martes, mayo 16, 2006

La vaca premiada

Ser una vaca premiada no es moco de pavo, no. Máxime cuando una se entera de que le han otorgado el primer premio de Novela erótica Istar dos horas antes de la entrega de premios. Así me ocurrió que de camino al nuevo restaurante donde trabaja Masaya (Nipón Taro), mi cocinero favorito, me avisan de que tengo dos horas para arreglarme e irme a Exposex a recoger el galardón (con lo mona que estoy yo en vaqueros). Mi coche pecera estaba lleno de peces; Pez Nemo, Hada Marina y Pez love, así es que nos dimos la media vuelta y nos fuimos a mi casa a buscar el vestido para la Gala. Hada Marina me ayudó a sacar ropa del canapé de mi cama. Mi casa parecía un mercadillo de ropa usada. Finalmente encontramos mi vestido de china sexy. Me lo puse y resultó que me estaba más ajustado que la última vez que me lo puse. ¡¡Horror!! ¿por qué no me avisaron antes? Me habría comprado el super modelazo para la ocasión. No obstante, todos acordaron que me quedaba bien mi vestido rojo con dos aberturas laterales, las medias de red color crema y los tacones de seda salvaje. Y después de comernos una pizza chiclosa que llegó 1 hora más tarde, salimos rumbo a Leganés. Con las prisas, la cantidad de información que me dieron y la emoción, no me enteré muy bien de dónde tenía que ir a recoger mi premio. Primero llegamos a la cubierta donde se celebra la feria, y confundimos la feria del marisco con la del sexo (estaban una al lado de la otra). Y allí me teniáis, vestida de pendón chino paseando por la feria del marisco. Menos mal que pregunté a un abuelo que estaba informado y nos dijo que las carpas de exposex se montan en la plaza de toros. Dimos cuatro veces la vuelta al ruedo y nada; todas las puertas estaban cerradas. De repente, tal y como si se me hubiera abierto la brecha del recuerdo, me acordé de una dirección. La entrega se celebraba en un Hotel y los tacones me estaban matando, el vestido era cada vez más estrecho y el vino se me había subido a la cabeza.
Afortunadamente estaban conmigo mis pececillos, que tuvieron una paciencia increíble. Llegamos al Hotel a mitad de la cena, nos liberaron una mesa y nos pusimos a beber cervezas. Yo habría bebido más vino pero aún tengo fresco el recuerdo del mismo vestido en una presentación en la Fundación Alberti y una cogorza impresionante de Barbadillo que me hizo hablar sin parar toda la noche (y es que a mí, cuando me dan un micrófono...) La cena se acabó, me presentaron a los organizadores, al jurado (me llevé alguna sorpresa inesperada) y después me anunciaron como la ganadora del primer premio Istar de novela erótica. ¡Qué fuerte! Espero que mis padres no se la lean nunca. El libro se titula La versión de Eva Blondie. Ya hablaré sobre él, ahora no tengo ganas. Salí a recoger la estatuilla entregada por Celia Blanco y no pude hablar. Me quedé muda delante de todos los pornostars y el cámara, que no dejaba de apuntar a mis caderas. Si lo llego a saber, me bebo una botella de Barbadillo- pensé. Reaccioné demasiado tarde, ya estaban llamando a la mejor porno- actriz revelación. Y me bajé del trono con una jaqueca psicosomática por el vino que no bebí y debí haber bebido. Los tacones me mataban, los muslos se me salían por los rombos de la media de red, el vestido no hacía sino subirse hasta la cintura. Pez Love y Pez Nemo me hacían fotos con su móvil y yo me quería ir a casa. Y así, Hada Marina y yo, vestidas para la ocasión (ella vestía medias de red, minifalda vaquera y zapatos de tacón para esas superpiernas de autopista hasta el cielo). Cuando salimos del hotel con el trofeo, parecíamos actrices porno premiadas. Los recepcionistas y conserjes nos miraron con morbo y yo me puse las gafas para disimular, pensando que distinguirían entre una intelectual como yo y una actriz porno, aunque no haya mucha diferencia entre nuestros cuerpos (qué voy a decir).
Llegué a casa, dormí como pude y al despertarme llamé a mi madre y le pregunté si quería poner mi trofeo en el salón de su casa, con todos los demás y ella me preguntó "¿no será un trofeo guarro?" No mamá no me han dado un pene, pero creo que éste me lo quedo yo en mi salón. Ya me veo yo el tipo de gracias que voy a generar. Y es que eso de ser una vaca poeta que escribe novela erótica no es tan previsible como esperaba; un artista es ecléctico, tiene que ser capaz de ponerse ne la piel de cualquier personaje que ronde su cabeza. Pero adelanto que ¡¡¡mi novela no es autobiográfica!!! Soy escritora, me gusta inventar, no soy biógrafa. Eso se lo dejo a mis futuros recreadores. Veremos a ver qué pasa. En fin.

