viernes, junio 29, 2007

La diplomacia culinaria de Mamá Vaca


A lo largo de la vida de Gaviota y la vaca que escribe hemos ido oscilando entre la educación que nos han ido dando nuestros padres. Mamá Vaca tiene una visión del mundo conciliadora y Papá Toro no se anda con tonterías y corta por lo sano. Y así hemos ido viviendo Gaviota y yo, entre lo conciliador y lo a la porra con la gente hostil.
Mamá Vaca piensa que hay que llevarse bien con el mundo, que estamos aquí dos días como para perder el tiempo en discutir. Lo mejor es llevarse bien y pasar de todo. Muy inteligente por su parte, pienso en muchas ocasiones. Pero Papá Toro piensa que es verdad que estamos aquí dos días como para seguirle el rollo a la gente toca pelotas. También muy inteligente.
Gaviota y yo hemos cogido parte de sus consejos, pero pensamos que a veces hay que poner a la gente en su sitio y entregarse a los que nos aportan cosas constructivas e ignorar a las moscas cojoneras que no hacen sino engorronar las buenas relaciones sociales. La limpieza a veces resulta inevitable.
Un ejemplo de Mamá vaca:
Durante muchos años, mi pobre madre ha tenido que soportar la hostilidad de una tía a la que le va la marcha y llamaba sólo para discutir. Mamá Vaca, que no tiene ganas de malos rollos, la escuchaba y cuando se cansaba le decía que la tenía que dejar porque se le quemaban las chuletas. Así ocurría que cada semana tenía que ponerle la misma excusa:
- Lo siento, hija mía, te tengo que dejar, que se me queman las chuletas.
- Pero, si son las 6 de la tarde, ¿qué haces friendo chuletas?
- Una que está de antojo.
Mi tía, que era un plomazo incallable, insistía:
- Pero no me creo que siempre que te llame se te quemen las chuletas.
- Es que eres muy oportuna, siempre me llamas cuando frío chuletas. Hija, en esta casa se comen chuletas sin parar, qué le vamos a hacer. Ala, que ya huele a quemado. Te dejo.

Así fue que mi tía, dejó de llamar a casa y mi madre vivió en paz.

Papá Toro, sin embargo, corta por lo sano. Ni chuletas ni porras. A la gente pelmazo y conflictiva se la ignora y no hay chuletas que valgan. Les dice a la cara lo que piensa, se queda tan pancho y no hay más que hablar. Nos vemos en los entierros.

A veces nos ocurre que tenemos que tragar con gente que es molesta pero no hace daño a nadie. Ahí es donde Gaviota y yo, con un nudo en la garganta y muchas dosis de paciencia, mantenemos la atención los cinco minutos de protocolo y nos inventamos la excusa (no de las chuletas) pero sí de tener una prisa horrible o una llamada al móvil. Son pequeñas concesiones para no herir al plomazo de turno. Pero otras, es imposible siquiera soportar el saludo y nos hacemos las despistadas hasta que nos atrapan y no sé, reaccionamos como podemos.

Me gusta estar rodeada de gente buena y conciliadora. Afortunadamente es lo que más abunda y vivo feliz. Una vez me dio un consejo un amigo cuando le explicaba que me costaba mucho trabajo no hacer favores, incluso a gente que no me caía muy bien. Entonces me respondió que no estaba siendo equitativa. Si le doy lo mismo a mis buenos amigos y a los que ni siquiera lo son, estoy siendo injusta. Desde entonces intento ser lo más justa posible, volcándome en cuerpo y alma con mis pececillos buenos. A veces me equivoco, seguro que muchas, pero intento rectificar, porque hay gente que no es lo que parece y sorprende para bien o para mal. Los tiburones no me gustan. No los mataría, porque no soy capaz de matar ni a una araña, pero prefiero que se mantengan lejos de mi acuario. Y así vamos tirando, intentando dar lo mejor de nosotras mismas, a veces más de lo que podemos y otras menos de lo que deberíamos, pero en eso consiste la vida, en ir aprendiendo a ser mejores personas y asumir los errores y ponerles remedio a tiempo. Eso es lo único importante al fin y al cabo.
Bueno, me voy corriendo, que hoy me espera el meta teatro.
Buen finde a todos.

