miércoles, enero 25, 2006

Una vaca imaginaria


Tengo una especie de conexión intertextual con Vila-Matas. Parece como si él hubiera hecho un pacto con mi programador de vuelos y le hubiera dictado mi planning del mes. Sigo yendo de viaje con el Doctor Pasavento y casualmente estoy siguiendo el itinerario del doctor, o él me está siguiendo a mí. No sé. Ya comienzo a asustarme. Fui a París, desde Barcelona, cuando él iba a París también desde Barcelona. Después me fui a Sevilla, también desde Barcelona y él me siguió. Me voy a Suiza y él también. Barcelona, París, Suiza y Sevilla, cuatro destinos para desaparecer. El próximo mes me voy a Berlín, a la Berlinale y allí me encontraré con Walser, que ya tiene mi carta de recomendación de Vila-Matas. ¿Quién tiene paranoia con quién?
Esta semana ha sido algo agitada. Recital poético en honor de la Saudade en 14-30 Espacio joven de Ronda del Sur. Menos mal que Pez Losada (no la Rosada china) me dio unos poemas de
Eugenio de Andrade y pude leer emocionada de frío, con la trémula voz de los que hibernan en la poesía.
Y poesía es lo que necesito ahora que me he vuelto tan narrativa. Hay espacios que cuesta trabajo abandonar. Yo, con el más absoluto sometimiento de mi vida a la esencia poética, de vez en cuando necesito salirme un poco de la esfera confesional y contarle el rollo de la vida de otros al pobre testigo de mi ubicuidad, que suele ser mi pobre amigo pez Nemo, que se lo traga todo, y Musa Marina, que me lee con devoción complaciente esperando que algún día escriba algo que tenga pies y cabeza. Y es que mi narrativa está llena de muñones. Es como el maniquí de las costureras, lleno de muñones y alfileres. Claro, que estoy un poco harta de esa literatura de maniquí del Corte Inglés, estudiada y marketinizada.
Mi último vuelo resultó algo productivo en este aspecto. Mi comandante consiguió que le escribiera un poema durante el trayecto Sevilla a Madrid. No es que me lo pidiera, pero a mí me dio por ahí. Y tan contenta.
No tanto ahora que sé que el próximo mes me toca una vida imaginaria. Suena a coña, pero pasaré el mes imaginando, no sé aún qué, pero imaginando, de mi casa al Hotel de Barajas, del Hotel a no sé donde. Imaginando que tal vez Vila-Matas se decida a coger el mismo avión que yo y nos encontremos en París, imaginando que aún me queda algo de imaginación para terminar esa novela que empecé cuando quería mirar hacia atrás y no hacia adelante, que me daba mucho vértigo el porvenir. Imaginando al fin y al cabo, que es lo único que sé hacer desde que fui inventada por no sé que circunstancia genética que aún no entiendo pero me vale para seguir mirando al frente, pluma en mano y paso lento, gritando que bajo ningún concepto se me permita vivir sin imaginación ni imaginerías.