martes, mayo 09, 2006

La vaca descubre América


Tengo una concurrencia tan concurrida de ocurrencias para escribir que apenas queda hueco en mi cerebro para ver un claro por el que abrirles las compuertas al pelotón de palabras que espera impaciente para saltar a este vacío plácido y conmovedor en el que no me hallo, porque no sé en qué estadio de la felicidad me encuentro. No os estáis enterando de nada y eso me gusta. Pobres de vosotros que leéis incluso lo que no tiene sentido. Algunos, los que me conocéis, sabréis de qué hablo. Siempre fui muy implícita y a veces es difícil captarme. Una ayuda. Ese estadio es aquél en el que no existe el antes y todo es después. Allí donde nace un argot idiosincrásico y las palabras tienen un significado per se, donde a veces ni siquiera se usa el verbo y lo paralingüístico cobra mayor importancia, y se inventa un lenguaje de signos que se aprende sin una gramática ni una norma académica, allí donde la poesía se regenera a diario y todo es un verso que empieza y acaba en el mismo verso, como un retruécaro que contiene la sola palabra matriz de todos los versos posibles; los que ya existen y los que esperan existir. No me explico porque quien ya lo sepa me adivinará porque quizás sienta lo mismo y me intuya. En fin, contaré algo de mi última semana.
Acabo de regresar de Gran Canaria, donde he pasado una de las vacaciones más cariñosas que recuerdo. Y es que estar junto a mi queridísimo amigo Pez Tabarca es abrazar el mismísimo cariño hecho amigo. Adoro a mi amigo Pez Tabarca. Podría contaros muchas cosas sobre él, algunos lo conocéis y le queréis como yo le quiero. Verlo tan enamorado de su Pececillo Cali no hace sino corroborar nuestra amistad. Los dos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de amor. Incluso a veces nos deshacemos cuando abrimos nuestro pecho como si fuéramos dos sardinillas que están a punto de ser hechas a la plancha. Entonces nos abrazamos y nos contamos nuestros secretos, como si nuestras mitades nos hicieran un solo pez amigo. Es tan hermoso tener a un amigo como Pez Tabarca, tan sano, tan natural, tan reconfortante... (parece un anuncio de Danone, lo sé) Él sabe de qué hablo al principio de este post. Él es cómplice de ello, él me ve en ese estadio del que hablo porque somos vecinos de patio de flores, donde nos encontramos de vez en cuando a cotillear sobre nuestra alma. No sigo, que se me ve el plumero.
Gaviota vino conmigo y hoy se va a Berlín de nuevo. Se lleva un pedacito de Pez Tabarca, de su familia, de sus amigos, de mí. No habrá nolstalgia porque en la nolstalgia no hay retorno y Gaviota y yo volveremos a unirnos a Pez Tabarca y su hábitat en breve. Nos quedó pendiente el curso de submarinismo y tantas palabras en la sala de espera. No damos a basto en la factoría narrativa.
Pez Auri me acaba de enviar un mensaje preocupada por mi silencio. Algo sabe ya, me ha pillado y ahora que ya había encontrado un claro por el que soltar esa concurrencia de palabras, me he bloqueado de nuevo. Sólo quiero quedarme un poco más en este estadio en el que no me hallo antes de salir pitando a la grabación de mis poemas. Cinco minutos más en este lecho, con las sábanas pegadas, viendo cómo el amanecer me despereza un día más.