lunes, junio 29, 2015

Presentación de Cero en la Tertulia Arco poético

                                   


                                                    PABLO LUQUE EN 1000 PALABRAS


Hablar del Pablo Luque, con la ventaja de su cercanía, me permite dar una visión privilegiada del poeta en su forma de conjugar vida, pensamiento y obra. Algo que a simple vista pudiera parecer un apartado de manual de literatura estructurada... De su vida no es pertinente hablar, salvo apuntar algo que me resulta significativo: su responsabilidad. La concepción premeditada y responsable de su poesía y su actitud en el mundo que habita, alejado de catarsis, ensimismamientos, egotismos y flagelaciones. Pablo tiene madera de poeta resolutivo, de ahí su continua búsqueda productiva, alienándose de los molestos prejuicios que impiden ver con claridad y avance. Porque él bien sabe que la vida es eso: nacer, crecer, amarse y morir. He aquí el sentido de la vida y de su obra. El resto es la nada.
Pablo Luque, protector de lo humano y la palabra, no sólo reflexiona, cuestiona al mundo y se mide a sí mismo, sino que necesita expresarlo y compartirlo con sus afines literarios. Así funda la revista electrónica de poesía ibioculus.com, cediendo de forma altruista el tiempo que le casi resta del día y le falta al sueño para participar en el entramado poético. Además, aporta materiales de síntesis de voces como la edición de Avanti, antología de 14 poetas de entre siglos XX-XXI, que él considera relevantes, o estudios y comentarios a algunas obras clásicas, que podemos consultar en su web. Lo suyo es pasión y así lo afirma en las numerosas entrevistas que concede a conoceralautor.com, donde se muestra con humildad, serenidad, cercanía y sensibilidad. Algo que muchos hemos podido disfrutar en vivo asistiendo a la Tertulia Esmirna (fundada por él y otros escritores), celebrada mensualmente en el Pub irlandés Joyce, lugar de reunión para escuchar al poeta invitado e intercambiar inquietudes y percepciones poéticas.
Toda su obra precedente conduce a cero, cualquiera de sus títulos multiplicado por cero da igual a cero. Los ojos de tu nombre (Huerga y Fierro, 2004) son la apertura de los párpados, la génesis de la mirada solitaria de un paseante callejero, a pie o en vehículo, que sale a inspeccionar el mundo para regresar a la morada de la que parte (siempre partida, siempre regreso, cíclico, ovalado, hasta el punto cero). SFO (Renacimiento, 2013) implica el contacto con la mirada ajena, la simbiosis, el despertar de la conciencia del ojo y su función de no ser un mero visor. El camino de los ojos se hace más placentero acompañado de otros ojos y otra forma de expresión. Fotografía en SFO, dibujos en Cero.
Y es que Cero es la clave de su simbología. De cero venimos y a cero vamos sería la interpretación de un agnóstico. Sin embargo sé que en Pablo no es así, sino que ese cero toma su valor absoluto en el segmento preciso que le toca vivir para continuar con el flujo poético que va desde la primera emisión versicular hasta nuestros días. Porque en poesía sí se sabe de dónde venimos y hacia dónde vamos. Venimos de San Juan de la Cruz, de Ovidio, del Cantar del Mio cid, del Cantar de los cantares y nos dirigimos a algún momento en la inspiración de un nuevo poeta, o a los ojos de un lector. Así lo marca el Origen de coordenadas de su libro: "Partir de algo para algo". Cero conforma el microcosmos perfecto del poeta, que emulando su carácter renacentista consigue encajar, como dientes de ajo, el universo de un alma creadora plena. Como la flor de ese ajo que muy bien escogió fromthetree para ilustrar la portada y el libro. Flor inquietante y misteriosa, tan redonda como el ciclo vital y tan frágil como la vida, que de un soplido se nos va de las manos. No así sus frutos, ordenándose como las ideas que sirven de aderezo a la simplicidad de la existencia.
Dibujo un cero y veo a Pablo, el poeta. Un cero que es un espejo ovalado de cristales polimorfos que lo reflejan, una mirilla concéntrica a través de la que contempla su entorno con la delicadeza de un relojero; un ojo sin ángulos muertos que privan a la ironía de su misterio; una esfera de agua en la que se completa el mundo, como esas bolas de cristal que contienen un paisaje predilecto que cuando se agita se vuelve melancolía de una infancia nevada; y una boca circular, al fin y al cabo, que dice lo que aún no han anticipado las palabras, pero que intuye la génesis de su belleza. Porque Pablo Luque, al igual que Eliot, no estigmatiza los significantes, al contrario, siente conmiseración por el destino del verbo, y es aquí donde se produce lo fabuloso del manejo del lenguaje, como si la fealdad habitara un estado transitorio, pendiente de ser salvada en el centro de la vida y el poema. Así como si fuera el embrión del primer aliento que tiende hacia la voz. Origen de algo que apunta hacia el todo, porque "En la nada no hay nada" y no hay que hacerle ninguna concesión. Vamos y volvemos de ese todo presente al origen de ese todo, como un boomerang que recorre el aire en espirales y después regresa a la mano que lo lanzó. Y pese a que Pablo Luque, aproximándose al verso de Rosales de Vivir es ver volver, abandona ese punto de partida sin retorno, para afirmar con rotundidad que "Vivir es no volver" cuando se ve "de cara los ojos de la muerte" y cuestiona, nos pregunta si "morir es empezar...¿de cero?... y en el trayecto, ¿en qué nos vamos transformando?" ¿En cero? Nacer, crecer, reproducirse y morir. Y en el centro de todo eso, como dice Jose Hierro, en una de las citas que acompañan al libro, "El corazón, en su pez materno, regresaba al punto cero desde el que desplegar las alas infinitas".
Escuchemos el latido, el aleteo, desde Cero con la voz de quién lo hizo verso.

