martes, enero 03, 2006

El retorno de una vaca que rió demasiado


De vuelta a mi hogar singular. Año nuevo ya con eñe en mi blog. Pero esto de las festividades aún no ha acabado. Amigos, quedan los Reyes Magos y otros que no conocemos. En mi Italia querida se celebra la fiesta de la Befana. Pez sueco dice que en su lejana y fría tierra no hay Reyes Magos sino una especie de Golum navideño. Tengo la sensación de que esto me lo he inventado. Si es así, que el pez sueco me perdone. Esto de ser tan metaliteraria me está afectando demasiado y ya no sé si lo que cuento me ha pasado o me lo imagino.
A Pez sueco le tenemos que agradecer la familia tribulete y yo que nos invitara a pasar el fin de año en su casa. Fue una cena multicultural en la que primó la tortilla española. Hasta los catalanes se acordaron de su nación e hicieron una un poco seca. Eso sí, no falto el cava, afortunadamente, transportado a lo Alea jacta est en mi maleta. Pez rubísimo (alemán) hizo alardes de sus dotes pluriculturales y nos hizo unas albóndigas iraníes. Pez Ursula (no la Andrews) empanadillas bávaras rellenas de chucrut y beicon. Pez sueco elaboró su famoso gratén de patatas y solomillo de cerdo al beicon. Gaviota, ya germanizada, preparó un apfel struddle, mamá-vaca tres tortillas de patata y yo partí jamón serrano y queso manchego para que nadie diga que me escaqueo.
Al terminar la cena, salimos a la calle en medio de un bombardeo. Qué bien emulan los berlineses el campo de batalla. Menos mal que no me entró mucha paranoia, aunque en un momento pensé que me había trasladado a los años cuarenta y me puse a correr como una desepesrada por la nieve quemada. Eso sí, bonito era muy bonito, repetía mamá-vaca que lo flipó bastante con tantos fuegos artificiales y explosiones.
Lo flipó casi tanto como el taxista que nos recogió para ir al aeropuerto. Parecíamos unos refugiados rodeados de pertenencias. Mamá-vaca le dio una buena propina para que se le pasara la mala leche. Al llegar al aeropuerto nos encontramos con que el vuelo estaba completo, pero conseguimos viajar, no sin antes presenciar cómo requisaron todos los mecheros de mamá-vaca (el jardín se lo dejaron pasar para sorpresa de papá toro y mía). Iba cargada de municiones hasta los rulos. Quizás pensara que tras la nueva ley anti-tabaco los mecheros se retirarían del mercado.
Al llegar a Madrid, los taxistas madrileños lo fliparon aún más que los taxistas berlineses cuando nos vieron. Afortunadamente encontramos un alma caritativa, aunque fuera taxista, que nos llevó a casa con la casa cargada en el maletero.
Llegué y me acosté pensando en el nuevo curso de avión del día siguiente. Pero me equivoqué de fecha. Es mañana. Y aunque piense que el mañana nunca llega, lo cierto es que tal y como le dijo alguien a Vila-Matas: el mañana es hoy. Y se quedó tan pancho. Yo no.