lunes, diciembre 29, 2008

sábado, diciembre 20, 2008

Revista de poesía La otra



Queridos amigos,

os presento la Revista de poesía La otra, donde me dedican un espacio.


http://www.laotrarevista.com/2008/12/beatriz-russo-nos-presenta/

Espero que os guste.

sábado, diciembre 13, 2008

Revista de poesía Ibi Oculus



Queridos amigos,
os presento la nueva revista semestral de poesía dirigida por el poeta Pablo Luque Pinilla.
Merece la pena visitarla y detenerse en su contenido, cuidadosamente seleccionado.
Espero que la disfrutéis.

www.ibioculus.com

jueves, diciembre 04, 2008

Crítica de La prisión delicada de Luis Artigue




LA PRISIÓN DELICADA de Beatriz Russo

Publicado con su habitual rigor por el sello editorial Calambur, el más reciente libro de poesía de Beatriz Russo (Madrid, 1971) contiene un único poema salmódico: bello texto escrito formalmente con parámetros cercanos a la poesía en prosa del último Juan Carlos Mestre –elaborados versículos libres en los que parece hermetismo lo que en verdad es libertad y desatada imaginación-. Así –los lectores de poesía menos obvia estamos de suerte- logra esta poeta adentrarse en ese camino que también transitan otras poetas muy recomendables del hoy como por ejemplo Ana Isabel Conejo (Atlas), Julieta Valero (Los heridos graves) Guadalupe Grande (El libro de Lilit), Alexandra Domínguez (Poemas para llevar en el bolsillo) y Silvia Zayas (Somos estacionarios).
Su poema, largo y lento como un blues femenino, se apoya en un pensamiento de Luis Cernuda para titularse La prisión delicada: “Ésta es mi prisión delicada./ No me salvéis./ Aquí yacerá la que pudo haber sido Ophelia./ Inventadme un epitafio que se oculte bajo el musgo/. Que nadie incinere mi cuerpo. / Tengo algo que evocar.”… ¿Y qué es temáticamente La prisión delicada?
Las creadoras expatriadas y geniales que coincidieron en el París de los locos años 20 –más concretamente en la orilla izquierda del río Sena, la llamada Rive Gauche- se consideraban a sí mismas lo opuesto a esas otras mujeres que aparecen en los cuadros prerrafaelitas (s. XIX). Amaban la belleza exótica de esas beatrices y ofelias, de esas estilizadas mujeres postrománticas de rasgos escandinavos, pero desdeñaban su pasividad, su condición de creadas y contempladas en vez de creadoras y observadoras, y por eso se empeñaron en superar el modelo de mujer prerrafaelita. Tomaron pues como modelo alternativo a Safo, la poeta de Lesbos, enfatizando el hecho de que esa primera poeta lírica había rebasado su condición de “décima musa” para ser algo más que musa: se había revelado. De hecho Safo –decían- frente a la épica, lo masculino, lo colectivo y la tradición helénica había optado revolucionariamente por la lírica, lo femenino, lo íntimo y la tradición asiática y, al hacerlo, había abierto decisivamente las puertas a un nuevo modelo, a una nueva forma de ser mujer.

Las reencarnaciones de Safo que habitaron el París de los años 20 miraban a las hermosas mujeres retratadas por los pintores prerrafaelitas con compasión pues se trataba de musas asépticas y pasivas encerradas en esa prisión delicada que es un cuadro; que es una vida en posición relegada.

En este sentido Beatriz Russo ha tomado como metáfora a las mujeres de los cuadros prerrafaelitas para, emulando a la vida y obra de Djuna Barnes, Thelma Wood, Natalie C. Barney, Jannet Flanner y el resto de mujeres geniales del París de los 20, reivindicarse a sí misma como creadora y como mujer con identidad propia, con cuerpo y con pasión. Se trata por eso el suyo de un libro aguerrido, densamente metafórico, audaz en el tema y tan intimista y universal al mismo tiempo que uno lo lee como imbuido simultáneamente de tradición y modernidad –de hecho en estas páginas conviven la diosa Astarté y los contenedores, Boccaccio y las fotocopiadoras-.

Además en este poema confesional se dan conciliadoramente la mano la imaginación y la metafísica –La madonnima del pianto condenó mis lagrimales. /Se inundaron mis mejillas con la corriente actividad de los malvados./ No hay tiempo para pedirle cuentas a la vida./ El nihilismo es tan improductivo como el porqué- para acabar conformando un lírico alegato moral que, más allá del feminismo, se erige en una defensa y un elogio de la feminidad con toda su grandeza, su multiplicidad y sus ámbitos propios: “En mi prisión delicada el tiempo no es de los hombres./ Los hombres se suicidaron con las magnolias de la eucaristía./ El vino es el vudú que puso espinas a la rosa./ Y el pan, la duna estéril de un desierto sin agallas.”. De hecho uno termina su lectura pensando en que para esta autora la prisión delicada equivale a su mundo, a esa “habitación propia” de la que hablaba Virginia Woolf. Por eso Beatriz Russo demuestra haberse construido un mundo interior propio, rico y delicado al cual no quiere renunciar pero desea compartir para ampliar así las fronteras mentales que con frecuencia nos constriñen.
Y he ahí uno de los grandes hallazgos de este libro: su gran poder de sugerencia. Y es que uno disfruta tanto de lo que estos versos dicen como de lo que sólo sugieren, de lo que nos invitan a intuir. Y es que este poema, mientras nos ayuda a reparar en lo fascinante que resulta el modo como van cambiando y superponiéndose a lo largo de las generaciones los modelos de mujer, igualmente nos enfrenta a la evidencia de lo anquilosado que aún está nuestro actual modelo masculino: un modelo que arrastra cierto desvirtuado sentido de lo heroico, de la protección, de la sobreactuación y de la dominación el cual nos viene de la épica, del amor cortes y del arte prerrafaelita...

Beatriz Russo, como Safo, Djuna Barnes y tantas otras mujeres valientes que la han precedido, seguramente cree que ha escrito La prisión delicada en defensa de sí misma, pero, como hombre frágil, yo sé que también lo ha hecho por mí; por nosotros... Gracias.

Luis Artigue

http://www.luisartigue.com/

martes, diciembre 02, 2008

Paco Sevilla recibe el premio Ojo Crítico


Ayer se le entregó el premio Ojo Crítico a Paco Sevilla por su poemario 120 Páginas sin lluvia, editado por Amargord. Desafortunadamente no pude ir a la entrega por problemas de salud, pero desde aquí quiero recomendar que se lea su poesía. Tiene otro libro maravilloso, La travesía del hombre barco, editado también por Amargord. Espero que este merecidísimo premio haga que su poesía llegue a todas partes.
Mi enhorabuena, querido Paco.

