jueves, marzo 05, 2009

Orgasmo de platino




Lo bueno de dar recitales en tertulias y cafés es que te encuentras de todo. Ninguno es igual porque el público va cambiando. No ocurre lo mismo con los conciertos de Bisbal, ni ocurrirá con la nueva obra de Tomaz Pandur "Hamlet", cuyo público adolescente, que no tiene ni idea de quién era Hamlet, acude desbordadamente a ver a los "cañones" sacados de la pequeña pantalla de las teleseries españolas o el otro público, que sí sabe quién era Hamlet pero disfruta deleitosamente con la puesta en escena magistral de la obra.

En fin, que dada la variedad de pacientes oyentes que acuden a escucharme, tengo anécdotas de todo tipo.
Ayer di un recital en una galería de arte de las de toda la vida. El coordinador del ciclo es un escritor muy interesante y entrañable que me obsequió con un lote de sus libros sobre poesía y república. En principio el ambiente parecía de lo más republicano y liberal, ya que pertenecían a dos generaciones anteriores a la mía. Para mí era una experiencia nueva porque normalmente los asiduos a mis recitales son jóvenes.
Pues bien, comienzo a recitar mi libro La prisión delicada y de repente me doy cuenta de que hay un señor que mueve el bastón y su cuerpo cada vez que pronuncio algunas palabras. Al principio me despistaba, pero después me percaté de que se agitaba cada vez que escuchaba ciertas metáforas relativas al sexo. El señor iba acompañado de su señora esposa, que le iba reprendiendo a medida que avanzaba el recital. Yo imaginé que se levantaría y me daría con el bastón en la cabeza, pero su buena mujer le retuvo varias veces.
Al darme cuenta de que le incomodaban ciertas palabras, decidí no leer el último poema que cierra el libro, de un alto contenido erótico, no fuera a ser que me tirara el bastón, y me pasé a leer uno inédito con un alto contenido místico dedicado a Santa Teresa. Más tarde me enteré de que esa dualidad pone mucho más. En fin.... que acabé el recital y llegó el turno de preguntas.
El moderador me hizo una pregunta sobre si mi poesía era prosa o verso y le contesté. Mi respuesta le suscitó una pregunta al señor del bastón. Yo ya me había tapado la cabeza con el libro por si las moscas. Le contesté y el me acusó de falta de ritmo en mi poesía al no estar rimada. Afortunadamente estaba por allí mi amiga Lourdes, poeta y musicóloga, experta en ritmo, que salió en mi defensa como un centauro. A ella se unió Pececilla y otro poeta- pintor y etc... En fin que se montó la de San Quintín mientras yo seguía sonriendo perpleja frente al debate.
Al acabar el acto, el matrimonio se me acerca y la mujer me confiesa que a ella si le había gustado mucho, mientras que el señor del bastón me recrimina que haya dicho "orgasmo de platino". Yo corroboro el verso y él me inquiere:
- Orgasmo de platino, orgasmo de platino, pero ¿qué es un orgasmo de platino?
A lo que yo respondo:
- Pues discúlpeme, señor, para entender lo que es un orgasmo de platino, hay que experimentarlo primero.
El señor se queda perplejo y decide sonreír sarcásticamente en vez de darme con el bastón. Yo respiro de alivio, sobre todo por no haber leído el último poema. Y es que aún hay generaciones que prefieren seguir fosilizadas, enclaustradas en el soneto y en la rima y no hay manera de que abran las compuertas a las nuevas generaciones. Y eso que en poesía soy más conservadora en lenguaje que en narrativa, donde llamo pan al pan y vino al vino. Espero que no se lea nunca ninguna de mis novelas, que se me va al otro barrio, pero antes me descalabra con el bastón.