martes, enero 31, 2006

La vaca viquinga


Decía Kafka que un escritor que no escribe es, de hecho, un monstruo merodeando la locura. Pues yo obedezco a la premonición y escribo lo que sea no vaya a ser que enloquezca. Claro que puede que no me libre aunque escriba, tal y como están las cosas últimamente. También decía Walser a propósito del valor de la vida "No le doy ningún valor a mi vida, sólo a las vidas ajenas, y pese a ello amo la vida, pero la amo porque espero que me dé alguna ocasión para echarla decorosamente por la borda" Pues por la borda parece que me voy a tirar yo si no cambian las cosas y me pongo a escribir seriamente, y no para retrasar mi ya anticipada locura.
Y es que últimamente parezco una novela radiofónica. Sé que todos esperan que cuente cosas, que les narre mi vida como si fuera interesante. Y es que a mí, como a Walser, me gusta vivir contrariando lo que los otros esperan de mí. He llegado a un punto en mi autobiografía ficticia que ya no sé dónde me quedé en mi ser biológico. A veces pienso que vivo para seguir el hilo narrativo de una historia que se me va ocurriendo así, a lo tonto. No sé quién soy, pero sufro cuando me deforman - decía un colega ficticio de Vila-Matas. Pues buena manera se me ha ocurrido a mí para deformarme, convertirme en una vaca.
Y puestos a ser vaca, me pido ser una vaca viquinga, que tienen mucha gracia y dan muy buena leche. Pez sueco me ha contado muchas cosas sobre los viquingos y su sistema educativo. El estado anticipa el dinero a los jóvenes para que estudien una carrera universitaria y después, cuando se licencian lo tienen que ir devolviendo poco a poco, tal y como si se tratara de una hipoteca. Mientras tanto, el sueño de nuestros paisanos es dejar de estudiar para empeñarse hasta los dientes y comprarse un coche superguay y una casa de cuarenta metros cuadrados. ¿Entendéis por qué quiero ser una vaca viquinga? Pez sueco se marchó de casa a los dieciséis años, pez sueco es absolutamente independiente. Pez sueco habla cuatro idiomas y quiere saber más. Pez sueco lee más que yo (que no es difícil) y casi tanto como Pez Nemo, que eso sí que es difícil de superar. Pez sueco es filólogo germánico y geógrafo social y yo qué sé qué más cosas. Pez sueco toca el saxo y le faltan pulmones para reírse. En fin, que Pez sueco está hecho un portento y ahora quiere dedicarse al Floorball o Unihockey (no tiene suficiente con el Squassssssh) porque dice que Suecia es uno de los principales países donde se practica. Pues eso, Pez Sueco, que pareces Ikea con tanta funcionalidad.

