miércoles, junio 14, 2006

Semana de reencuentros


A veces ocurre que en una semana te encuentras a viejos amigos que por alguna circunstancia no has visto en mucho tiempo. Es como si hubiéramos coincidido en el mismo atasco al regreso de un puente festivo. Así me ocurrió que por fin pude encontrarme con mi viejo amigo Pez Iglesias que me hizo una entrevista por la radio y nos pudimos poner al día de camino a casa. Me alegró ver que seguía con ese entusiasmo tan gratificante que no todo el mundo siente por el trabajo. Y me hizo reflexionar sobre mi futuro laboral. Una vaca que ha llegado casi al ecuador de su vida no debería seguir pastando en los mismos campos de la desidia. Volar no necesarimente implica un viaje. Yo vuelo desde mi silla. Pero la cordura no es suficiente. ¿Qué más me tiene que ocurrir para que me decida? Pez Ale sigue empeñada en que regrese a la lingüística, incluso utiliza mis poemas en sus clases de Literatura Hispanoamericana. Pez Ale también es poeta pero aún no lo sabe; yo creo en ella y alguna vez veréis su nombre impreso en un poemario escrito desde la inteligencia. En la Feria del libro también me encontré con más amigos. Pez Pura, Pez Marga y Pez Gema con su pequeña Pez L a la que dediqué mi primer libro para que lo lea dentro de 10 años. Y a los pocos días seguí encontrándome a más viejas amigas. Pez Marina apareció en el Pabellón de La Feria del libro donde la vaca que escribe daba una conferencia sobre Literatura y mujer y me sentí aún más arropada. Hay quien dice (según Pez Love fue Kundera) que hay dos tipos de poetas: el poeta que vive una vida normal y corriente pero sólo a través de sus palabras vive una vida poética y después el poeta que vive una vida poética pero escribe una poesía mediocre, sin lírica. Conociendo a Pez Marina se podría pensar que vive poéticamente, y conociendo su poética también. Pez Marina abarca las dos versiones de Kundera y eso lo podemos constatar los que tenemos la posibilidad de asistir a su Disección poética en público. Y para disecciones las mías. Cada vez que me alejo de una persona en el espacio me siento diseccionada. A veces me falta un brazo (aún no he recuperado el que dejé a mi buen amigo Pez Tabarca), otras, la risa que siempre se hace la remolona para regresar de Berlín y prefiere quedarse con mi Gaviota. Y ahora, que sé que es verdad que mis amigas Pez voz y Pez palabra se van a vivir a Menorca, siento que me falta un no sé qué. El caso es que nos hemos visto muy poco este último año y sin embargo, sabía que estaban cerca. Quizás la distancia nos obligue a vernos más a menudo. No sé, siempre hay excusas y si no, nos las inventamos, así como el otro día me inventé que quería ver un partido del mundial en casa de Pez Shu y así pude pasar un rato con ella. Pez Shu es tremenda; después de llevar más de 24 horas sin dormir, nos preparó una cena a Pez Nemo, Pez Love y yo con un amor envidiable. Pez Shu se tiene ganado el cielo de los políglotas; además de volar lo involable, le quedan alas y lengua para estudiar italiano, francés y portugués y aprobar con nota. No sigo hablando de Pez Shu, que me frustro. Mis alas están mojadas y mi lengua es de trapo de tanto hablar. A veces es mejor permanecer una temporada en silencio y dejar que se regeneren las metáforas. Como decía el proverbio árabe "No digas nada si lo que vayas a decir no es más bello que el silencio". Ya me callo.