lunes, diciembre 10, 2007

Papá Toro y su psicópata



Hay quien nace con un pan bajo el brazo y otros nacen con psicópatas. Yo soy este último caso, (y el otro, solo que mi pan está un poco aplastado). Llevo varios años recibiendo llamadas anónimas, con número oculto, mensajes con canciones, tortillas de patatas con geranios a mi puerta (información complementaria: ¡no me gustan los geranios!), cartas de amor, bombones, etc, y ya me he acostumbrado tanto a esta situación, que se me hace raro no recibir noticias. A veces me ocurre que no les aguanto (a los de las llamaditas), otras me paso la semana haciendo conjeturas de quiénes podrían ser (porque son varios, al menos dos), a veces me creo que ya lo tengo y sonrío (qué romántico) y otras me parece patético que aún siga con este rollo (un sospechoso que me cae bastante mal).
Pero en fin, para hablar de mis psicópatas tendría que escribir varios posts. Esta vez le toca a Papá Toro, salvo que su papel es el de sospechoso de psicópata.

Ya había comentado en el post anterior que Papá Toro no está muy toro que digamos y no sale a la calle desde hace mucho tiempo. Nunca le gustó salir de casa salvo para ir a comer a Bilbao o San Sebastián (País Vasco, lo otro habría sido muy fácil), Zaragoza o Burgos y volverse en el mismo día. Pues resulta que el otro día me llama Mamá Vaca muerta de risa para contarme lo que le pasó a Papá Toro el día que salió de casa después de tanto tiempo.
- No sabes la risa que me he pasado hoy con tu padre. Le pasa cada cosa....
- ¿Qué le ha pasado? - pregunto inquieta, casi con boli en mano.

- Pues resulta que hemos ido a echar la quiniela y tu padre ha parado el coche en doble fila en frente de la administración de loterías. De repente aparece una señora que viene lanzada hacia nosotros gritando, se acerca a la ventanilla y le dice a tu padre que deje de espiarla y de seguirla, que la policía le tiene fichado.
- Ala, y papá ¿qué hizo?
- Ya sabes tu padre lo seco que es y lo raro que es para estas cosas, pero esta vez le contestó: "Señora, que yo no la conozco de nada, que yo no me muevo del sofá, no salgo a la calle". La señora le mira y le dice "sí, sí es usted, lleva varios días persiguiéndome y la policía le está buscando para detenerle".
- ¡Qué fuerte!
- Sí, hija, qué fuerte el ataque de risa que me dio a mí al ver a tu padre todo nervioso cerrar los pestillos del coche para que no entrara la señora loca. Tenías que haberle visto la cara de susto que tenía. Y cuanto más le miraba yo, más me reía y él más se cabreaba. Pero hija, qué le voy a hacer, me partía de la risa porque tu padre no quiere salir nunca y para un día que sale, le cae encima una psicópata... Durante todo el camino de regreso a casa no paraba de decir que no sale más de casa, que el mundo está muy loco y que le van a contagiar, que él es muy feliz con sus películas y sus periódicos.
- Ala, pobre...
- ¿Pobre? Pobre yo que le veo a todas horas. Y yo que quería regalarle un perro para que lo sacara de vez en cuando y me dejara sola aunque fuera una hora al día. Nada, que no hay manera de que se entretenga fuera de casa. Pero qué casero me ha salido el gachó (aclaración: Mamá Vaca es castiza). Éste es capaz de no salir por si le detiene la policía por sospechoso. Yo ya le he dicho mil veces que a los locos no hay que hacerles caso, pero no me hace caso y encima me dice que no me hace caso porque es lo que le he dicho yo que hiciera. ¿Tú te crees? Que me ha llamado loca a mí también. Si es que tu padre se lo toma todo a pecho. Anda, hija, hay que dejarle por imposible, cuando se le mete algo en la cabeza, bla, bla, bla....

En fin, que al pobre Papá Toro la calle no le sienta bien, creo qué él también se ha dado cuenta, como yo, de que se está muy bien en La prisión delicada.