martes, mayo 22, 2007

La vida de otros



Acabo de terminar de ver mi serie favorita de esta temporada Six Feet Under. Muchos pensaréis que ya hace tiempo que se acabó, pero es que como sólo veo tres canales de tv, tengo que esperar a que mi Hadita Buena me las pase en DVD.
Durante todo el tiempo que me sobraba de mis millones de cosas que hacer, y que hago a medias, he estado viviendo la vida de la familia Fisher. Yo no salgo en la serie, los espectadores no salimos, pero he estado en su vida de alguna manera. Desde el principio me he ido involucrando en la historia como si fuera parte de esta siniestra familia. Me he reído, he llorado, me he enfadado e incluso he opinado en las discusiones familiares. A veces, me he enamorado de Nate (es un cañón), de David (aunque sea gay, no tiene nada que ver. Total...) y otras de Billy (que está como una cabra, pero me engancha). Brenda me encanta, pero es demasiado intensa y Claire, Claire es mi favorita. Federico me cae fatal, era evidente, es un egoísta. Y Ruth es un amor. Con los demás he tenido mis flirteos, mis simpatías y mis antipatías. Todo como la vida misma, según la época y mi estado anímico. Algunos pensaréis que debería hacérmelo mirar, que se me va la cabeza con la ficción. Pues sí, ¿por qué no? ¿no se les va a medio mundo la cabeza con la vida de un personaje del que no sabemos su existencia y encima mantiene viva su leyenda y va evolucionando con excelentes estrategias de marketing? Pues eso, que a unos les da por los iconos religiosos y a mí por las series americanas. Qué le vamos a hacer, igual es verdad que soy una friky, tal y como le ha dado por denominarme a Papá Toro últimamente.
Hada buena me había anunciado que el final de la serie era muy bueno. Se quedó corta. Es genial, genial, aunque he llorado a moco tendido, que es lo único que logro tender en estos días (dejo la lavadora con la ropa mojada un día más de cuando ha acabado el programa. Me cuesta, me cuesta esto de "mis labores").
Lo de la vida de otros tendrá un porqué, no lo niego, como si no tuviera suficiente con vivir la mía, que ya es intensa. Esto me viene de lejos. Todo empezó con Verano azul, Falcon Crest, Dallas, Los Colby, Bonanza (sigo viéndola en uno de mis 3 canales) pasando por las de mi época menos coherente de enganche serial: Friends y Sex and the City. Con Los Soprano no me pasó (quién sabe por qué).
Recuerdo la adicción que me produjo Friends en su día (no hace tanto), hasta el punto que lo trasladé a mi vida personal y al grupo de amigos. Yo estaba enamorada (como no) de Ross pero mi amigo Pez Nemo me decía que me parecía a Mónica Geller (hermana de Ross y una adorable histérica competitiva sin competencia) por lo tanto no podía estar enamorada de mi hermano sino de Chandler (un soso), pero como a mí no me gustaba decidí que yo era Rachel (que por aquel entonces en la vida real estaba con Brat Pitt. No soy tonta). Mi amigo Pez Nemo, quizás para fastidiarme, me dijo que en todo caso sería Phibi y en cierto modo tenía razón (canto peor que ella y se me ocurren las mismas excentricidades, salvo la de ser rubia). En fin, que casi me voy a vivir a la casa vecina de mi amigo Pez Nemo para recrear el ambiente Friends. Pero todo se truncó cuando acabó la serie y nos enganchamos a Sex in the city.
Con Sex and the city comenzó una nueva era para mí. Sin duda decidí que Carrie Bradshaw y yo éramos iguales. Las dos escritoras y obsesionadas con psico-analizar las relaciones sentimento-sexuales e interesadas por la moda y Manolo Blanik (aunque no consigo comprarme sus sandalias). Y otra vez Pez Nemo empeñado en que yo sea otra: Charlotte (cursi, repipi y monjil. Pero monísima).
Y ahora que se me ha acabado la vida de otros me encuentro vacía, no sé por qué. Quizás me dé por espiar a mis vecinos, aunque es difícil, no tengo patio, que da más juego y donde vivo no se ve ni un alma paseando (bueno sí, pero van en sus deportivos y sus 4X4 y presiento que el tema no me da nada más que para ver cómo llevan y traen a sus nenes al cole. Eso sí, todas rubias de bote y con gafas a lo V. Beckam). En fin. Que le pediré a mi Hada buena que me pase House o lo que sea, si no, me va a dar una crisis existencial. O esto o me tocará tragarme un culebrón de mediodía. Y de ahí al psiquiátrico con acento venezolano. Qué dramón.