófer de tres amigas que en un ataque infantil de flash back no pararon de cantar durante el viaje canciones de Kiss FM, después nos invitó a cenar en Las Cuevas del Túnel en Valdevimbre y aguantó las casi 24 horas que llevaba sin dormir después de haber recorrido el mundo (Madrid - Beijing - Sidney - Madrid - León). Finalmente su pesadilla acabó al llegar a su casa leonina, que pronto se convirtió en una leonera. Tuvo suerte de poder ir a dormir a un hotel y dejarnos solas.
Al día siguiente las tres mosqueteras hicimos de las nuestras en el cuarto de baño. Qué contentas se habrían puesto las firmas de cosméticos al ver el despliegue de productos que inundaban la casa. Y todo para pasear con Gamoneda, que nos llevó de vinitos por el barrio Húmedo. Gamoneda nos enterneció tanto que se nos caía la baba escuchándole. Sobre todo a Pez Ale, que es tan entusiasta de todo lo que admira. Después acabamos en una siesta que duró hasta la noche donde hubo más vinitos por el barrio Húmedo. Allí pudimos encontrarnos con los capitanes de los buques marinos de todo el mundo y con el gran Timonel. Pasamos unos días fantásticos, riéndonos de todo y de nada, con esa complicidad que da el buen entendimiento y la empatía. Y para empatía la de la vaca que escribe con algunos capitanes: Pez Colmo me mataba de risa desde el primer momento. Tiene una gracia "que no se pué aguantar". Se le nota que es actor y tiene club de fans a las que le envía su foto dedicada
(me debe una, por cierto). Pez Tokyo fue un hallazgo no sólo porque coincidíamos en nuestra adicción a las series de tv, sino porque fue mi extintor non-smoking woman. Me ha mentalizado y voy poco a poco gracias a él. Pez Solera y Pez Longo hicieron un dúo casi matrimonial, ácido y mordaz, que fue la alegría de las sobremesas. A Pez Capiroska lo vi muy poco, pero me hizo mucha ilusión el reencuentro. En fin, que dejo el acuario leonino porque eso es otro capítulo aparte y yo quería hablar de mis mosqueteras para que Pez Ale lo lea desde Los Apalaches y se le caigan unas lagrimillas.
Y ya, con todos los regalos puestos por todas las partes de mi casa y con unos cuantos litros de pacharán más, me preparo para el romance epistolar entre las tres mosqueteras. Menos mal que aún puedo disfrutar de mi Pececilla y de ese amor locuaz de brillo cristalino que se nos pone en los ojos cuando ya casi es madrugada y no queremos irnos a dormir porque se está tan agusto een la terraza de su casa, con las velas que compró Pez Lanza. Y sé que habrá muchas noches como ésa y Pez Ale estará de alguna manera con nosotras porque somos una para todas y todas para una en un juramento hecho con las aletillas sobre la tierra y el cielo.