sábado, diciembre 17, 2005

Feliz navidad


Por fin me han dado de alta y me hace ilusión desbaratar la palabreja y pensar que por un momento me las puedo dar de alta (estatura) y con un certificado médico que lo avala. Claro que como soy una vaca que sueña y después se despierta, me paseo por la casa sin ningún punto de referencia que indique lo contrario y así salgo a la calle, dándomelas de alta y después me encuentro con que la única altura que me espera detrás de la puerta de la calle es la de los aviones, que ya es altura. Y como no me conformo, sigo pensando en la alturas y me autoconvenzo de que no hay mayor altura que la de las ideas. Y de ideas ando bien servida pero como es navidad y he decidido no hacer poemas sino vivirlos, pues ando sobrevolando las calles de Madrid con gallardía, porque a estas alturas en esta ciudad es el único modo que encuentro para no pensar en emigrar. Y hoy, que Hada Marina sigue empeñada en cumplir con su agenda de compromisos navideños, yo me escapo de entrar en la urbe de los atascados y me voy a mi casa a hacer algunas empanadas navideñas en mi blog. Lo que hace el aburrimiento.
Afortunadamente, la próxima semana cumplo con mi plan de emigrar y me voy a Berlín a ver a Gaviota y escucharla cantar los villancicos en alemán.
Y cuando vuelva me someteré a la prueba que confirme que la Vaca Marina no entra en el nuevo uniforme de la compañía y Pez Nemo me pondrá una tabla de paseos por el pasillo del avión y yo le mandaré al pairo aunque sea mi jefe. El pobre está temblando porque se las ve venir. Pez Flor y Vaca-Marina bajo su mando. Yo temblaría. Qué lejos queda aquél día en que dos marinos rasos se conocieron gracias a Truman Capote y se hicieron amigos del cielo y la tierra, de la salud y la enfermedad, del silencio y la palabra, de un solo verso, juntos, inseparablemente juntos en la misma búsqueda de alguien que sepa volar. ¿Se me nota que me afecta la Navidad? siento la exaltación que de la amistad se hace en la embriaguez y es que sentir que no estoy sola en este acuario me pone ñoña y me entran ganas de pasar de ser una Vaca Marina y convertirme en una Pulpita con muchos tentáculos para abrazar a todos los habitantes de mi océano.
Y ahora me voy a casa de Hada Marina, que se me acaban de quemar las empanadillas (lo oléis, ¿no?) y llego tarde a mi nueva cita con Vila-Matas, que aún no se ha enterado de que no me voy a Paris sino a Berlín, que tampoco se acaba nunca.
Feliz Navidad