sábado, diciembre 24, 2005

Nieva sobre Berlín


LA VACA QUEDÓ CUBIERTA POR LA NIEVE

Las navidades en Berlín están resultando de lo más literarias. Y es que viajar a esta ciudad con Vila-Matas me hace sentir que lo metaliterario está aún más presente porque estar acompanada (lo siento aquí no hay enes con palitos) de Vila-Matas es estar acompanada de Musil, Pessoa, Proust, Derain, kaftka, Villoro y una gran lista de bien acompanantes en unas navidades en las que me siento casi plena (sólo faltáis vosotros).
El cielo sobre Berlín hace nevar ángeles por todas partes y Lola sigue corriendo y Berlín no se acaba nunca.
Mamá-vaca se encuentra a sus anchas haciendo amigos que no la entienden pero se ríen con ella. La mímica es su fuerte y la gran madre-vaca, que bien podría ser grandmutter, pese a que sus hijas no están para críos, hace alardes de sus dotes de regateo y consigue regatearle al mismísimo turco irreductible que le vende el espejo de Alicia a un precio irrisorio. Papá-toro pasa el día cargando las plantas exóticas que mamá-vaca va comprando, grunendo (con palito o garrota) por el bochorno que va a pasar cuando se las retengan en la aduana del aeropuerto. Pero todos sabemos que mamá-vaca siempre se sale con la suya y papá-toro se resignará a pasar vergüenza.
La casa de Gaviota es tan acogedora como siempre y aquí estoy yo, enferma yo también del Mal de Montano, atrapada en una balsa inflable sobre un suelo que parece Escandinavia, y navego y navego y llego más lejos que en avioneta a ese lugar donde el corazón tiene nombre de diario y me resuelvo en tan sólo unas líneas porque a mí los grandes pensamientos me revuelven y ecco me qua. Basta un instante para desaparecer lo molesto, basta un instante para que hoy, ya melancólica piense en qué estará leyendo pez Nemo, qué nueva aventura tendrá la Choupa con la paragüaya contestataria, con quién habrá quedado Hada Marina en sus numerosas comidas navidenas, qué estará escribiendo pez Fugu en la carta de Papá Nöel de pececillo Mica y en si Musa Marina habrá acabado por fin de acondicionar su casa mallorquina.
Y Vila-Matas conmigo y Gaviota que no para de llenar el acuario de la calle Paul Robeson de animalillos marinos para celebrar el fin de ano (con palito aunque suene pornográfico). Mientras, papá-toro mira preocupado la puerta que ha de servir de mesa en la última cena y se pregunta por cómo lo hará para descolgarla y después deja esa preocupación para manana, a lo Scarlett y se pone el video del homenaje a la Jurado, que le da mucha alegría y entiende lo que dice. Mientras, mamá-vaca se va de peregrinaje por los supermercados en busca de ingredientes para hacer su tradicional sopa de albóndigas. Es muy tierno cuando se equivoca y compra remolacha rallada con rábano picante en vez de caviar de salmón, una planta decorativa que resulta ser una planta desparasitadora de gatos y confunde la laca por desodorante y se le pone el pelo tieso y bien desodorado.
Y ahora os dejo, que me esperan los frikies del Burguer Café para inspirarme. Esta ciudad me hace pensar en que si Hemingway hubiera vivido en Berlín en vez de en París, París era una fiesta habría pasado a ser Berlín es una fiesta y Vila-Matas estaría de acuerdo en afirmar que París no se acaba nunca, pero Berlín no tiene final y es más sorprendente. Al menos para una vaca-poeta que viene de un pueblo del sur de Europa llamado Madrid.