martes, junio 26, 2007

El tiempo de Mamá Vaca


Esta semana ha sido algo visionaria. Yo, que soy una vaca que corre a toda leche por los mares del Norte y del Sur, no me había detenido ni un segundo a pastar y pensar en cómo se pasa la vida. El sol se pone demasiado deprisa y a mí no me da tiempo a nada. Y hablando de soles. El jueves pasado nos invitaron a Pececilla y a mí a recitarle al sol. Estoy acostumbrada a esa imagen del toro cantándole a la luna, pero era la primera vez que una vaca y un pez le cantaban al sol. España Solar, toma ya, y su apoyo a las energías renovables. Y allí nosotras dos, frente a un público muy numeroso que nos escuchaba (ya sabemos que esperaban la actuación de María Pagés, después de la nuestra, pero bueno, no es malo soñar). La cita fue en el Paraninfo Universitario de la Complu, mi Complu, a la que he adorado durtante los cinco años de mi carrera. Si llego a saber que la iba a echar tanto de menos, repito sin parar o me hago los 5000 lisos en carreras.
En fin...
Y al día siguiente otro recital, más numerosos, con muchos amigos poetas en el Ateneo de Madrid. Fue breve pero intenso y a mí me dieron de nuevo los 7 males recitando un poema erótico. Mira que es difícil recitar un poema erótico. Pero como es mi reto para este año, seguro que conseguiré recitarlo como me gustaría. Mientras, aprovecharé cualquier ocasión para practicar. Pobre público mío, que me hace de conejito de indias.
Otro en fin...
Pues, había empezado este rollo hablando del paso del tiempo y esto tiene que ver con Mamá Vaca. Os cuento.
La semana pasada la invitaron a un entierro de un primo hermano al que no veía desde hacía 35 años.
- ¿35? mamá, y ¿para qué vas al entierro de alguien a quien no has visto en tanto tiempo?
- Hombre, hija, hay que apoyar a la familia en estas situaciones.
- Ya, pero tampoco veías a la familia desde entonces.
- ¡Mira que eres descastá! la familia es la familia.
- Ala, Doña Corleone.
Y después de una conversación constructiva sobre la sangre, llegó lo bueno.
- Bueno mamá, y ¿qué te pusiste para la ocasión?
- Pues fui muy mona, con una falda cremita y una camiseta muy mona haciendo juego.
- ¿Fuiste de claro a un entierro? - le pregunté extrañada.
- Mira que eres antigua, el negro ya no se lleva en los entierros. Claro como tú nunca vas a ninguno, no entiendes de moda funeraria.
- Ya mamá, me parece raro.
- Eso sí, esta vez no fui a la peluquería, tu padre dice que estoy más mona cuando me peino yo, que la peluquera me deja un poco paletilla. Yo me doy un aire más juvenil.

Y aquí comenzó todo.
- Hija, qué fuerte, qué impresión me dio el entierro.
Yo pensaba que se acordaría de su primo y esas cosas, pero no iban los tiros por allí.
- Pues resulta - continúa Mamá Vaca - que me encontré con mis primos y estaban viejísimos. ¡Qué primos tan mayores tengo!
- Hombre mamá, que son de tu edad.
- Sí, pero están muy viejos.
- Pues como tú, han pasado los mismos años para todos. Pues ellos pensarán lo mismo de ti.
- De eso nada, que yo no me veo tan mayor, ellos son ancianitos y yo me veo monísima. Estoy igual que siempre. Nadie me echa la edad que tengo, las cosas como son, que yo me visto muy juvenil.
- Sí, pero los años son los años.
- Ay, qué leche, con lo guapísima que he sido yo, que me confundían con Liz Taylor por la calle.
- Sí, mamá, pero ella también está mayor. Así es la vida.
Después de colgar, me dio un arrebato y me fui a ver mis fotos de hace diez años. Horrorrrrr. Yo también envejezco. No es posible. He decidido ver a todo el mundo con frecuencia para que no les de un shock al verme con el paso de los años. Qué depre. Qué poco tiempo tengo. ¿Por qué el sol se pone tan deprisa?
Me voy a limpiar, que la fregona me desestresa.