miércoles, enero 25, 2006

Una vaca imaginaria


Tengo una especie de conexión intertextual con Vila-Matas. Parece como si él hubiera hecho un pacto con mi programador de vuelos y le hubiera dictado mi planning del mes. Sigo yendo de viaje con el Doctor Pasavento y casualmente estoy siguiendo el itinerario del doctor, o él me está siguiendo a mí. No sé. Ya comienzo a asustarme. Fui a París, desde Barcelona, cuando él iba a París también desde Barcelona. Después me fui a Sevilla, también desde Barcelona y él me siguió. Me voy a Suiza y él también. Barcelona, París, Suiza y Sevilla, cuatro destinos para desaparecer. El próximo mes me voy a Berlín, a la Berlinale y allí me encontraré con Walser, que ya tiene mi carta de recomendación de Vila-Matas. ¿Quién tiene paranoia con quién?
Esta semana ha sido algo agitada. Recital poético en honor de la Saudade en 14-30 Espacio joven de Ronda del Sur. Menos mal que Pez Losada (no la Rosada china) me dio unos poemas de
Eugenio de Andrade y pude leer emocionada de frío, con la trémula voz de los que hibernan en la poesía.
Y poesía es lo que necesito ahora que me he vuelto tan narrativa. Hay espacios que cuesta trabajo abandonar. Yo, con el más absoluto sometimiento de mi vida a la esencia poética, de vez en cuando necesito salirme un poco de la esfera confesional y contarle el rollo de la vida de otros al pobre testigo de mi ubicuidad, que suele ser mi pobre amigo pez Nemo, que se lo traga todo, y Musa Marina, que me lee con devoción complaciente esperando que algún día escriba algo que tenga pies y cabeza. Y es que mi narrativa está llena de muñones. Es como el maniquí de las costureras, lleno de muñones y alfileres. Claro, que estoy un poco harta de esa literatura de maniquí del Corte Inglés, estudiada y marketinizada.
Mi último vuelo resultó algo productivo en este aspecto. Mi comandante consiguió que le escribiera un poema durante el trayecto Sevilla a Madrid. No es que me lo pidiera, pero a mí me dio por ahí. Y tan contenta.
No tanto ahora que sé que el próximo mes me toca una vida imaginaria. Suena a coña, pero pasaré el mes imaginando, no sé aún qué, pero imaginando, de mi casa al Hotel de Barajas, del Hotel a no sé donde. Imaginando que tal vez Vila-Matas se decida a coger el mismo avión que yo y nos encontremos en París, imaginando que aún me queda algo de imaginación para terminar esa novela que empecé cuando quería mirar hacia atrás y no hacia adelante, que me daba mucho vértigo el porvenir. Imaginando al fin y al cabo, que es lo único que sé hacer desde que fui inventada por no sé que circunstancia genética que aún no entiendo pero me vale para seguir mirando al frente, pluma en mano y paso lento, gritando que bajo ningún concepto se me permita vivir sin imaginación ni imaginerías.

miércoles, enero 18, 2006

La choupa polisémica


Hoy la Choupa se descojonaba contándome que había ganado un concurso literario a la mejor carta de los RRMM de nuestra ciudad. Pues ya lo decía yo, que lo del apelativo de choupa no iba mal encaminado. Quién sabe qué tentáculo le habrá quedado libre estas navidades entre pavos navideños, árboles fosforitos, turrones, cariñitos y pañales para poder dedicarle unos minutos a los RRMM del ayuntamiento. El caso es que me manda la carta y la que se descojona soy yo, me dan ganas de colgarla en mi blog. ¿A dónde irá a parar tanto ingenio desaprovechado? Pues no lo sé, pero sí sé que a partir de ahora no va a haber ayuntamiento que se resista a los escritos de la Choupa, que ya se ha lanzado y se ha dejado un tentáculo libre para estos menesteres. Es que es una choupa muy polisémica, como las vacas. La muy choupa se va a forrar. Un pellizquito al mejor relato sobre vacas fúnebres de la comarca de no sé qué pueblo, otro tanto a la mejor historia contada por lavanderas, otro de los juegos florales de no sé donde, y así hasta llegar a alguno de los nacionales, que quizás para entonces ya tenga nombre para que se lo amañen (o lo tenga yo y se lo amañe yo). El caso es que me ha hecho mucha ilusión saber que le pueden reconocer a una su talento literario, con sinceridad y honestidad, sin mediar ninguna influencia ni interés. Yo, que me presento a grandes premios de reconocimiento poético, tengo que ver cómo se lo dan al enchufadito de turno que tiene un papá con red adsl y router que lo enchufa desde cualquier sitio del sillón o a aquél que se dedica a perseguir al jurado por todos los congresos. Claro que todo tiene un precio y me imagino que como yo soy una vaca poeta, lo único que podría despertar su interés por mí serían mis tetas. Claro, que ellos no saben que a mí sólo con pensarlo se me pone una mala leche... En fin, que me alegro mucho por ti, Choupa, que me voy a dedicar al cómic y te voy a hacer superheroina.
Hoy he regresado de París con muy buen humor y he hablado con medio planeta y creo que aún estoy hablando, o ¿es mi eco? Y parte de la buena culpa ha sido de mi tripulación, unos peces muy chistosos que me han alegrado los tres días de peregrinaje, incluido el pez labia. Sin embargo, mi amigo Vila-Matas se ha quedado solo y delgado en la habitación del hotel. Creo que he
avanzado cinco páginas de Dr. Pasavento. Habría sido diferente si a Vila-Matas se le hubiera ocurrido ir de Barcelona a París (vuelo muy frecuente para él) y hubieramos coincidido. Pero no, otra vez me ha dado plantón y me he ido a pasear con mis peces chistosos por la riba del Sena, a olvidarme un poco del statut, de la ley anti-tabaco y de militares amonestados y juicios patasunos. Claro que después me voy a Barcelona y se me agria de nuevo la leche porque toda la prensa es catalana y en el vuelo de regreso de Venecia a Madrid sólo puedo darle a los pasajeros del boicot: Vanguardia, avui y el periódico o el Universal, periódico corporativo que tengo que meterle a pasajero entre los dientes aunque no quiera o no sepa español, que así lo ordena el sumo sacerdote de la aerolínea.
En fin.