lunes, diciembre 01, 2008

Feliz cumpleaños, Caballito de mar


EL ÚLTIMO VIAJE


Me dijiste adiós con la mano desde la memoria de un mimo despidiéndose por la calle Dorrego, allá en Buenos Aires. Me dijiste adiós sin que yo intuyera que ibas a emprender un viaje más largo, tú último viaje. Siempre te gustó viajar y me acompañabas en mis vuelos, con el entusiasmo de quien quiere viajarlo todo, vivirlo todo y así te recuerdo ahora en Johannesburgo, acariciando cachorros de león en un safari, cenando en nochevieja con mis compañeros como si fueras un miembro más de la tripulación, riendo, contando anécdotas, probando todos los vinos sudafricanos. Siempre querías probarlo todo, pese a que yo era tan miedosa que me tenías en vilo siempre, como cuando me acompañaste a Costa Rica y te empeñaste en hacer rafting. Yo no podía ir porque tenía que prepararme para el vuelo y me quedé esperándote, pero no llegabas. Entonces me regañé a mí misma por haberte dejado ir, pero ahora que ya no estás me alegra que lo hicieras. Llegaste justo a tiempo de coger el avión de regreso y yo suspiré de alivio, no te tragó el río. Yo siempre tan tremendista y tú siempre riéndote de mí. Te reías como cuando me viste escalar una catarata en Iguazú, sabiendo que me moría de miedo, pero sabiendo que lo haría por verte la cara de orgullo. Superé la prueba del vértigo y me aplaudiste como solías hacer cada vez que le echaba coraje. La tirolina me la perdonaste, demasiadas emociones para el mismo día.
No sé por qué, todos los recuerdos son de agua. Hay barcas por todas partes; en el lago Atitlan en Panajaché (Guatemala), donde hicimos una travesía divertidísima con mis compis parando en los pueblos, visitando a los indígenas en sus telares, perdiéndonos por los mercadillos donde vendían cosas raras.
En Ushuaia (Tierra de Fuego, Tierra del fin del mundo) recuerdo que te embarraste hasta las rodillas al salir de la barca y yo tan contenta porque se te habían estropeado los náuticos que tanto odiaba. Pero tú me miraste y me dijiste que eran indestructibles y era cierto, fuimos al hotel, los lavaste y los pusiste en el radiador para que se secaran. Cuando regresamos, la habitación estaba llena de humo, casi se incendian los malditos náuticos. Pero no, todo ahumado, los zapatos intactos y tú tan contento. Nos reímos todo el día pensando en la que podríamos haber montado por salvarlos.
En Xochimilco (México D.F), recuerdo el viaje con la familia de Montse. Sobre todo Virgilio, su padre, cuando apareció con un cubo lleno de tequila y sangrita diciendo que teníamos que acabar con las botellas. Compramos maíz a las barcas que se acercaban para vendernos su comida y las botellas llegaron al puerto acabadas. Yo eché un pulso etílico con Virgilio, que estaba asombrado con mi resistencia al picante y al tequila. Parecía más mexicana que ellos… Menos mal que María nos había preparado un pozzole para entonarnos.
En Perito Moreno (Calafate), visitamos los glaciares y escalamos uno de ellos con el miedo de hundirnos para siempre bajo el hielo. Qué bien nos sentó el aperitivo sobre la nieve cuando por fin nos quitamos los escarpones. Recuerdo nuestra victoria al conseguir filmar la caída de un buen trozo del glaciar después de casi dos horas esperando. También recuerdo que casi nos perdimos en el glaciar Upsala, sólo por querer ir a nuestro ritmo. Nunca comimos tanta carne como en Calafate. Ansiábamos que llegara la hora de comer para encontrar otro restaurante nuevo donde superar el bife anterior. Al final decidimos que nos gustaba más la carne gallega, sobre todo la de Mens que comprábamos a la señora de la vaquería vecina junto con leche fresca, huevos, y pataticas para hacernos esas tortillas que sólo tú eras capaz de hacer. Nunca he vuelto a comer una igual, a mí no me salen.
En Iguazú superamos la prueba de navegar bajo las cataratas. Nos pusimos perdidos y salimos en el video poniendo todo tipo de muecas de descarga de adrenalina. Casualmente estábamos en la primera fila y el señor que nos filmaba no paraba de enfocarnos. Lo habríamos repetido millones de veces. Era todo un espectáculo ver y sentir la fuerza del agua.
Tengo muchos más recuerdos terrestres, pero he preferido hablar del agua. Quizás fuera premonitorio que te convirtiera en caballito de mar. Amabas tanto el mar, sobre todo la Costa da Morte, tu nuevo paraíso donde estoy segura que liarás a los peces para que te enseñen sus rincones, porque siempre fuiste un viajero incansable, un viajero sin miedo, un alma de otro lugar, amigo de tus amigos hasta hacernos hermanos, adorador de tu familia, hasta hacerla amiga, embaucador de las féminas, (ahora recuerdo las simpáticas tangueras de San Telmo que se enamoraron de ti, o la guía de Ushuaia con la que te intercambiabas poesías por mail, pidiéndome consejo).
Pero tu elegiste Buenos Aires una semana antes de marcharte. Sé que es una casualidad, pero es lo último que conservo de ti y prefiero recordarlo como tu despedida. Te marchaste sabiendo que me quedaba en buenas manos, de nuevo enamorada y feliz, con las cosas arreglándose poco a poco. Siempre nos mantuvimos al día, aunque yo te contaba más cosas que tú a mí. Siempre fue así, eras más discreto y yo más torbellino.
En San Telmo hicimos magia humana, claro que lo recuerdo. Cómo puedo olvidar a todos los amigos que hicimos: Alejandro, Peter, Eva, Velkor el cineasta servio, los chilenos, el mexicano exiliado, la parejita inglesa, los argentinos, las guapísimas tangueras, y otros más que estaban de paso. Todos te dimos una fiesta sorpresa, hoy, hace 4 años. Te mandé a comprar empanadillas. Suena a chiste, pero fue así y como tú nunca cuestionabas mis rarezas, te marchaste al lugar más lejano donde vendían las mejores empanadillas de choclo del mundo y al regresar te encontraste el salón del Hostel TelmoTango decorado con felicitaciones en todos los idiomas y todo lleno de globos y bengalas. Yo no podía permitir que pasaras tu cumpleaños sin sentir el calor de los amigos y tu familia, y aunque no fueran los de siempre, fueron amigos y familia durante ese mes en Argentina. No pudiste acertar mejor dejándome este último recuerdo de ti.

Hace no mucho, en la presentación de mi último libro me mandaste un mensaje diciéndome que escucharme recitar te daba la vida, te ponía los pelos de punta (claro que es subjetivo, me ocurre sobre todo con los amigos). La poesía no sirvió para salvarte (la poesía no salva, sólo calma y expande el alma), pero sé que te has llevado mi voz contigo y sé que seguirás estando en cada uno de mis recitales, como siempre sin faltar, con ese entusiasmo y sensibilidad de siempre.
No sé nada del lugar donde estás, el lugar al que todos, tarde o temprano, llegaremos, pero sí sé del lugar donde estoy ahora, no sé por cuánto tiempo, pero es donde estoy y sé que tú también estás porque sigues vivo en el recuerdo de los que te queremos y siempre te recordaremos. Porque como decía Rosales, vivir es ver volver, que es lo mismo que recordar. Este fragmento del libro La casa encendida, lo empleé para un homenaje días después de tu último viaje. Lo escogí pensando en ti en ese momento. Y como no quiero despedirme, te dejo esta belleza de regalo de cumpleaños en tinta verde, tu color de tinta. Yo no podría haber escrito nada tan hermoso.
Besiños siempre.


"Vivir es ver volver. El tiempo pasa; las cosas que quisimos son caedizas, fugitivas; se van. Y esto es morir: borrarse de sí mismo, borrarse dentro de sí mismo y sentir que se nos van desvaneciendo, que se nos van secando, poco a poco, aquellas cosas que nos hacen el alma, aquellos seres a los que hemos amado un día y a los cuales debemos lo que somos. Pero vivir es ver volver. Es justo y necesario conservar los afectos como eran y los recuerdos como serán y atar los unos a los otros en una misma ley de permanencia; es justo y necesario saber que todo cuanto ha sido, todo cuanto ha temblado dentro de nosotros; está aún como diciéndose de nuevo en nuestra vida y en la vida".