lunes, junio 11, 2007

Una vaca interplanetaria


Este fin de semana ha sido algo interplanetario. Con mi botella de oxígeno he viajado de Planeta en Planeta visitando a amigos y gente que me gusta encontrar. No hay nada mejor que el buen rollo con el mundo.
Mi primera parada fue el viernes. Si la Fiesta de El Mundo fue divertida e ingeniosa, la de Planeta fue tierna y amistosa. Allí nos fuimos las tres mosqueteras con Pez Charly a la terraza de un edificio que me trasladó a las fiestas de mi querido periodo italiano. Nada más llegar me llevé la sorpresa del reencuentro con mi querido amigo Pez Pote con el que recordé los principios de su editorial (una de las más interesantes del panorama nacional). Nos reímos mucho con él. Sigue teniendo el mismo ingenio y sentido del humor de siempre. También volví a coincidir con algunos invitados de la otra fiesta: Pez Woody, Pez Mauri, Pez Uli, Pez Urru. Desde la terraza se veía la noche madrileña sobre el Paseo de Recoletos. Yo era feliz saludando a amigos y conversando frivolidades, viendo cómo Pez Ale disfrutaba de todo y Pececilla y yo nos mirábamos con complicidad. Calamar, que siempre va con un tintero en el bosillo para escribirlo todo, me alegró con su entusiamo por la nueva publicación de mi nuevo poemario La prisión delicada en Calambur. No puedo más de impaciencia. Esta semana quizás me hagan una ecografía de la portada. Es maravillloso ver cómo mis amigos literatos y no literatos me están dando todo su cariño y apoyo con mi segundo libro. Pero en fin, a lo que iba.
El sábado también cogí mi submarino y me fui a la fiesta de cumpleaños de mi amigo Pez Lomás. Como siempre, disfruté de la gracia con la voz y la música de todos los amigos. Hubo un momento tan simbiótico cantando que hubo una pareja que aplaudió desde abajo y Pez Lomás les invitó a subir. La pareja se integró como si fueran amigos de toda la vida. En su casa cabe todo el mundo, como en la mía. No se hacen guetos.
El domingo, a otro planeta con mis queridas amigas poetas. Cinco poetas y Pez Pura, que nos arropa siempre con su cariño, comiendo y hablando de la imaginación. Faltaba Pez Mestre con el acordeón para ponernos música. Otro día.
Y después, corriendo a casa de los padres de Pez Fugu, a ver a la pequeña Pez Dafne y Pez Mica. El resto de la tarde lo pasé en familia, jugando con Pez Mica a pintar hormigas y haciéndole aprenderse mi nombre. Hubo un momento que casi me convierto en buscadora de oro, limpiando los cantos rodados de un caminito en el jardín. Era una imagen tan tierna ver a Pez Albita y Pez Rosmarina (mamá y Abuela) sentaditas en el escalón concentradas en limpiar las piedras de hojas, con una serenidad Zen. Lo intenté, pero mi impaciencia y las hormigas hicieron que me fuera a jugar con Pez Mica, que me divierte mucho con su gracia. Mientras, Pez Fugu se balanceaba explicándome las particularidades de la escritura coreana. Pez Fugu es genial, me encanta conversar con él.
Y esta mañana me la he tomado con calma porque me espera una semana muy social. Esta tarde empiezo con Pez Fiori, que ofrece una lectura sobre José Hernández en La Biblioteca Nacional a las 19.00 y no me la pienso perder.
Y ahora, con la sonrisa que se me pone cuando cuento estas cosas, me voy, que tengo que enharinar unos gallos.