domingo, enero 15, 2006

En la luna


Lo que hace un año de matar moscas con la cola y lo bien que vivía yo siendo una simple vaca dormidora. Mi primer día de incorporación al trabajo ha sido de lo más involutivo. Después de diez años volando cometo los peores errores de una novata. Llego tarde a la firma, me olvido los identificadores y tengo que robarle uno a un compañero, raspar su nombre y pintar el mío con una pluma que me deja los dedos negros todo el vuelo. No tengo guantes porque están prohibidos y yo me las doy de escriba para disimular. Un piloto que va de extra como pasajero no hace sino ajustarse las gafas para leer el borrón de nombre que mancha mi chapa identificativa, que no puede ser más cutre, pero como la sobrecargo es miope, despistada y coqueta (no lleva gafas), no se da cuenta y yo la mantengo. El piloto ya siente una curiosidad impertinente, tanto que me llama para intentar descubrir qué le pasa a la chapa. Uy, se me ha manchado, mejor me la quito. Y me voy corriendo para que no indague más. Llega el momento de dar la bienvenida a bordo. Les digo que nos vamos a Palma, pero vamos a Barcelona. Horror, me he colado, lo siento. La sobrecargo comienza a dar las instrucciones de seguridad y yo hago la demostración del chaleco salvavidas. Un pasajero me mira y yo pienso que el uniforme me favorece tanto que es normal que me mire con tanta complicidad. Me interrumpe para decirme que me he colocado el chaleco salvavidas al revés. Qué va, hombre, a mí me va a decir cómo se coloca un chaleco, llevo diez años poniéndomelo. Oye, pues sí, tenía razón el de la mirada cómplice. Ay, qué despiste. Ya sabe, tantos vuelos enloquecen. Me voy rodando por el pasillo, tan roja como una sandía, me siento en mi transportín y me pongo a pensar en Clara Janés, mi único consuelo cuando llegue al Hotel de Palma.
Ay, si no fuera porque nunca viajo sola, si no fuera porque La voz de Ofelia me ha hecho recordar que mi única misión en este mundo es la poesía y que me debo a ella en cuerpo y en alma, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza y hasta que la muerte nos separe. Porque de lo que estoy segura, aunque no lo haya dicho el pez chakra esta mañana en el curso de Mandalas, es de que estoy hecha de materia poética. Toda mi vida parece estar diseñada para que me ocurran constantemente cosas que algún día puedan llenar mi biografía en un manual de literatura. ¿No tenéis la sensación de que todos los escritores han llevado una vida inusual, extraña, catastrófica y vertiginosa? ¿Acaso no estamos unidos por el mismo denominador común que nos lleva a la destrucción para la construcción?
Entiendo profundamente la relación que hubo entre Clara y Holan porque yo, en cierto modo, me identifico con ella. Ella ama y se va hasta Praga a conocer al extraño ser anacoreta encerrado en la isla de Kampa que dio forma al objeto de su amor, su poesía. Yo, en cambio, me fui hasta Italia, a Malcesine, en el Lago di Garda, a conocer a Zulo, una escultura de Víctor Ochoa y me enamoré de él, de Zulo, un hombre solitario que escondía su cabeza entre sus piernas. Sufría y yo le besaba. A Víctor le hizo mucha gracia e hizo que todos me trataran como a una Principessa en el Lago di Garda. Quizás no se tratara nada más que de una vaca aburguesada que se aburre y coge un avión para plantarle un beso al trozo de hierro pensante en el lago di Garda. Quizás. Pero lo cierto es que si no fuera por esas excentricidades ya hace tiempo que habría dejado de dar leche poecológica.