martes, noviembre 25, 2008

Presentación de Francisca Aguirre



CARTA A UNA POETA CANTORA

Hoy me vas a permitir, Francisca Aguirre, que te tu tutee, como sólo se tutea en poesía, desde dentro, desde el rincón donde los niños se esconden a contarse los secretos. Hoy me vas a permitir querida Paca, Paca como mi abuela, que te presente uno de mis plurales yo, el que nació tras leer tu poesía. Porque podría hablar de tu vida, decir que naciste en Alicante, que fuiste niña de la guerra que te arrancaron a tu padre, como a tantas niñas, como mi madre, que edificaron el templo de la vida sin uno de sus pilares, buscando entre los escombros del recuerdo algún tesoro con que calzar su existencia, conchas del mar, caracolas, alguna partitura, el caballete de un lienzo o tazas de café apiladas en las que bebiste en compañía de un amigo o de un maestro. Podría también hablar de tu obra; de Ítaca, Los trescientos escalones, La otra música, Ensayo general, Pavana del desasosiego y de Los maestros Cantores y podría hablar también de tus premios: Leopoldo Panero, Ciudad de Irún, Esquío y María Isabel Fernández Simal, podría hacerlo, pero ya es tarde, no soy la misma que antes de leerte. Querida Paca, es mucha la distancia cronológica que nos separa y sin embargo, me parece haber vivido tu misma infancia, no la de la guerra sino la de Alicia del espejo, la niña que siempre será todas las niñas que juegan solas en una isla bajo la mesa o en un rincón apartado, cuando las tardes son interminables y se oye cantar a los pájaros y se contempla la lluvia en los cristales y hay domingos silenciosos en que dibujamos paisajes que no existen o leemos los libros que los mayores nos trajeron del rastro y buscamos palabras en el diccionario para nombrar de nuevo el universo, porque convendría reinventarlo de nuevo todo, reinventar la gramática y la historia, reconstruir la geografía… y desde ahí, desde la desnudez que da la luz, empezar de nuevo esta mentira, ya me lo dices tú, Paca, ya me lo dijo Alicia. Y Alicia nos persigue con su espejo y en cuanto nos descuidamos nos lo pone frente a la cara, como una niña insistente que no quiere ser ignorada, y nos recuerda que en el fondo, muy al fondo del espejo siempre veremos la misma cara, la inocente cara de niña asustada que pide socorro mientras intenta pasar al otro lado del espejo la pierna ya no vestida con calcetín de hilo y zapato de hebilla, sino con medias de cristal y tacón afilado. Querida Paca, permíteme esta presentación epistolar, pero es que me llevaste a tu isla, a tu Ítaca amada y no quiero regresar por el momento, por eso te escribo esta carta. He visto el telar de Penélope, se conserva como nuevo, lo he tocado y te lo tomo prestado. Ando tejiendo y destejiendo los hilos de mi historia, a la espera de algo, de algo que siempre llega. Qué fácil es destejer en una tarde todo el tapiz de nuestra vida y qué difícil volver a tejerlo de memoria ¿verdad Paca poeta? con los hilos cada vez más cortos y deformados por los nudos, hilos cada vez más desteñidos por el sol, el salitre y la brisa, formando un tejido tan imposible como el tiempo, tú lo sabes, te lo has dicho a ti misma. Porque la vida es un tejer y destejer, un subir y bajar los escalones, los trescientos escalones que tu padre pintó para que subir y bajar te fuera más agradable. La vida es un caminar y desandar lo caminado, porque la vida es un crecer y descrecer al mismo tiempo, regresar a nuestras infancias, porque la vida es el camino de Machado, recorriéndolo, como hizo Alberto Caeiro, tranquilos, plácidos, teniendo a los niños como maestros nuestros y con los ojos llenos de naturaleza. Tú lo has entendido. Qué sola se está en la isla, qué pocas visitas con quien compartir una taza de café, sólo los arrojados por la marea, los que no tienen pañuelo y quieren tejerlo en el telar creyendo que servirá para secar sus lágrimas, pero sus lágrimas son como el mar y cada vez queda menos hilo, menos fuerza en las manos y muchos no lo soportan, están cansados, no se acostumbran y huyen. Nos quedamos solas, solas con los que en silencio quieren acompañarnos, solas, infinitamente solas, como el mar que contemplamos, el mar de anillos que nos oprime como el cuello de la mujer jirafa. Y mientras tanto, aquí, donde lo único posible es seguir, seguir tranquilamente, mirar salir el sol y ver caer la lluvia y ver ensimismados cómo cuaja la luna unas flores extrañas. Porque la luna bien sabe que todo es mentira, que el amor es un invento, te lo dijo Unamuno, tu maestro, y tú indignada protestaste “Mi querido maestro, no es posible, semejante dolor por un invento. Tanta desolación, tanta amargura, tanta nolstalgia y tanto desconsuelo por algo que tan sólo es un invento, una ficción, un sueño, un espejismo”. Cuánto entre todos nos aprendemos, Rosalía, Santa Teresa, Storni, Borges, Machado y Vallejo, Rubén, Carrol, Bécquer, Neruda, Kafka, Manrique y Garcilaso y tantos otros anónimos a los que juntas agradecemos su existencia en nuestra escasa vida. A ellos y los dioses mitológicos, nuestros sabios dioses y mitos devorados por los buitres o castigados a subir infinitamente una roca por una ladera tan empedrada y empinada como la vida. Y en mi humilde homenaje, a ti, Paca cantora, que del amor aprendiste su música, que entendiste todas las partituras, las de la otra música, la música depredadora que penetra en los rincones de nuestro incierto corazón y los despoja de cuanto fue riqueza, la música del fondo, que sólo se escucha con un traje de buzo que nos desciende al fondo del abismo, la música impostora, que miente como miente la tarde, como miente la vida, …Música delincuente que todo lo trastocas. la música de los inocentes que nunca suena si no es dentro de alguna cavidad profunda y que sólo oyen aquéllos que llevan una herida en cada ojo. Gracias por enseñarme que tras estas tortuosas melodías sonará un moderato, cada vez más despacio y seremos para siempre los que miran, cada vez más despacio, tarareando, indiferentes, educados y viejos hasta que sólo suene nuestro propio réquiem. Y la música amansará también mis fieras y yo también me construiré un invernadero, una reserva natural donde proteger al mundo de mis peligrosas fieras, que también me arañan, para que nadie me acuse de homicidio, aunque sea involuntario y pueda seguir alimentando a los monstruos en mi pequeña tienda de los horrores, cantándoles nanas de amor para que no me coman el alma.. Y aprenderé del canto de la Troyana, y cada día será un ensayo general, cuya función tan solo será una vez representada; en la última función de mi vida. Porque lo que importa es el ensayo, con sus tropiezos, confusiones y desgarros, con su quedarse en blanco, las meteduras de pata, lo improvisado, ensayar el amor aunque duela el deseo, no poder tocar al amado y que nos hagan una herida mortal al separarnos, Y que no seamos siempre sólo actores, figurantes o el coro en el escenario, sino también espectadores de nosotros mismos, desdoblados, mirándonos desde el patio de butacas, a través del espejo o desde una ventana mojada por la lluvia. Y ya entre actos tomaremos una taza de café para hablar de poesía o tan sólo para pasar un buen rato.
Beatriz Russo, 2003

sábado, noviembre 15, 2008

Presentación de Alexandra Domínguez

ALGUNAS COSAS DE ALEXANDRA DOMÍNGUEZ PARA NO OLVIDAR


En una ocasión el poeta mexicano José Emilio Pacheco intentó responder a la eterna pregunta de qué es poesía y dijo que la poesía es la sombra de la memoria. Yo llevo mucho tiempo intentando encontrar una definición, pero no llego nada más que a aproximaciones e incoherencias. Por eso he decidido quedarme a la sombra de esa memoria o de ese árbol tan difícil de clasificar y seguir contemplando cómo le siguen naciendo ramas y hojas, y flores y frutos, sin preguntarme por quién creó al árbol, sino por quiénes lo riegan, lo podan y lo custodian.
Y me ocurre que a veces, pocas veces, me encuentro con algún jardinero de esa memoria, alguien que como Alexandra, no se pone guantes de goma, sino que toca los tallos sin temerle a sus espinas y se pincha los dedos, sin miedo a quedar eternamente dormida. Porque para oler la flor hay que acercársela a la nariz y eso es lo que hace Alexandra con el arte, la música, el ser humano y la poesía; lo agarra con la mano, cierra el puño y lo eleva hacia su pituitaria, inhala su aroma y lo guarda en el perfumero de su voz y su conciencia.
Yo tuve la suerte de conocerla un día en una cena de invierno bajo la sombra de un árbol cubierto de flores raras, en el estricto sentido de lo extraordinario, y ella, en vez de hacerme flor de temporada o de plástico, me acogió con sus dos manos generosas y me sonrió con esos ojos con conciencia de ojos que han aprendido el difícil oficio de saber mirar y me habló con esos oídos con conciencia de oídos que han descubierto el misterio de la comunicación. Y después se fueron sucediendo las estaciones con sus ventanas de lluvia, vaho y huellas de manos amistosas hasta hoy en que me encuentro aquí sentada a la mesa de un ser humano, poeta y pintora que puso en mi memoria humana, poética y pictórica cosas de ella para nunca olvidar.
Alexandra habla de la invisibilidad como los enamorados hablan de su primer beso, del primer roce de labios que se hacen invisibles, en ese instante en el que dejan de ser labios para convertirse en beso. Y esa invisibilidad que habita en lo intangible de un poema es donde veo a la poeta que nos enseña y lo afirma, que lo que se ve, se ve aunque uno sea ciego. La realidad ya no es una secuencia de verbo e imagen, sino un aleph de universos entrelazados donde residen la imaginación y la fe en lo invisible. Un lugar que no sólo se transita, sino que se mimetiza con el alma para seguir siendo adentro y afuera. Porque las estrellas no sólo están en el cielo para contemplarlas. Las estrellas, decía Mestre, son para quien las trabaja, y trabajarlas no sólo es cuestión de cincel sino de espíritu. Y el espíritu está en la casa de los habitantes invisibles. Tú eres ese habitante invisible, Alexandra, y como todo lo invisible todo lo abarcas. Como los sueños que no temen a los juicios y se manifiestan sin importarles que alguien les convierta en conejo de mago o romero en manos de una cíngara. Tú sueñas porque sabes estar y sobre todo, sabes ser, en esta casa de huéspedes a la que llamas poesía. Y saber ser no es un misterio para los que han escuchado el canto de un colibrí y saben que mueren envenenados bajo las buganvillas.
Tú has conquistado el aire para que hablemos de lo insignificante, para que el sueño sea un sueño para el sueño y un motivo para dormir sentados escuchando el eco de los relámpagos sin miedo a la fulminación.
Detrás de lo terrible está también lo bello, como el carbón pereciendo entre las llamas para no dejar morirse de frío al indigente. Y detrás de lo terrible de este mundo estás tú, Alexandra, que te deshaces en voces para que la belleza tampoco se muera de frío.


