miércoles, abril 29, 2015

¿Maniobrar o manipular?


Cuestión del subconsciente.... 
Trifulca con el aparca coches de un restaurante Vip que me quería usurpar el sitio. Yo no me dejo quitar un aparcamiento así como así....Salgo toda digna de mi coche y le pido que me deje aparcar.
– Pues no, te has puesto lejos – me dice el chuleta.
– ¿Cómo que no? – le recrimino – si yo estaba primero. No me ha dejado Usted ni "manipular" mi coche.
_ ¿Manipular? ¿has dicho manipular? – me pregunta riéndose...
– Sí, manipular mi coche – le replico mordiéndome los labios.
– Pues se te da fatal ma-ni-pu-lar, te tenías que haber puesto a un lado- (tono jocoso in crescendo...).
– Pero me he puesto al otro lado porque he dejado pasar a dos coches. ¡¡Encima que he sido generosa!! 
– Es que no tienes ni idea de conducir – me responde el cretino.
– Ni Usted de hacer sonetos.
– ¿Y yo para qué necesito saber hacer sonetos? – me pregunta estupefacto.
– Pues para ligar, supongo. ¿Es que Usted no ha ido al cole? 
– Pues lo mismo que tú al autoescuela.
– ¿En qué restaurante trabaja? – pregunto con cara de caníbal.
– En XXXXX – Responde con chulería.
– "Ostras, mínimo 100 euros" – Pienso –.
Pues qué casualidad, es ahí donde voy a comer hoy. Tenga las llaves, le dejo mi coche....

Afortunadamente en ese momento sale un coche cercano y el chuleta me dice:

– Espere, que voy a aparcar primero éste.
– Vale, no se preocupe, ya me lo aparco yo solita.... 

Y aparqué y me fui al restaurante donde había quedado para comer....


Me salió bien la jugada, es lo que tiene saber jugar a las cartas, a veces me funcionan los faroles....

lunes, abril 27, 2015

Con el pan no se juega



A veces ocurre que hay semanas que se me instala el surrealismo, o quizás sea que yo me lo busco, no sé.

Resulta que esta mañana regresaba de la panadería artesanal, donde compro el pan alemán con 16 cereales multivitamínicos, y no he podido resistirme a comerme una rebanada por el camino. Supongo que la cara de placer que se me pone mientras paladeo su esponjosidad da lugar a malas interpretaciones.  O quizás todo radique en que no se debe comer un pan orgásmico mientras se conduce...

La escena que sigue merece la pena ser narrada a cámara lenta... . Qué limitada resulta la técnica descriptiva sobre el papel, los escritores no podemos hacer ralentí a lo Matrix. Si alguien sabe cómo hacerlo en narrativa, que me lo explique, please...

Todos los días paso junto al colegio hebreo, cosa que no está mal porque siempre hay una patrulla de la policía nacional cubriendo el perímetro de mi casa. Nunca me había fijado en los policías, ya que en raras ocasiones salen del coche. Sin embargo, esta mañana uno de ellos estaba fuera, apostado en la acera, como una estatua. Ay, qué imagen, casi le atropello de la impresión. Su porte era tan escultural, magnánimo y poderoso que no he podido evitar brindarle mi rebanada de pan, me ha salido del alma. O eso o que el cóctel de simientes me sienta mal (igual lleva semillas de cannabis). El caso es que no se puede ser tan Adonis y ponerse esas gafas Ray ban de sol sin que haya consecuencias.... Su respuesta ha sido automática, gesto de mano y parada a la derecha.

– Buenos días.
– Buenos días – respondo con la ortodoncia habitada por las semillas de la rebanada de pan alemán multicereales.
– Dígame – me pregunta.
– ¿Yo? – pregunto alucinada – ¿qué quiere que le diga?
– Usted me ha hecho un gesto para preguntarme algo – explica.
– ¿Yo? mire que me extraña, no tengo nada que preguntarle. Bueno, sí, ¿sabe si se puede poner una silla de niño de 6 años en el asiento delantero? – pregunto para salir al paso.
– No, no se puede, tiene que ponerla en la parte trasera. ¿Algo más? – inquiere.
– Pues no, nada. Y, usted, ¿algo más? – pregunto.
– Nada. ¿Todo en orden? – insiste.

Obviamente no podía responderle a esa pregunta.... ¿Todo en orden? Pues no, ¿quién tiene hoy en día todo en orden? Vaya pregunta, deberían reciclarse. El orden es un concepto obsoleto, ya nada guarda un mínimo orden. Bueno sí, él sí tiene que seguir un orden, más bien una orden. Podríamos haber filosofado sobre estas cuestiones, pero claro, no era el caso, esto lo hago con algunas personas como mi albañil, el encargado de la papelería, el jardinero, pero, ¿con un policía?, con lo que me imponen...