miércoles, enero 11, 2006

Una vaca con suerte


Hoy podría decirse que he sido una vaca con mucha suerte. Empecé el día algo rebotada porque me habían obligado a asistir a un curso de CRM (Crew Resource Management) y por muchas razones que omito me parecía una pérdida de tiempo. Llego al curso y me encuentro con un instructor encantador y sensible que nos deja decir todo lo que pensamos sin censuras (creo). Después, a la hora de la pausa de diez minutos, me voy a la máquina de los Donuts y casi me pongo a llorar porque no tengo cambio (nunca tengo cambio) y no puedo regresar a clase sin haberme comido un donuts, pero justo cuando estaba a punto de hacer pucheros aparece un señor que abre una puerta que pone Prohibido el paso. Le pido cambio y me pide que le acompañe al otro lado de la puerta que pone Prohibido el paso. Yo, ni me lo pienso, mi reino o mi honra por un donuts. Le sigo por unos pasadizos llenos de estanterías tipo Cambridge llenas de papeles y desembocamos en una imprenta. A todo esto, ya han pasado los diez minutos de pausa reglamentaria. El señor me da el cambio y se ofrece a ayudarme en lo que necesite. Ah, ¿sí? pues ya que me lo ofrece le voy a decir que sí. Pues resulta que llevo en mi coche, desde hace medio año, cuatro libros que mi padre (pensando que al ser una vaca poeta tendría enchufes con las imprentas) me había dado para que les rebajaran los bordes con la guillotina. Pues el señor me dice que sí y tras media hora más de espera aparezco en el curso de CRM cargada con mi alijo de libros. Entro, todos me miran y a mí se me ocurre pedir disculpas pero me abstengo de inventarme una excusa mejor que la que tenía (algo inverosímil) Indispuesta. Me encontraba indispuesta, les dije. Claro, que con ese alijo de libros a lo máximo que podrían haber llegado con la mente es a imaginar un uso de los libros algo escatológico. Para mi sorpresa: nada, no pasó nada. Me pierdo medio curso, me guillotinan los libros y me voy a casa de Pez Banana a comer. No le llevo ni vino ni postre y ella encima me regala un carpaccio. Después me voy cenar al japo con mis amigas, con la hora atravesándome las ingles y llego antes que ellas. Además, pido a los Reyes Magos que me den aparcamiento sólo por esta noche y aparco en la puerta del japo. Y además hoy he averiguado por qué lleva Musa Marina cinco monederos en su hiper bolso. Llego a mi casa, cierro los ojos y pido un Brat Pitt y me encuentro la cama deshecha. Miro en el baño y no está, miro en mi armario y tampoco está. Abro el ordenador y tampoco está. Entonces abro mi correo y me encuentro una vaca de superhéroes que me ha regalado la Choupa y me entran ganas de contar lo que sea, que hoy soy una vaca con suerte y mañana será otro día y si existe un superhéroe hoy ha estado conmigo.

jueves, enero 05, 2006

La vaca que vuela


Ya soy una vaca que vuela. Después de haber soportado el insufrible curso de habilitación de avión, de haberme tirado por una rampa de un simulador estrellado contra el suelo y de haber apagado un fuego con la mano izquierda, se puede decir que soy una experta en riesgo y protección aérea. No saben lo que hacen. Cada vez que se mueve el avión yo me vuelvo creyente y rezo todos los padrenuestros que me he saltado en mi vida de no practicante y rezo con la mente fija en las cabezas de los pasajeros como si fueran cuentas de un rosario a punto de estamparse contra el mar de los Pirineos. Y me doy cuenta de que abundan los calvos y ya nadie lleva sombrero y después miro a los melenudos y pienso "tanta melena, pá qué, pá estamparte contra el suelo y tener una calavera pelada como la de los calvos" Luego miro al pasajero que siempre me mira cuando no tiene que mirarme y le digo que se tranquilice, que no pasa nada, que ya está todo controlado y me dice que sólo quiere una coca-cola, que lleva mucho rato con los cinturones puestos. Anda que... En fin, que ya me veo el temita de mi blog. Hasta ahora me he contenido porque la baja laboral me había hecho no pensar en alturas presurizadas. Pero claro, el temita da para mucho y algo se me escapará.
Hoy en el curso de formación comercial de Tripulantes de Cabina de Pasaje me he enterado de qué es una goma de pelo. Vaya, lo que se aprende así, a lo tonto. Pues resulta que el colegio de monjas aéreas para el que trabajo (ya se podría llamar AirVatican) no nos permite llevar una goma que no esté adornada con una floritura, porque la goma normal de toda la vida es muy vulgar y nosotras somos chicas de altura. Además, nada de bufanda ni guantes, aunque el vuelo sea a Kiev, que somos ibéricas de pata negra y lo aguantamos todo. Dos palabrejas le diría yo a nuestro diseñador del uniforme de los domingos. Mira que olvidarse los guantes, las botas y la bufanda...
Vale, dejo el temita, que ya me ha quemado bastante saber que la nueva novísima y desconocidísima compañía aérea catalana va a compartir terminal T4 con nuestra primera compañía, la de bandera, la de toda la vida, después de que se rechazara a compañías más sólidas (nuestra competencia). Claro, que puestos a poner banderas, los catalanes no podrían ser menos, aunque sea en territorio (inter)nacional.
1,2,3, perplejita me quedé.