La verdad está en los otros, tú lo sabes bien que eres la voyeur de las ánimas desapercibidas. Y yo, que he aprendido que la verdad es viento en la arena, vibración en el pasamanos de una escalera mecánica, zambullido de los cantos rodados en la planicie de un estanque bordeado por niños de campo. La verdad es el instante en que te detienes a hacer pompas de humo con tu cigarrillo Dunhill después de haber aspirado el bosque de Rimbaud o de haberle cepillado el cabello a la bella Emily Dickinson con un cepillo de plumas de ave transparente.
Así es como te veo, querida Alexandra, como un ángel sobrevolando Berlín, lugar que se me ocurre porque ya se le ocurrió a Wenders y esto es algo también para no olvidar. Un ángel sobrevolando Berlín, pero sin querer dejar de ser ángel, porque no te hace falta dejar de estar en el cielo contemplando para seguir en el cielo contemplando, acariciando los harapos del mendigo o las lentejuelas de un percebe que quiere ser más hermoso; asida a la rama de un sombrero de paja para convencer a las aves de que el hombre que las espanta es inofensivo; sosteniendo tus pinceles con un peto vaquero para apuntar al lienzo sin sospechar que hacía rato que el lienzo se había rendido a tus pies; escuchando jazz en el Central sin saber que alguien soñaría esa noche contigo, imaginándote parisina o dama de un cuento de Dickens; regañándole a la noche por durar menos de la cuenta o siguiendo con tus labios insonoros el poema recitándose solo en el acordeón del poeta; y aunque pueda parecer cursi, que a veces me da por serlo, también te veo yendo hacia tus diecisiete pasando desapercibida, porque el tiempo detiene su reloj cuando encuentra una sonrisa que torna dichoso el corazón de los hombres y llena sus bolsillos con algo parecido a la esperanza. Y es así es como te veo, querida Alexandra, como una poeta que escribe versos para llevar en el corazón y en el bolsillo.
Beatriz Russo

miércoles, noviembre 12, 2008

Alexandra Domínguez en el Ateneo de Madrid

Queridos amigos,
tengo el placer de invitaros a la lectura de poemas de la poeta y pintora Alexandra Domínguez.
Día: viernes 14 de noviembre
Hora: 22.30
Lugar: Ateneo de Madrid, calle Prado, 21
En los viernes de la Cacharrería, dirigidos por Miguel Losada.
Presentada por mí, Beatriz Russo.

Os recomiendo que visitéis su página Web:

http://www.alexcaroldom.com/

Os fascinará.

miércoles, noviembre 05, 2008

Sombra a sombra de Santiago Gómez Valverde

Otro recital para el jueves de otro amigo poeta. Copio nota:

El próximo jueves, día seis de noviembre, a las 20 h., en la Fundación Centro de Poesía José Hierro ( C/ José Hierro nº7. Sector III. Metro Conservatorio. Getafe.), dentro del ciclo ‘Panorama literario’, tendrá lugar la lectura del poemario ‘Sombra a Sombra’, de Santiago Gómez Valverde (Ediciones Vitruvio). Dicho acto será prologado por el poeta José Cereijo.

Disfrutadlo.


martes, noviembre 04, 2008

Luis Luna en La Casa del libro


Queridos amigos,
os recomiendo este recital de Luis Luna.
Pinchad en la invitación para más detalles.
Disfrutadlo.



lunes, noviembre 03, 2008

ENCUENTRO LUSO-ESPAÑOL DE POESÍA

Queridos amigos,
os recomiendo este encuentro de poesía en la Biblioteca Nacional.
Para más detalles, pinchad en la invitación.

Espero que lo disfrutéis.

sábado, noviembre 01, 2008

jueves, octubre 30, 2008

Homenaje al poeta brasileño Lêdo Ivo en Morelia


Mi querido Lêdo arropadito por algunos poetas del mundo latino en Morelia.
España, Portugal, Cuba, Colombia, México, Costa Rica, República Dominicana, Nicaragua, Perú, Chile, Uruguay, Italia, Francia, Holanda, Rumanía, Canadá, Luxemburgo.... Todos con él.
Recomiendo profusamente la lectura de este maestro del verso.


Un abrazo.

miércoles, octubre 29, 2008

Homenaje a Azcona en Verines




TRAVELLING EN EL HOGAR DE LA PALABRA Y LA MEMORIA
(En homenaje a Rafael Azcona)

Decía el poeta Luís Rosales que vivir es ver volver. El tiempo pasa; las cosas que quisimos son caedizas, fugitivas; se van. Y esto es morir: borrarse de sí mismo, borrarse dentro de sí mismo y sentir que se nos van desvaneciendo, que se nos van secando, poco a poco, aquellas cosas que nos hacen el alma, aquellos seres a los que hemos amado un día y a los cuales debemos lo que somos. Pero vivir es ver volver. Es justo y necesario conservar los afectos como eran y los recuerdos como serán y atar los unos a los otros en una misma ley de permanencia; es justo y necesario saber que todo cuanto ha sido, todo cuanto ha temblado dentro de nosotros; está aún como diciéndose de nuevo en nuestra vida y en la vida.

Me he sentado frente al televisor como aguardando la nieve anunciada tras los cristales de una ventana por la que espero la nostalgia blanca de mi infancia. La nostalgia me la traería la nieve, si ahora nevara. Pero he encendido el televisor no para ver nieve, aún es verano y mi televisión no está estropeada, sino para ver volver. Y he vuelto para hacerle otro nudo a la memoria de mis abuelos y de mis padres con las manos que me prestas tú, Rafael, y los magos de la escena que te acompañan, y se me ha hecho un nudo en la garganta. He vuelto temblando de humana desde aquel primer pisito. He temblado de melancolía y resurrección. He temblado al ver a mis abuelos y a mis jóvenes padres buscándose la vida entre los escombros en los que se había quedado la España de posguerra para comprarse ese pisito y casarse y parirnos a mí y a mi hermana. Porque yo nací después de todo esto, llegué con la mesa puesta en una casa con techo y bañera y calefacción central. Llegué después, a un hogar donde ya no había huéspedes y se comía carne y no sólo lentejas y se levantaba la mano derecha no para cantar cara al sol sino para señalar a las estrellas. Yo nací después, pero no me olvido de mi casa paterna, no la casa de ladrillo y tierra, sino la otra, la que siempre está encendida; la de los afectos y la conciencia.

He recorrido las estancias de esta casa en herencia conversando con los testigos de una estampa de hambre y miseria y me he visto a mí misma en otra suerte de azar que me pudo haber hecho nacer antes y no en los setenta. Y he sido mis padres desde mi sofá blanco mirando mi televisión de plasma con un gesto anacrónico de sorpresa. Azcona me enseña su pisito, como el guía del Hermitage seguía explicando los cuadros en un museo desvencijado como si aún estuvieran presentes, y yo los veía como si nunca hubieran abandonado esas paredes. Así comenzaba la vistita en una casa llena de habitaciones, como las habitaciones que hay en el alma de un poeta. Entonces he visto que ahora en mis estancias hay mucho acumulado de antes, porque la palabra del alma es la memoria, decía Rosales. Y en esta memoria acumulada estás tú, que me tendiste la mano de mi realidad más remota, pasándome el testigo de una existencia fortuita. Porque tal y como eran las cosas, dar la vida fue una hazaña heroica para muchos padres.

Sigo sentada en mi sofá blanco, frente a la misma televisión de plasma, pero ya no estoy donde estaba antes, pese a seguir en el mismo sitio. En la casa de Rafael, sencilla y austera, las bombillas no se funden nunca, pero los braseros siguen siendo de carbón y las camas se calientan aún con piedras incandescentes. Alguien tiene que ir a buscar el carbón que alarga las sobremesas. Alguien tiene que poner las piedras sobre el fuego para que no sigamos durmiendo congelados. El frío de la conciencia convierte en bandeja de avión a una mesa y en ataúd a una cama. Tú te llenaste las manos de carbón y piedras. Tú haces de la mesa una cama y de la cama una mesa. Tú no estarás nunca solo porque has dejado palabras en todos los corazones que ahora te sienten. Porque la palabra es la memoria y quien ahora te piensa te regresa.

La casa que ahora me muestras tiene afiches del ladrón de bicicletas, fotografías de Ramón Masats, versos hernandianos tendidos en una cuerda, vestigios de la quimera de oro, entre otras cosas. También veo curas. ¡Cuántos curas había en escena, cuántos guardia civiles, cuánta burguesía, cuánta suciedad, cuánta miseria! ¡cuántos silencios corruptos! ¡cuánta castidad con trastienda!

Ahora me siento fuera de escena, como si mirara a través de una pecera sin haber aprendido aún el lenguaje de los peces. Pero tú me vuelves a agarrar la mano y yo veo Irak, y veo La Habana o cualquier pueblo reprimido a tan sólo unas horas de avión de mi casa. Todo es igual, ni siquiera nos salvó el color.
Me voy un momento al baño, o quizás me quede para siempre. Quiero ser una anacoreta. Mi cama, la bañera, el bidé la cuna del hijo que nunca tuve, la ducha de mano un teléfono para conversar con el agua, el lavabo un lugar para no tener las manos nunca sucias y el espejo para no perder mi rostro de vista y poder reconocerme cuando todo importe lo que tiene que importar. Mandaré mensajes en una botella al dios que la encuentre primero para que deje encendida una luz de emergencia en los barrios marginados y encienda más hogueras en las noches de San Juan. No. Mejor regreso a mi sofá blanco, aunque se cuelen los mensajes enlatados que lanzan las emisoras de ahora tirando de su propia cadena.