– Todo en orden y a la orden – respondo, poniéndome la mano en la sien, a lo militar, y un segundo después aprieto los dientes tanto que casi se me saltan los brackets. Patética, soy patética cuando me pongo nerviosa. Por dios que no se quite las gafas que me da un mareo.

Y se las quitó.

– Lléveme a urgencias – casi le digo – o prepárese para un servicio de reanimación. No se puede ser más espectacular. Vaya ojos verdes. Como le vea Anita Obregón, que vive por la zona, le lanza a la pasarela. No puedo competir con ella.....

– Ya puede continuar – me informa.
– Gracias, agente, es usted un amor – maldito subconsciente – quiero decir, muy amable. Es que yo hablo así, ya sabe, las pijas tenemos siempre esa muletilla para todo, eres un amor, un cielo, adorable, etc... (pausa roja ruborosísima) y se nos escapa....es por costumbre. Ay, Dios, bueno me voy ya, que al final me va a detener por imprudencia verbal....

Y sorprendentemente el agente suelta una carcajada tan sonora como mi motor al pisar el acelerador. El muy cretino seguro que se aburre de estar vigilando el colegio hebreo mientras ve pasar constantemente a barbitúricas montadas en sus Porsches Cayenne, y ha debido de pensar que un poco de distracción no le viene mal a nadie.

Y yo no vuelvo a comer pan mientras conduzco, antes me muerdo las uñas. Aunque igual me para de nuevo por gestualidad sospechosa. Una no sabe nunca cómo actuar ante los representantes de la ley....

jueves, abril 23, 2015

Microteatro en el aparcamiento


Que la vida es puro teatro ya se sabe, y que hay entremeses que suceden en cualquier sitio, a cualquier hora lo he comprobado yo esta mañana.

Resulta que estaba dentro de mi coche en un aparcamiento contestando a un mensaje cuando de pronto aparecen los ocupantes del vehículo de al lado y se quedan conversando entre mi coche y el suyo. Desde mi posición sólo podía verles decapitados. Ambos hombres llevaban traje de chaqueta y cosas en la mano. Al principio no les presté atención, hasta que unos minutos más tarde escucho:

– Mira, escúchame, tienes que romperle primero la cabeza por el cuello.

Ay, madre – pensé yo – están perpretando un asesinato. Y yo qué hago ahora, si me ven, me liquidan a mí también.

– Sí, así, ahora te echas el líquido en las manos, así como hago yo – prosiguió.

Uf – a salvo de morir en manos de dos mercenarios. Incliné mi cabeza un poco y miré qué estaban haciendo. ¡Los dos señores cuarenteañeros portaban unas ampollas de belleza instantánea en las manos! Comencé a reírme, tapándome la boca para no ser descubierta.

– Sí, tío, restrégatelo por toda la cara, los ojos también, verás cómo parece que has descansado toda la noche. Como si hubieras dormido en casa. 

– Ya veo, tío, lo sabes todo de las mujeres, joer, anda que no saben ellas, lo tienen todo controlado.

– Ya te digo, tienen truco para todo y no me extraña, algunas cuando se quitan todo la pintura de la cara son irreconocibles. Te acuestas con una por la noche y como te confíes y se quede a dormir, te levantas con otra que da susto. 

– Ya te digo. Oye, pero este invento funciona también con los hombres, ¿no? a ver si la vamos a cagar...

Naturalmente no tenían ni idea de cómo se aplican las ampollas, estuve a punto de salir para darles hacerles una demostración. Qué torpeza, parecían gatos quitándose moscas de la cara.

– ¿Por el pelo también? – contesta el otro – igual me crece.

– Sí, y por el rabo también, cabrón – le responde riéndose.

– Mi rabo no lo necesita tío, voy sobrado.

– Sí, de eso vamos sobrados –. Se ríe.

Yo tenía que salir del coche de alguna manera o bajar las ventanillas, el sol me estaba asando. Parecía que estaba dentro del horno lista para ser engullida por dos lobos. Y salí sin poder evitar las risas. Al verme, se quedaron paralizados primero para después contagiarse de mis risas.

– Pues sí que son efectivas, estáis más jóvenes que hace cinco minutos – les dije cerrando a toda prisa mi coche.

– ¿Quieres una? – me dicen aún muertos de risa.

– No, gracias, yo no la necesito – miento ocultando los estragos de mi imsomnio tras unas gafas de sol.

– Ya veo que no la necesitas – me dice el dealer de la ampolla multivitamínica.

– Uy, qué prisa tengo, me voy pitando. Encantada. Adiós.

– Pero, espera, no te vayas, mira qué jóvenes estamos.

Por dios, cómo se me ocurre a mí decirles algo. ¡¡Si es que a veces me meto sola en la boca del lobo!! – iba pensando mientras atravesaba el aparcamiento corriendo como el conejo de Alicia hasta que llegué a Correos.