miércoles, junio 06, 2007

Poesía a lo Carrie Bradshaw


No hay nada mejor que irse de viaje con una amiga y mejor aún que esa amiga sea mi Pececilla y que el viaje sea la presentación de su libro Un mal ácido en Málaga. Pues sí, me fui con ella el fin de semana pasado, cogí un avión y me planté allí a darle la bienvenida y a ser la más Fan. Vamos que la madre de la Pantoja se queda corta. Eso sí, nos faltó nuestra querida Ale, nuestra tercera mosquetera, pero ya lo hemos arreglado para el próximo viaje a León.
Llegué antes que ella porque a Pececilla le dan miedo los aviones. Pero, si habría ido yo con ella, una experta en riesgo y protección aérea. No si ya dicen que en casa de herrero, cuchillo de palo. Y para palo, el de mi Visa, que estaba más veraniega que el pronóstico del tiempo que se esperaba para Málaga. No es que hiciera frío, pero mi termómetro corporal me exigía la rebeca cada dos por tres. El caso es que con la excusa de que me había dejado la chaqueta en la maleta y ésta estaba en el hotel, aprovechamos para darnos un homenaje por la calle Larios al día siguiente del recital por aquello de que Pececilla y yo conjugamos poesía y frivolidad a lo Carrie Bradshaw. Pero eso sí, mientras recitamos estamos a lo que estamos. Y Pececilla estuvo brillante, no sólo por la presentación que hizo de su libro sino por el recital de sus poemas. Y no era para menos, estaba en la Fundación Generación del 27 delante de su familia malagueña que completó la sala. Ay, mi niña, qué bien lo hace - pensaba yo, como si fuera su Agente literaria.
Fue una noche maravillosa, pese a los nervios de Pececilla por complacer a todos los asistentes. Después nos fuimos a lo que tocaba estando en Málaga; a comer pescaíto con la familia Quílez. Lo mejor, conocer a su prima Pez Tere y a su marido Pez Lolo (las gracias gaditanas). Desde el primer momento que nos vimos nos ahogamos en pacharán y carcajadas. Así llegamos al recital... , aunque nadie lo notó. Pez Yashmina, la hermana pequeña, fue otro acierto, tan involucrada con la escritura que me preguntó por mi trabajo. Le dije que no estaba segura de si podía leerme, ya que tiene 14 años y me respondió, con esa gracia que tiene, que los libros estaban para ser leídos y que siempre tienen algo que enseñar. Pediré permiso a Pececilla.
Después de cenar nos fuimos a tomar una copa con Pez Lolo y Pez Tere y nos tronchamos de risa con el camarero argentino. Pez Tere haciendo de las suyas y Pez Lolo, que se sentía el Malahà de Capotala entre nosotras, protegiéndonos del flirteo. A su harén no lo toca nadie. Se pasó la noche haciéndonos fotos como un japo. Tan mono...
Y el sábado, momento frívolo en la calle Larios y Pececilla instándome a que me comprara todos los vestidos de la tienda. Y caí en un par. En fin, tendré que amortizarlos. Más tarde habíamos quedado con Pez Metáfora (María Eloy), que fue una gran sorpresa. Aparecimos en la Feria del libro cargadas hasta los dientes con bolsas de nuestras compras. Anda que... menuda imagen de poetas. Pez Metáfora es una mujer que atrapa con su discurso sobre la vida y la poesía. Acaba de sacar su nuevo libro Cuánto dura cuanto y os lo recomiendo. Después nos fuimos a comer más pescaíto con ella y nos aturdimos con el rebujito que nos recomendó. Y siguiendo con las jornadas poético-frivolo-culinarias, nos fuimos a casa de la mamá de Pececilla a comernos con ella las mejores alitas de pollo del mundo y probé los caracolessss. Ay, madre, si Mamá Vaca se enterara de que la he traicionado con los suyos.
En fin, que me he enrollado, pero es que no podía dejar en blanco mi aventura con Pececilla.
Ala, regreso a mi tumbona, que el sol se me escapa para comer y suele ser muy puntual, parece un sol funcionario.