- ¿Dónde me llevas ahora? ¿Qué dios puso a ese verdugo en esta casa? ¿Quién confeccionó esa capucha que ahora veo colgada del pomo de la puerta?
Los mismos que ahora visten de saldos las cabelleras de los que han renunciado a llevar sombreros de plumas y desnudan sus cabezas para que el sol les de un poco de esperanza. Tampoco ahora hay elección, los talentos se emparedan en las viviendas. Las paredes esconden los cadáveres de la ilusión ejecutada llorando de nostalgia a través del gotelet. Abogados en las gasolineras, actores en los supermercados, médicos reponiendo latas en las tiendas. El verdugo de ahora es el mismo de ayer y el mismo de mañana. Nacer perro de raza es una buena opción para dormir caliente y comer sentado a la mesa del Señor. Vivir hombre es cuestión de estrategia.

Decía Gómez de la Serna que los que van al cine se alimentan de fantasmas pasados por la luz. Yo veo esa luz que ahora me hace fantasma porque yo aún no existo. Yo soy el testigo futuro de esa esperanza que habitaba en los rostros que sueñan un cambio de suerte. Sí, ha habido un cambio de suerte para algunos míseros, pero aún hay otros como tú, Plácido, recorriéndose las calles en busca de un pellizco más para acabar el mes. Yo soy el testigo futuro de esa esperanza, repito, mientras Rafael me agarra de nuevo la mano y me conduce al comedor. Hay un banquete dionisiaco sobre la mesa.

-- Aquí no se pasa hambre -- me dices -- aquí se pasa desidia. Porque el hambre mata a la desidia y la desidia mata al hambre. Es cuestión de turnos.
-- Pues yo siempre tengo hambre, te digo.
-- Entonces no morirás de desidia – me respondes mientras te comes unos huevos fritos con chorizo. Y ahora vámonos antes de que me suba el colesterol -- añades.


Ahora estoy en el pasillo de tu casa. Subida en una grúa doy un paseo en travelling, como una paralítica que quiere tomar el sol en otoño o un ancianito al que le regalan un cochecito para no caminar tan lento y alargar la vereda que le ha de llevar hacia la línea de meta. Veo la vejez de cerca. Siempre creí que estaba lejos, pero se acerca, con este travelling que me aproxima al rostro arrugado de vida y resignación. La senectud abandonada en la cuneta, la experiencia cruda y molesta arremete contra la siguiente generación. Yo adoro ese rostro tierno y sereno y lo envidio. Envidio sus caprichos y su terquedad mundana. No es absurdo fingirse un paralítico en una ciudad donde nadie cede el paso al caminante. No es absurdo decidir no caminar con las piernas para vencerle el miedo a los tropiezos. No es absurdo salirse de la cuneta y no permanecer en la misma escena de siempre como un aparador heredado al que no se le encuentra ubicación.

Pero, basta ya, te digo, llévame ahora a ver la Corte del Faraón. Quiero ver que el esperpento se repite como el viaje en una carroza de actores de plomo candente conducida por Francisco Nieva transitando la calle del pez llena de espejos cóncavos que alargan la estatura de los enanos y engorda el pecho de los comisarios y los curas en la farsa de la calamidad.

Y ahora que se ha hecho de noche, llévame a la habitación de las luces. Llévame donde duermen los niños de la disputa, soñando el nombre de sus madres cuando la noche no les sirve para arroparles con la manta y darles un beso en la frente, sino para esconderse en la almohada que atesora su infancia. Llévame donde el deseo se insinúe tras un biombo, simulando sombras chinescas que se esfuman con la lámpara durmiente.

Está amaneciendo. Veo el bosque a través de la ventana. Yo sueño con un amanecer en ese bosque, refugio de la piel de los que no se sienten iguales e intento encontrarle una explicación a la ceguera que impide convivir en paz en medio de tanta belleza. El bosque está siempre animado, en el bosque todas las épocas son bellas, porque en el bosque los árboles no se hacen la guerra
Me agarras de nuevo la mano y me pides que cierre los ojos. Ahora estoy en la habitación de un poeta. Podría encontrarme a Robert Walser, pero me has traído a la biblioteca del viejo profesor que caza mariposas para verles la lengua. Te miro. Tú me miras desde el quicio de la puerta:

-- Los libros son como un hogar. En los libros podemos refugiar nuestros sueños para que no se mueran de frío – me dices.
-- Rafael, tú siempre fuiste un poeta. Un poeta en la belleza y la conciencia.

Ahora veo de cerca a Don Gregorio sentado en su silla, que también es La silla de Fernando. Tiene La isla del tesoro en la mano y pienso que los dos sois ahora para mí un tesoro; un tesoro en mi isla, allí donde escondo el ajuar del sueño y la vida, siempre con el temor a los piratas que quieran saquear mi alma con cañones apuntando a mi conciencia. Yo tampoco estoy a salvo de perder esa conciencia. Pero miro tú rostro ahora, querido profesor, y te pido que me ayudes a salvarme de convertir a las mariposas en piedras.

El sol no ha retrasado su salida y te reclama. Porque tú siempre miraste al sol a la cara, a su cara verdadera, esperando su llamada. Sé que tienes que marcharte ahora y no un minuto más tarde. Dejas tu casa abierta de par en par; el hogar de las estancias de lo humano, la conciencia y la nostalgia. Me despido de ti viéndote ascender hacia la luz, mirando al sol de frente, con un girar de voz que sigue el eco de tu despedida en un jardín donde los girasoles, mis girasoles, ya nunca se quedarán ciegos.
Beatriz Russo

miércoles, octubre 22, 2008

Presentación del Perfecto dejado de Sebastián Fiorilli

Queridos amigos,
os recomiendo la presentación del último poemario del poeta Sebastián Fiorilli, El perfecto dejado, publicado por la Editorial Mar Futura.
Presentado por el poeta Julio Espino Noval.
Lugar: Ateneo de Madrid
C/ Prado, 21
Día: viernes, 24 de octubre
Hora: 22.30
Para más detalle, pinchad en la foto.

Espero que lo disfrutéis.



domingo, octubre 19, 2008

Crítica de La prisión delicada en ABCD


Alucinógena voz

Libros Por Luis García Jambrina


La prisión delicada es el segundo poemario publicado por Beatriz Russo (Madrid, 1971), que se dio a conocer con el titulado En la salud y en la enfermedad (2004). Se trata de un poema extenso, un canto continuado en el que los versos que aparecen al principio («Ésta es mi prisión delicada. / No me salvéis. / Aquí yacerá la que pudo haber sido Ophelia. / Inventadme un epitafio que se oculte bajo el musgo. / Que nadie incinere mi cuerpo. / Tengo algo que evocar») se repiten -con alguna variante- a lo largo del mismo, lo que le da unidad y una intensidad creciente. Nos encontramos ante una exaltación de la poesía y del arte y ante un homenaje a las tres mujeres que figuran como dedicatarias del libro: Lizzie Siddal, Fanny Cornforth y Jane Morris, esposa y amantes del pintor y poeta Dante Gabriel Rossetti; musas y modelos de la Hermandad Prerrafaelita.

Son muchas, en efecto, las alusiones a estas musas de origen humilde y a algunos de los cuadros para los que posaron, en una época, la victoriana, en la que ser modelo de artista era algo casi tan bajo como ser prostituta (de hecho, Fanny lo había sido). Naturalmente, la autora trasciende lo anecdótico y lo culturalista para convertirlas en símbolos de la condición femenina y de su papel en el arte. En este sentido, destaca la figura fascinante y trágica de Lizzie Siddal -la «Ophelia» del famoso cuadro de Millais y la «Beata Beatrix» de Rossetti-, que se suicidó con una sobredosis de láudano, dejando inédita una colección de poemas. «¿A quién le importa la lengua de los muertos? / ¿A quién, la alucinógena voz que se pronuncia entre los versos de Lizzie Siddal?», se pregunta un yo lírico femenino en el que convergen diferentes máscaras y, en especial, la de la propia Siddal.