miércoles, junio 06, 2007

Poesía a lo Carrie Bradshaw


No hay nada mejor que irse de viaje con una amiga y mejor aún que esa amiga sea mi Pececilla y que el viaje sea la presentación de su libro Un mal ácido en Málaga. Pues sí, me fui con ella el fin de semana pasado, cogí un avión y me planté allí a darle la bienvenida y a ser la más Fan. Vamos que la madre de la Pantoja se queda corta. Eso sí, nos faltó nuestra querida Ale, nuestra tercera mosquetera, pero ya lo hemos arreglado para el próximo viaje a León.
Llegué antes que ella porque a Pececilla le dan miedo los aviones. Pero, si habría ido yo con ella, una experta en riesgo y protección aérea. No si ya dicen que en casa de herrero, cuchillo de palo. Y para palo, el de mi Visa, que estaba más veraniega que el pronóstico del tiempo que se esperaba para Málaga. No es que hiciera frío, pero mi termómetro corporal me exigía la rebeca cada dos por tres. El caso es que con la excusa de que me había dejado la chaqueta en la maleta y ésta estaba en el hotel, aprovechamos para darnos un homenaje por la calle Larios al día siguiente del recital por aquello de que Pececilla y yo conjugamos poesía y frivolidad a lo Carrie Bradshaw. Pero eso sí, mientras recitamos estamos a lo que estamos. Y Pececilla estuvo brillante, no sólo por la presentación que hizo de su libro sino por el recital de sus poemas. Y no era para menos, estaba en la Fundación Generación del 27 delante de su familia malagueña que completó la sala. Ay, mi niña, qué bien lo hace - pensaba yo, como si fuera su Agente literaria.
Fue una noche maravillosa, pese a los nervios de Pececilla por complacer a todos los asistentes. Después nos fuimos a lo que tocaba estando en Málaga; a comer pescaíto con la familia Quílez. Lo mejor, conocer a su prima Pez Tere y a su marido Pez Lolo (las gracias gaditanas). Desde el primer momento que nos vimos nos ahogamos en pacharán y carcajadas. Así llegamos al recital... , aunque nadie lo notó. Pez Yashmina, la hermana pequeña, fue otro acierto, tan involucrada con la escritura que me preguntó por mi trabajo. Le dije que no estaba segura de si podía leerme, ya que tiene 14 años y me respondió, con esa gracia que tiene, que los libros estaban para ser leídos y que siempre tienen algo que enseñar. Pediré permiso a Pececilla.
Después de cenar nos fuimos a tomar una copa con Pez Lolo y Pez Tere y nos tronchamos de risa con el camarero argentino. Pez Tere haciendo de las suyas y Pez Lolo, que se sentía el Malahà de Capotala entre nosotras, protegiéndonos del flirteo. A su harén no lo toca nadie. Se pasó la noche haciéndonos fotos como un japo. Tan mono...
Y el sábado, momento frívolo en la calle Larios y Pececilla instándome a que me comprara todos los vestidos de la tienda. Y caí en un par. En fin, tendré que amortizarlos. Más tarde habíamos quedado con Pez Metáfora (María Eloy), que fue una gran sorpresa. Aparecimos en la Feria del libro cargadas hasta los dientes con bolsas de nuestras compras. Anda que... menuda imagen de poetas. Pez Metáfora es una mujer que atrapa con su discurso sobre la vida y la poesía. Acaba de sacar su nuevo libro Cuánto dura cuanto y os lo recomiendo. Después nos fuimos a comer más pescaíto con ella y nos aturdimos con el rebujito que nos recomendó. Y siguiendo con las jornadas poético-frivolo-culinarias, nos fuimos a casa de la mamá de Pececilla a comernos con ella las mejores alitas de pollo del mundo y probé los caracolessss. Ay, madre, si Mamá Vaca se enterara de que la he traicionado con los suyos.
En fin, que me he enrollado, pero es que no podía dejar en blanco mi aventura con Pececilla.
Ala, regreso a mi tumbona, que el sol se me escapa para comer y suele ser muy puntual, parece un sol funcionario.