martes, enero 03, 2006

El retorno de una vaca que rió demasiado


De vuelta a mi hogar singular. Año nuevo ya con eñe en mi blog. Pero esto de las festividades aún no ha acabado. Amigos, quedan los Reyes Magos y otros que no conocemos. En mi Italia querida se celebra la fiesta de la Befana. Pez sueco dice que en su lejana y fría tierra no hay Reyes Magos sino una especie de Golum navideño. Tengo la sensación de que esto me lo he inventado. Si es así, que el pez sueco me perdone. Esto de ser tan metaliteraria me está afectando demasiado y ya no sé si lo que cuento me ha pasado o me lo imagino.
A Pez sueco le tenemos que agradecer la familia tribulete y yo que nos invitara a pasar el fin de año en su casa. Fue una cena multicultural en la que primó la tortilla española. Hasta los catalanes se acordaron de su nación e hicieron una un poco seca. Eso sí, no falto el cava, afortunadamente, transportado a lo Alea jacta est en mi maleta. Pez rubísimo (alemán) hizo alardes de sus dotes pluriculturales y nos hizo unas albóndigas iraníes. Pez Ursula (no la Andrews) empanadillas bávaras rellenas de chucrut y beicon. Pez sueco elaboró su famoso gratén de patatas y solomillo de cerdo al beicon. Gaviota, ya germanizada, preparó un apfel struddle, mamá-vaca tres tortillas de patata y yo partí jamón serrano y queso manchego para que nadie diga que me escaqueo.
Al terminar la cena, salimos a la calle en medio de un bombardeo. Qué bien emulan los berlineses el campo de batalla. Menos mal que no me entró mucha paranoia, aunque en un momento pensé que me había trasladado a los años cuarenta y me puse a correr como una desepesrada por la nieve quemada. Eso sí, bonito era muy bonito, repetía mamá-vaca que lo flipó bastante con tantos fuegos artificiales y explosiones.
Lo flipó casi tanto como el taxista que nos recogió para ir al aeropuerto. Parecíamos unos refugiados rodeados de pertenencias. Mamá-vaca le dio una buena propina para que se le pasara la mala leche. Al llegar al aeropuerto nos encontramos con que el vuelo estaba completo, pero conseguimos viajar, no sin antes presenciar cómo requisaron todos los mecheros de mamá-vaca (el jardín se lo dejaron pasar para sorpresa de papá toro y mía). Iba cargada de municiones hasta los rulos. Quizás pensara que tras la nueva ley anti-tabaco los mecheros se retirarían del mercado.
Al llegar a Madrid, los taxistas madrileños lo fliparon aún más que los taxistas berlineses cuando nos vieron. Afortunadamente encontramos un alma caritativa, aunque fuera taxista, que nos llevó a casa con la casa cargada en el maletero.
Llegué y me acosté pensando en el nuevo curso de avión del día siguiente. Pero me equivoqué de fecha. Es mañana. Y aunque piense que el mañana nunca llega, lo cierto es que tal y como le dijo alguien a Vila-Matas: el mañana es hoy. Y se quedó tan pancho. Yo no.