El adjetivo alucinógena le conviene también a la voz de Beatriz Russo. A este respecto, cabe señalar que, a través del lenguaje, ésta logra producir una visión alucinada y, por lo tanto, sorprendente y nueva de las cosas. De ahí su tono visionario, onírico, irracional y, en ocasiones, surreal. La suya es, además, una poesía de largo aliento, torrencial, envolvente y expansiva; escrita, por lo general, en extensos versículos y organizada en torno a una serie de recurrencias de todo tipo. Su estructura es, a la vez, cíclica y progresiva. Pero, sin duda, lo más destacado es su carácter vigoroso y exaltado, de una gran fuerza rítmica e imaginativa. He aquí, pues, la obra madura de una autora que, según ha confesado, accedió no hace mucho a la poesía, tras un período de encierro que, al final, resultó deslumbrante y revelador.


http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=10529&sec=32

miércoles, octubre 01, 2008

El valor de los derechos de autor

Pinchad en la imagen para ampliar carta.



martes, septiembre 23, 2008

Recital en el Círculo de Bellas Artes

Queridos amigos,
os invito a mi próximo recital de poesía en el Círculo de Bellas Artes.
Leeré poemas de mi último poemario, La prisión delicada, publicado por Calambur editorial.
La presentación correrá a cargo de la poeta y artista plástica Alexandra Domínguez.
C/ Alcalá 42. Madrid.
Día 2 de octubre a las 20.00.
Os espero.

jueves, septiembre 18, 2008

CARTA DE AMOR DE SILVIA COMES

Aquí os pongo el videoclip de mi querida Silvia.
Esto es arte y belleza.
Pertenece a su disco FARO.


lunes, septiembre 15, 2008

Recital-Concierto

Queridos amigos,
os recomiendo el Recital - Concierto de Cecilia Quílez con Joan Valent y Suso Sáiz. Presentado por la poeta y dramaturga Ana Martín-Puigpelat.
Para detalles, pulsad en la invitación.

Cecilia leerá poemas de su último libro, publicado en Calambur El cuarto día. Os copio reseña aparecida en ABCD de las letras, escrita por Jambrina:

El cuarto día es el tercer libro de poemas de Cecilia Quílez (Algeciras, Cádiz, 1965), que con anterioridad había publicado La posada del dragón (2002) y Un mal ácido (2006, mención especial del Premio Francisco de Quevedo). Su reciente poemario conecta, de algún modo, con el anterior y a la vez inaugura un nuevo ciclo en su trayectoria. Se trata de un libro unitario cuyos poemas giran precisamente en torno a la idea de la resurrección, el tiempo cíclico o el renacimiento; asimismo, presenta una cuidada estructura, con un poema prólogo, tres partes o secciones («Columna de peces», «El orden de las cosas» y «Propósito de enmienda») y un epílogo, donde se hace explícito el sentido del título: «El cuarto día es el primero / después de mi resurrección. // Cantan ya los apóstoles». No son estas las únicas referencias al imaginario cristiano; en la tercera sección, por ejemplo, hay un texto titulado «Cuatro misterios y una ofrenda».

En su conjunto, estos poemas plantean una original indagación existencial, la búsqueda de un nuevo sujeto femenino, lo que implica también un cuestionamiento y una reinvención de los sentimientos («Cuántas veces cuántas tendré que decirte / que esta forma tuya de querer me está matando», leemos en «Amor letal»), así como una concepción distinta del tiempo. En el poema titulado «La invención del tiempo», vemos cómo el desajuste temporal va ligado a la propia disolución del yo: «Mi reloj no se acompasa, / va dos vidas retrasadas / y una muerte por delante. / (?) / Pasado mañana se ha quedado / leyendo los posos del futuro, / y ayer ocurrió que yo estaba / en cualquier parte. / O puede que todo esto no sea nada / porque yo ya me haya ido».

Todo ello, además, guarda una gran coherencia con su poética, expuesta de forma fragmentaria en algunos versos del libro: «Destrozas las palabras porque no las conoces. / La insuficiencia ha hecho de ti un molesto antecedente. / También es poesía lo que no consta: Reinventemos el desorden», nos dice en el titulado «Regresar desde el agua».

En lo expresivo, destacan la ironía, el irracionalismo, las imágenes visionarias («un camposanto de pájaros resucitados»), el ritmo fluido y la variedad de tonos y registros. En ocasiones, los poemas tienen un aire sentencioso; en otras, más bien onírico; en los textos más breves -algunos de ellos cercanos al haiku-, lo más relevante es su capacidad de sugerencia y el intento de fijar el instante. El resultado es un libro maduro y distinto.

Espero que lo disfrutéis.

lunes, agosto 18, 2008

Cartas consulares de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán

Hace tiempo que quiero recomendaros este libro de poesía de mi querido amigo Miguel Ángel Muñoz publicado en la editorial Calambur (no por eso lo recomiendo, es fascinante, aún me sigue estremeciendo). Os incluyo una reseña aparecida en el ABCD de las letras, escrita por Jambrina. Espero que os anime a leerlo.



Entre la duda y la esperanza. No hace mucho, teníamos la oportunidad de leer unos textos en prosa de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán (Madrid, 1961) incluidos en el último libro de Juan Carlos Mestre, El universo está en la noche (2006); eran comentarios de un poeta sobre un poeta afín en los que demostraba estar familiarizado con los relatos míticos y legendarios y las literaturas ancestrales.
Tras la publicación de Una extraña tormenta (1992) y Las fronteras (2001), nos ofrece ahora su tercer poemario, Cartas consulares. La epístola en verso, como es sabido, es un género poético que ha gozado de una gran tradición en la literatura occidental, desde los grandes maestros, Horacio y Ovidio, pasando por Petrarca y algunos grandes poetas áureosespañoles, hasta llegar al chileno Gonzalo Rojas, por poner un ejemplo reciente y no ajeno a Muñoz Sanjuán. Las Cartas consulares están llenas de referencias y resonancias clásicas, pero, a la vez, están escritas en un lenguaje moderno y visionario. Como las de Ovidio, también éstas son cartas de un desterrado («Gracias por acogerme como se abraza a un desterrado»;
«consciente soy de mi condición de extranjero en esta tierra»), de un «extraño en tránsito», de un viajero, como el héroe Jasón, condenado a vagar por el espacio y por el tiempo y a separarse de los suyos («Primera carta consular o parlamento sobre Jasón»). De hecho, estas diecisiete epístolas conforman el relato mítico de un alma errante y en pena que quiere recordar y ser recordada, reconocerse y ser reconocida por su familia, antes de despedirse definitivamente del mundo: «Esta es la historia que habita mi existencia;así da comienzo el silencio,y solamente él lo sabe, pues cada corazón teje su propia leyenda y describe sus desconocidas cartas topográficas». Se trata, pues, de rememorar a través de la escritura, dado que la memoria es una carta póstuma que, desde el pasado, nos envían nuestros antepasados, para que no los olvidemos, y así no morir del todo («pues un padre nunca reside en una tumba, / su lugar son
los telares del pasado»); también para que podamos recobrar nuestra propia identidad («Si un hombre halla los restos de su propia tumba, / y en ellos no sabe reconocer los huesos de su padre. / Si de esa arcilla se es y en ella no se desea estar, / quién es el que fui y el que ahora me siento…»). Se trata, en cualquier caso, de «retornar», no de volver, puesto que retornar es «ser de nuevo el que fuimos» en la memoria y en la vida de los otros. Y así ha de ser, de generación en generación:«Los muertos hablan antes de morir.Pronuncian palabras como las que mi padre dijo,como las que yo también un día pronunciaré».Los últimos versos del libro resultan, en este sentido, muy reveladores:«Aquel hombre regresó diez días después de muertopara volver a mirarlo,y su nieto lo sabe».Así pues, no es extraño que, en estas cartas, se mezclen y se superpongan el pasado y el presente, la vigilia y el sueño, la realidad y el mito, la historia y la leyenda, y, por supuesto, la vida y la muerte; de hecho, en buena medida, podría decirse que son cartas de ultratumba («A la muerte hay que hablarle con sus palabras. / Mas si alguien me pregunta: qué palabras son esas, yo le diré: / soy un hombre, y traigo a la muerte de la mano. / En el reino de Hades, la vida es un perro tratado a patadas»). En cuanto al yo que habla en estas cartas familiares, cabe decir que es un sujeto desdoblado –en un padre y un hijo, en un yo y un otro, en el personaje y su doble– y habitado por numerosas voces, un hombre, por tanto, que habla «como un pueblo entero». Estamos, pues, ante una poesía visionaria y elegíaca, caracterizada por un profundo aliento épico y un tono profético u oracular. Su discurso, por lo demás, no es lineal ni lógico ni enunciativo, sino fragmentario, irracional y autorreferencial («Y así también podría comenzar esta historia, / sabiéndose reescrita como otras muchas cartas»). Y sus poemas, generalmente extensos y compuestos por versos largos, casi versículos, están llenos de reiteraciones rítmicas, de inquietantes antítesis y paradojas («Qué pequeñas las Casas de la vida, / qué grande la Morada de la muerte». «Todo era extraño y por ello normal») y de
sorprendentes imágenes («Porque así son los árboles, / vestiduras sagradas para el corazón de los pájaros»). Una voz, en fin, madura y original, y un libro que se mueve «entre la duda y la esperanza».

LUIS GARCÍA JAMBRINA (ABCD de las letras)

martes, julio 08, 2008

THE MOVIE

http://video.google.com/videoplay?docid=-7619379823675726232

DOCUMENTAL INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN A LAS 13 PARTES QUE COMPONEN ESTE DOCUMENTAL. MERECE LA PENA VERLAS TODAS, ESTÁN EN YOUTUBE.

