viernes, febrero 08, 2008

La desidia de una vaca

Hoy ha sido un día de estreno, después del dentista me he ido a la peluquería y me he cortado el flequillo. Los dentistas y los peluqueros son a los que más temo. Me han dejado mejor que antes, me dicen Pez Losada y Pez Pièrre nada más verme a la entrada del teatro. Un estreno se merecía otro estreno y menudos estrenos.
Después de la conmoción de la obra anterior, esperaba sentir algo con el Tío vania y lo he sentido, pero esta vez no ha sido por el texto de Chèjov sino por la escenografía y la iluminación. Maravillosas. Me ha entrado melancolía porque he pensado que Gaviota podría haberlo hecho igual de bien si no se hubiera salido del camino escenográfico. El decorado me ha trasladado a una casa donde pude haber vivido en Italia pero que nunca vi acabada, después de ver durante cuatro años cómo iba creciendo. No pudo ser, era mía pero la abandoné. Sé cuándo retirarme o seguir luchando por algo. El salón era muy parecido, con unas puertas inmensamente altas y anchas, acristaladas, que daban al jardín; un jardín donde soñé que escribiría millones de cosas. Mi casa de ahora también tiene una pared de cristales que da a un jardín lleno de árboles, pero siempre escribo dentro de casa. No sé por qué, si tengo unas tumbonas maravillosas donde ni siquiera tomo el sol. Me encanta estar dentro de mi jaula y mirar hacia afuera, a esos altísimos chopos que me hablan en otoño. También hay prunos y sauces llorones, como la portada de mi libro. Mi vida está llena de metáforas de lágrimas.
La obra está muy bien representada, sin embargo, he tenido la sensación de estar viendo una obra de Tenessee Williams pero con una tensión de pasiones mucho menor. No había nada que me hiciera pensar que eran rusos. No sé por qué, quizás me obcequé demasiado con que tenía el estilo de Tenessee. Al final sólo es una paranoia mía, que deformo la realidad y veo lo que me da la gana. Y hablando de ganas, la obra cuenta la historia de la falta de ganas de hacer nada; la vida ociosa del campo, la desidia que se alimenta de más desidia hasta que al final se acaba por pasar el día dando vueltas por la casa y tumbado en el sofá. Es peligroso no trabajar, la gente me dice siempre que le encantaría dejar de trabajar para hacer lo que les diera la gana. Por experiencia digo que no somos nosotros los que manejamos las ganas, sino que son las ganas las que nos manejan a nosotros y al final lo vamos dejando todo para más tarde. Esta semana tengo millones de cosas primordiales y urgentes que resolver, no sé por dónde empezar porque no veo ningún principio y todo es prioritario, pero siempre encuentro una forma de hacer otra cosa que podría no hacer o dejar para más tarde como contar este rollo a las 3 de la mañana en vez de irme a la cama y descansar.
Vale, me voy a descansar, no tengo ganas, pero me voy para llevarle la contraria y que vean mis ganas que soy yo la que manda.