miércoles, septiembre 12, 2007

El tesoro de Papá Toro


A estas alturas puedo decir que Mamá Vaca ha fracasado en su empeño por intentar que veamos la realidad tal y como es y no que nos la inventemos. Desafortunadamente o no, esto lo hemos heredado de Papá Toro, que tiene una imaginación tan portentosa que a veces creemos que nos toma el pelo.

En un post anterior contaba lo extraterrestre que me parecía mi padre viendo la tele alemana embobado, cuando no sabe decir nada más que cerveza negra en alemán. Alguna que otra vez le he preguntado por la peli que estaba viendo y había coincidido más o menos. Bien pensado puede ser normal que entienda el contexto y se haga una composición de la historia. Lo difícil viene cuando no hay ni mímica ni contextualización, por ejemplo gráficos. Pues resulta que el otro día me dice Pez Tantán que mi padre es un punto.

- ¿Mi padre? ¿por?

- Porque estaba viendo la tele embobado y de pronto dice "pues sí que hace calor en París". Me acerco y veo un gráfico con varias capitales. Pero era un gráfico de la Bolsa, no de las temperaturas.

- ¿Y qué hiciste?

- Nada, me callé, para qué le voy a desilusionar.

Papá Toro es así.

Y volviendo al tema de las expectativas os contaré el batacazo que me llevé por heredar la sangre de mi padre.

Íbamos la familia tribulete en un coche guiado por Linda (nuestra maravillosa GPS) hacia el norte de Alemania. Habíamos visitado Hamburg, Lüneburg, Lübeck y Zwerin y todos nos habíamos quedado con la boca abierta de lo preciosísimo que era todo (en palabras de Mamá Vaca). Yo no sé por qué se me había metido en la cabeza que Kiel era la Venecia del Norte y reservé allí un Hotel que nos costó un pastón. Por el camino, siguiendo las indicaciones de Linda, con un tiempo excelente y un pasisaje maravillosos, íbamos los cuatro contentísimos porque aún nos quedaba lo mejor. Mi padre tenía la cámara preparada (puesta a punto, recargada, con cuatro paquetes extras de pilas alcalinas, una tarjeta de memoria de 1Gb para que le cupieran todas las maravillas de Kiel, etc..). Yo me había pasado el viaje diciendo que no había nada mejor para nuestro maravilloso viaje que la guinda que nos esperaba. Todos contentísimos hasta que vemos que Linda empieza a decir que quedaba 1 km para llegar a nuestro destino.

- No puede ser, si estamos a las afueras, esto es muy industrial - dije yo.

- Pues Linda no se equivoca, a ver si has metido mal la dirección, que esto nos lleva al centro comercial - protesta Gaviota.

Mientras tanto, Linda seguía empeñada en que entráramos en un garaje de un centro comercial.

Quizás sean tan modernos que ya ha llegado hasta allí la moda de hacer hoteles con Moll incluído. Yo qué sabía. El caso es que Linda se volvió loca y el hotel estaba al final de la misma calle. LLegamos y Papá Toro cambia de cara.

- ¿Y a esto le llamas tú Hotel de lujo? Pero si parece la Pensión El peine. ¿Dónde está los jardines de Versalles que decías?

Yo no entendía nada, aparqué el coche subida a la acera porque no había ningún sitio posible y me bajé a preguntar. Entré en el "Hotel" y me atendió una señorita que no hablaba ni papa de inglés. Pues ala, a practicar alemán. Resulta que nos estaban esperando ya con todo preparado. Le pregunto dónde está el hotel y me dice que es allí mismo.

- Pero si esto no es una recepción, es la barra de un bar - le dije.

Ella me miró extrañada.

Salí a avisar a todos de que era allí y lo primero que hizo Papá Toro fue guardar su cámara "Yo aquí no hago ni una foto" protestando. Mamá Vaca se partía de la risa viendo las malas pulgas de Papá. Yo no sabía dónde meterme y menos aún cuando compruebo que no hay ascensor y nos habían dado la buhardilla. Gaviota le explica a la recepcionista que Mamá Vaca tiene problemas de movilidad (mentira, es un terremoto con patas) y le cambian a la primera planta. Papá Toro no podía más con el cabreo y a nosotras nos dio por reírnos sin parar.

Después de prepararnos, bajamos antes a recepción/bar a que nos dieran un mapa de la ciudad y nos aconsejaran. A todo esto, yo les había informado a todos de que estábamos alojados en las afueras porque era como en Venecia, que no se puede pasar con el coche. La cara de la recepcionista no podía ser más de póker cuando le preguntamos por la zona histórica:

- ¿Qué zona histórica? Aquí no hay nada, Kiel fue bombardeada y destruída.

- Pero habrá una zona por la que pasear - quiso preguntarle Gaviota - pero en vez de pasear le dijo "Correr".

La camarero/recepcionista la miró extrañada. ¿Han venido toda la familia a Kiel para correr?

- Sí, es que mi madre necesita correr un poco todos los días.

La camarero/recepcionista, supongo que recordando que mi madre tenía problemas de movilidad, nos miró más extrañada aún y nos recomendó el paseo marítimo. De pronto aparece Mamá vaca vestida con su último modelo de paseo con deportivas último grito y vemos cómo la camarero/recepcionista saca sus órbitas oculares y las pone en las deportivas de Mamá Vaca. Gaviota y yo no podíamos más de la risa silenciosa. A Papá Toro no le hacía ni pizca de gracia no poder hacer su reportaje fotográfico y pasó de nosotras. Sus pulgas estaban aferradas a la piel y su cámara bien guardadita.

Salimos a pasear y lo que vimos era cada vez más feo, un frío espantoso y ni un alma por la calle.

- Venga papá, haznos una foto - le dijimos para que se animara.

Y papá Toro, como si su cámara fuera el anillo de Golum, seguía escondida en algún rincón de su ropa.

- Ni hablar, que yo no saco mi cámara para esto.

- Pues déjamela a mí y las saco yo - insistí.

- Que te he dicho que no, que esto es muy feo, que yo mi cámara no la saco.

- Venga, hombre, sólo una para decir que hemos estado en Kiel.

- Y a mí qué me importa decir que he estado en Kiel, que no, que yo no quiero hacerle fotos a un sitio tan feo, que es malo para el recuerdo.

Mamá Vaca se partía, ya le había dado la risa nerviosa y no paraba. Papá Toro estaba a punto de asesinarnos, paseaba a toda prisa sin saber adónde iba.

- Quiero una cerveza negra, tengo hambre y frío y esto se está poniendo cada vez más feo - no paraba de decir.

Después de una hora caminando encontramos el teatro y el ayuntamiento.

- Mira qué bonito - saltó de repente Mamá Vaca - ala, hijo, hazle una foto al ayuntamiento.

- Y dale, con las fotitos, que no, que yo no le saco una foto a un ayuntamiento, lo que me faltaba ya.

- Pero si podemos decir que era otra cosa - le dijo mamá Vaca.

- Qué manía, que no - respondía cada vez más alterado, agarrando el bolso donde guarda la cámara.

Finalmente entramos en un restaurante con la intención de cenar algo e irnos a la cama. Yo les había vendido la película de que era necesario dormir allí para ir a la Isla de Ferhman porque Papá Toro ya me estaba desheredando a la vez que la tomaba conmigo y mi imaginación portentosa.

En el restaurante se desencadenó una serie de situaciones que hizo de la noche un día inolvidable de risas y risas con Mamá Vaca, que aún me provocan la risa al recordarlas, pero las dejo para el siguiente post porque ya me estoy extendiendo demasiado y se me queman las chuletas.