DOCUMENTAL

BRUTAL... SIN PALABRAS.



viernes, julio 04, 2008

Los Fans de Mamá Vaca


Hace tiempo que quiero contar la última aventura de Mamá Vaca, sobre todo pensando en Nán, que de vez en cuando me manda señales para que siga escribiéndolas. Ésta la tenía pendiente desde hace un mes (vaya mesecito llevo). Así es que va por ti de nuevo, querido Nán.

Pues resulta que a Mamá Vaca le ha llegado tarde su oportunidad de poder concursar en OT y se ha encontrado con que, sin proponérselo, se ha hecho con un pequeño grupo de Fans que la siguen. La cocina de su casa de Málaga da a un patio de vecinos. Cada mañana Mamá Vaca se levanta cantando. Ella canta todo el rato y a Papá Toro le duele ya la cabeza de tanto concierto particular.
- Pero, ¿es que no puedes cambiar el repertorio? Estoy de la Pantoja hasta el gorro -- le dice desesperado mientras sale de casa a comprar el pan.

- Hijo, qué soso eres, si estamos en la tierra de la Pantoja, no me voy a poner a cantar jotas.


Mamá Vaca sigue a lo suyo mientras ordena la cocina, cantando sin parar, con ese énfasis que le pone ella cuando está sola.
De pronto oye un coro que viene del patio, se asoma y ve que en el piso de enfrente hay unos obreros trabajando en una reforma cantando la misma canción que ella. Entonces Mamá Vaca cambia de canción para ver si ha sido coincidencia y escucha que los obreros también hacen lo mismo y comienzan a seguirla. Mamá Vaca, se vuelve a asomar y se encuentra a los obreros mirando hacia ella y cantando. Ella, que ya se encuentra en el papel, vuelve a cambiar la canción y se pone a cantar hacia el patio "Marinero de luna, lalalalala...." y ellos la siguen animadísimos.

De pronto llega Papá Toro y se encuentra la escena folklórica.

- Pero bueno, ya lo que me faltaba, ahora sí que estoy apañado - dice mientras se asoma al patio y ve que poco a poco van apareciendo cabezas asomándose a la ventana y en unos minutos se comienza a oír un coro de vecinos acompañando a Mamá Vaca y a los obreros.
Papá Toro, que es el andaluz, pero tiene menos gracia que Mamá Vaca, que es madrileña, se va a la terraza del salón a leer el periódico protestando.

Al día siguiente se levanta Mamá Vaca con la ilusión de encontrarse a sus seguidores y comienza a cantar. Los obreros estaban en la casa de enfrente y comienzan a cantar de nuevo con ella. De pronto a Mamá Vaca se le ocurre cantar un chotis, que es de su tierra, pero se encuentra con que los obreros se callan.

- Pero bueno... -- les dice -- ¿es que no conocen ustedes ningún chotis?

Todos responden que no, que ellos son andaluces y que los chotis no los conocen, que no son tan famosos.

- Pues ahora van ustedes a escuchar uno y se lo van a aprender.
Así fue cómo Mamá Vaca comienza a cantar "Yo soy Manolo el chavea, el chulapo de Madrid...." . La escena no podía ser más cómica. A los obreros no les salía el acento madrileño y Mamá Vaca estaba de lo más chulapona (ella fue portada del ABC en la Verbena de la Paloma, vestida de chulapa, por guapa). Nada que hacer, los obreros no cambiaban el acento y al final Mamá Vaca decide que es mejor seguir con el repertorio de la Pantoja y todos contentos.
La obra de la casa de enfrente acabó y Mamá Vaca se quedó triste porque ahora tiene que cantar sola con Papá Toro cascarrabias como único público. "Ay, si ella fuera más joven, otro gallo cantaría...".

lunes, junio 30, 2008

Beatriz Russo en Cómo les va la Feria a los Autores

Queridos amigos,
disculpad la saturación de información.
Os pongo el link de Cómo les va a los Autores en la Feria del Libro, donde aparecemos la poeta Cecilia Quílez y yo hablando de la Feria del Libro de Madrid 2008.

Beatriz Russo en Ciudad de Mujeres

Queridos amigos,
os pongo el link de Ciudad de Mujeres, donde me han incluido como autora y publican algunos poemas de mis libros.

Gracias por vuestro interés.

Beatriz Russso

Beatriz Russo en la revista El coloquio de los perros

Queridos amigos,
para aquéllos que os pueda interesar, os pongo el vínculo a la revista literaria El coloquio de los perros, donde me dedican un espacio en la sección Canumfora.

Espero que disfrutéis de los dos poemas que incluyen de La prisión delicada, publicado por Calambur.

Beatriz Russo

martes, junio 10, 2008

La casa Roja de Juan Carlos Mestre


Por fin ha salido el libro más esperado del mundo para mí y muchos seguidores de la poesía de Mestre. Quería comentaros algo del libro, pero aún no he podido terminarlo. Es tan bello que prefiero disfrutarlo poco a poco. Mientras os copio la reseña que le ha hecho otro grandísimo poeta Javier Bello, del que ya os recomendaré sus maravillosos libros:

La Casa Roja, nuevo libro de Juan Carlos Mestre, inaugura una zona alucinada de apariciones y tensiones que simulan un resumidero formidable. La poesía, «caída ya en desgracia», abre sus puertas para que fantasmas y voces regresen vivos desde la catástrofe civil al lugar del que habían sido expulsados y comparezcan ante el asedio devastador de la ironía de una conciencia radicalmente despersonalizada. La Casa Roja hospeda los múltiples y mutables sujetos de la poesía contemporánea, sus discursos y hablantes que se enuncian, contradicen y superponen por medio de sucesivas máscaras productoras de la otredad. En estos poemas, la percepción funámbula y su representación delirante oscilan entre las más desgarradas encarnaciones de lo profético y la discontinuidad de la prosa del mundo; entre el resplandor del mito y la narrativa errática de los sucesos imaginarios tras el cruel asombro de la experiencia. Figura y fondo, imagen y contorno, movimiento y fijeza, origen y destino, fragmentan y desterritorializan la imagen del poeta, al que otorgan existencia por medio de reflejos, negaciones y ausencias. La escritura actualiza aquí los intentos de desmitificación de la vanguardia, poniendo en jaque la nomenclatura de las formas poéticas al uso y haciendo estallar las imágenes prototípicas establecidas por la tradición de lo lírico y el espejismo de la autoría, pedestal de toda autoridad estética. La Casa Roja, sin abandonar la raíz permanente de la mitología personal de Mestre, interroga a los más reveladores derroteros del pensamiento poético contemporáneo, en un diálogo crítico y ético apasionante.

Javier Bello

Este fin de semana tenéis la oportunidad de adquirirlo en la Feria del libro, caseta 247 de Calambur, y de que os lo firme el propio Mestre con una dedicatoria muy especial.
Sábado 14: 11.30-14.30
Domingo 15: 18.30-21.30

Jordi Cervera reseña La prisión delicada


Queridos amigos,
para los que tengáis interés por los puntos de vista que van surgiendo a través de la lectura de La prisión delicada, Jordi Cervera acaba de publicar su visión del libro en su blog. Lo he traducido para aquellos que no sepan catalán o no lo entiendan.




Hace unos días os hablaba de la poeta de Madrid, Beatriz Russo. Pues bien, ahora es el turno de La prisión delicada, su último libro de poesía publicado por Calambur.

Es un poema largo y cargado de intensidad que se mueve por unos territorios poco corrientes dentro la lírica contemporánea. No hay certezas absolutas y verdades incuestionables y todo el poema se va moviendo por unos campos donde parecen reinar las premisas del mundo de los sueños. Percepciones oníricas y una realidad bastante compleja y barroca que se escapa hacia una tradición poco conocida y que, por esta misma mirada al pasado con voluntad de resultado contemporáneo, acaba siendo moderno y defendiendo unos postulados que vale la pena tener en cuenta.

Bajo la aparencia, voluntariamente retòrica, hay un interés por caminar por la línea de división entre géneros y planteamientos. La prisión delicada es uno de esos libros que cautiva, aunque seguramente no lo hará en la primera lectura pues demanda una voluntad de disección, de análisis detallado, de dejarse impregnar por esta atmósfera literaria un punto artificiosa que Beatriz Russo domina con habilidad, con un lenguaje y un vocabulario que nos transporta, que hacen evidente un cierto anacronismo delicioso y sutil.

viernes, mayo 30, 2008

Firma en la Feria del libro

Queridos amigos,
mañana sábado 31 firmaremos nuestros libros en la caseta 247 de la Editorial Calambur, entre las 11.30 y las 14.30.
El cuarto día de Cecilia Quílez
La prisión delicada de Beatriz Russo.




Y por la tarde, entre las 19.30 y las 21.30, Juan Carlos Mestre firmará su nuevo libro La casa roja en la misma caseta 247.

Nos encantará que paséis a saludarnos.

Beatriz Russo






lunes, mayo 26, 2008

PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE SANTIAGO GÓMEZ VALVERDE

Queridos amigos,
os recomiendo asistir a la presentación del nuevo libro del poeta Santiago Gómez Valverde Ruídos y nueces (Exlibris Ediciones), el miércoles 28 de mayo a las 20h en la Universidad Carlos III de Leganés.
Merece la pena.

sábado, abril 26, 2008

EL CUARTO DÍA de CECILIA QUÍLEZ


A Cecilia Quílez le han contado que el alumbramiento fue terrible. Ocurrió en el cuarto día, que es el primero después de su resurrección. Porque es terrible nacer de la resaca y de la aniquilación, dar vueltas y vueltas en la placenta envidiando la suerte de los peces. Y es que morir de un mal ácido fue terrible, tan terrible como lo fuera la belleza para Rilke.
Y Cecilia me hace recordar esta primera Elegía de Duino, donde el poeta toma conciencia del poder de la belleza.
Pues la belleza no es nada sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible" decía Rilke. Y dentro de lo terrible está la esperanza, morir naciendo, hacer olas con las manos sabiendo que cuanto más velozmente las agites más alta será la cresta a la que tú, Cecilia, como un ángel terriblemente hermoso te subirás para contemplar el mundo y transformarlo, como te subes a la mesa y olvidas el vértigo. Blanchot decía que Orfeo convierte el movimiento de morir en movimiento infinito y posibilidad infinita de seguir muriendo en el interior de lo que es, por lo cual se regresa eternamente desde el no ser al ser.
Cecilia, poeta de la deconstrucción de su yo poético, se lleva a sí misma hasta las últimas consecuencias, hasta la desaparición del yo interior, porque sabe que sólo es posible un verso nuevo desde la no existencia. Y para no existir tiene que desaparecer y ser concebida de nuevo por el dios de las palabras. Y vuelvo a Rilke porque en la voz de Cecilia, que nace el cuarto día, que es el primero después de la resurrección, constato lo que ya una vez leí de forma visionaria en los sonetos Orfeos: «¿No es demasiado si el vaso de rosas a veces sobrevive? / ¡Oh! ¿Cómo no comprenden que le es preciso desaparecer?» Y sí es cierto lo que intuyes, amiga poeta, que de un vaso de sangre mana una flor y eso es belleza.
Y basta ya de citas, pero me ocurre que leo El cuarto día y no puedo evitar la memoria poética, ese ir de atrás a delante en un vaivén por el mundo del antes, del ahora y del después en un continium indisoluble que nos hace alargar la cadena del verso anclado en la conciencia humana. El antes siempre es en ti el inicio de los textos sagrados y toda la tradición literaria que ha generado y que tanto ha afectado a tu obra. El ahora eres tú, aquí y ahora, que te moriste de un mal ácido para resurgir el cuarto día que es el primero después de tu resurrección. Y, ¿el después? Siempre nos quedará el después en ti, porque quien muere para renacer poéticamente es infinito.

E infinito es el mar en el que te gestas de nuevo. Nadas bajo el agua en las horas que preceden al parto multiplicándote en un banco de peces. No ves el horizonte porque es infinito, pero sabes que en algún lugar te espera la bahía y está cerca tu alumbramiento. Ahí está, ya lo tocas y te vas a través de la garganta solitariamente iluminada porque todos, más aún el poeta, más aún tú, nacemos completamente solos. Sí, atraviesas la garganta como un útero que comienza a hablar, a decir. Y naces de nuevo con tu voz nueva untada de líquido amniótico. Y yo me quedo aquí sentada frente a este banco de peces que ahora eres tú, como una niña obsesionada con las vueltas que da el tambor de la lavadora pensando en dónde estarás yendo, porque dices que te vas porque te llama Rafael desde las aguas. Líquida excelencia donde esperas que aquel niño que te arrebató la infancia te de su bendición. Tus ojos ya han sido de nuevo bautizados y ahora eres una niña que habla con las olas, pero no estás loca, no lo suficiente, aunque digas que eres mayor y que tienes demasiados secretos que llevarte a la tumba. Prescindes del aire porque sólo te hace falta el agua y una red donde retener las piedras que te hieren.
Ya está el orden creado, el orden de tus cosas y te inventas tu propio tiempo aun sabiendo que fue el tiempo el que te eligió a ti en la memoria eterna de los días. No hay escapatoria, lo sabes, y aún así eres capaz de dar la vuelta a todos los relojes y despistar las manillas que caen sobre tu cuerpo intermitente, un cuerpo que va y viene como un péndulo oscilando entre el más acá y más allá de la fragilidad. Quieres irte, pero te quedas, como dices, fantasma colgada en las perchas del tiempo… como una hermosa ánfora que no quiere ser contemplada ni tampoco bebida, añades en ese orden de tus cosas desbaratándose en un punto de fuga que te hace tener el sexo débil, como débil es la tentación de quien se entrega cada noche a la última voluntad del guerrero antes de cambiar la cama por el lecho bélico. Porque sabes que cada instante es la última vez y bebes un vino fuerte como sólo los valientes beben el placer, haciendo honor a Cavafis. Porque tú eres voraz, eres insaciable y tienes hambre. Sí, la belleza es insoportable, inútil la avaricia por comerse la vida, pero tú te la comes cada día cuando escribes, poniendo tus vísceras encima del escritorio esperando a ver si pasa alguien que las tamice como a las lentejas que se desahucian en el mármol. Porque en toda entrega poética hay un desprendimiento y tú te desprendes, porque eres poeta con conciencia y voluntad de poeta. Te han tomado la palabra primero, después los ojos y ahora tu carne. Tu autenticidad en el poema trasciende el glamour con el que enfrentas la vida cotidiana, una realidad que no quieres que te pueda, por eso aguantas con calma la respiración y quieres dejar de existir tres horas cada tarde. Porque amas esa belleza terrible que te hace hermosa por dentro y por fuera, cuidas tu estética y la estética de tu voz poética. Porque tú sí conoces las palabras, porque te has bañado en ellas y ahora estás en el agua con un propósito de enmienda.
No dejarse asesinar por el miedo, y tú no tienes miedo por eso lo arriesgas todo, sabiendo que están en juego tu voz y tu aliento. Sabes que todos te están mirando fuera del acuario mientras tú das vueltas en el agua envidiando la suerte de los peces. Y hace falta valor para seguir dentro del agua disolviéndote mientras otros se protegen con trajes de neopreno y escafandras para ver el mundo de los peces sin sentir siquiera cómo ablanda la piel el agua. Tú sí estás mojada, porque sabes que el desierto es para las langostas aburridas. De vez en cuando sacas la cabeza del agua para coger aire, aunque coger aire no te salve la vida y sea sólo un acto involuntario. A ti sólo te salva la poesía, este mar donde te bañas y en donde nos esperas para que sintamos contigo cómo se arruga la piel en el tiempo detenido, cómo se siente el placer cuando no hay vendas en los ojos y las piernas se abren porque sabemos quién tiene la llave y el ansia de borrar la identidad que la vida imprime sobre la frente. Porque es verdad, ya lo dices, que volvemos y volvemos a las mismas cosas y es verdad también que nuestra historia está escrita repetidamente sobre venas de hierro que unen ciudades inquebrantables en las ausencias. Por eso te haces a ti misma cada noche, la noche en la que se entregan los poemas que arderán en la pira indestructible de las mañanas y después otra vez la noche y otra vez la entrega del sexo, la entrega del poema. No le temes al pecado porque pecar no es de cobardes. Eres una Venus que no necesita espejos porque tú eres el espejo y estás bañada en oro. Y gozas con el misterio de quien te ve, porque no se mira a sí mismo. Y se iluminan tus sábanas cuando tanteas la belleza entre las ascuas aun sabiendo que puede no ser hermoso lo que encuentres, pero sabiendo que sólo la belleza puede volver carne a la palabra. Es doloroso, sí, el misterio también es doloroso porque corona las sienes de espinas, pero ahí está la gloria de tu suerte que sigues avanzando aun expulsada del paraíso imaginario, volcándote a la voluntad del pecado que te hace tan poeta, tan humana, ofreciendo tu cabeza a tu último deseo de tirar la espada al mar, al mar, para despertar después del cuento y escaparte de las nieves y la reina mentirosa. Porque sí ha sido bueno recordar quién eres tú hoy, Cecilia, aquí, aquí y ahora en este libro y verte emprender una nueva marcha mientras dejas atrás tus despojos custodiados por las ninfas, la túnica sagrada, la piel inservible y el ácido mal. Ya descansan tus reliquias. La resaca remite. El cuarto día es el primero después de tu resurrección. Y ahora, querida poeta, querida amiga, haznos escuchar el canto de los apóstoles mientras nosotros ablandamos nuestros sentidos en el agua sagrada que hoy bautiza tu nuevo libro.