Presentación en la Tertulia Arco Poético en La Biblioteca de Retiro. Madrid

miércoles, abril 29, 2015

¿Maniobrar o manipular?


Cuestión del subconsciente.... 
Trifulca con el aparca coches de un restaurante Vip que me quería usurpar el sitio. Yo no me dejo quitar un aparcamiento así como así....Salgo toda digna de mi coche y le pido que me deje aparcar.
– Pues no, te has puesto lejos – me dice el chuleta.
– ¿Cómo que no? – le recrimino – si yo estaba primero. No me ha dejado Usted ni "manipular" mi coche.
_ ¿Manipular? ¿has dicho manipular? – me pregunta riéndose...
– Sí, manipular mi coche – le replico mordiéndome los labios.
– Pues se te da fatal ma-ni-pu-lar, te tenías que haber puesto a un lado- (tono jocoso in crescendo...).
– Pero me he puesto al otro lado porque he dejado pasar a dos coches. ¡¡Encima que he sido generosa!! 
– Es que no tienes ni idea de conducir – me responde el cretino.
– Ni Usted de hacer sonetos.
– ¿Y yo para qué necesito saber hacer sonetos? – me pregunta estupefacto.
– Pues para ligar, supongo. ¿Es que Usted no ha ido al cole? 
– Pues lo mismo que tú al autoescuela.
– ¿En qué restaurante trabaja? – pregunto con cara de caníbal.
– En XXXXX – Responde con chulería.
– "Ostras, mínimo 100 euros" – Pienso –.
Pues qué casualidad, es ahí donde voy a comer hoy. Tenga las llaves, le dejo mi coche....

Afortunadamente en ese momento sale un coche cercano y el chuleta me dice:

– Espere, que voy a aparcar primero éste.
– Vale, no se preocupe, ya me lo aparco yo solita.... 

Y aparqué y me fui al restaurante donde había quedado para comer....


Me salió bien la jugada, es lo que tiene saber jugar a las cartas, a veces me funcionan los faroles....

lunes, abril 27, 2015

Con el pan no se juega



A veces ocurre que hay semanas que se me instala el surrealismo, o quizás sea que yo me lo busco, no sé.

Resulta que esta mañana regresaba de la panadería artesanal, donde compro el pan alemán con 16 cereales multivitamínicos, y no he podido resistirme a comerme una rebanada por el camino. Supongo que la cara de placer que se me pone mientras paladeo su esponjosidad da lugar a malas interpretaciones.  O quizás todo radique en que no se debe comer un pan orgásmico mientras se conduce...

La escena que sigue merece la pena ser narrada a cámara lenta... . Qué limitada resulta la técnica descriptiva sobre el papel, los escritores no podemos hacer ralentí a lo Matrix. Si alguien sabe cómo hacerlo en narrativa, que me lo explique, please...

Todos los días paso junto al colegio hebreo, cosa que no está mal porque siempre hay una patrulla de la policía nacional cubriendo el perímetro de mi casa. Nunca me había fijado en los policías, ya que en raras ocasiones salen del coche. Sin embargo, esta mañana uno de ellos estaba fuera, apostado en la acera, como una estatua. Ay, qué imagen, casi le atropello de la impresión. Su porte era tan escultural, magnánimo y poderoso que no he podido evitar brindarle mi rebanada de pan, me ha salido del alma. O eso o que el cóctel de simientes me sienta mal (igual lleva semillas de cannabis). El caso es que no se puede ser tan Adonis y ponerse esas gafas Ray ban de sol sin que haya consecuencias.... Su respuesta ha sido automática, gesto de mano y parada a la derecha.

– Buenos días.
– Buenos días – respondo con la ortodoncia habitada por las semillas de la rebanada de pan alemán multicereales.
– Dígame – me pregunta.
– ¿Yo? – pregunto alucinada – ¿qué quiere que le diga?
– Usted me ha hecho un gesto para preguntarme algo – explica.
– ¿Yo? mire que me extraña, no tengo nada que preguntarle. Bueno, sí, ¿sabe si se puede poner una silla de niño de 6 años en el asiento delantero? – pregunto para salir al paso.
– No, no se puede, tiene que ponerla en la parte trasera. ¿Algo más? – inquiere.
– Pues no, nada. Y, usted, ¿algo más? – pregunto.
– Nada. ¿Todo en orden? – insiste.

Obviamente no podía responderle a esa pregunta.... ¿Todo en orden? Pues no, ¿quién tiene hoy en día todo en orden? Vaya pregunta, deberían reciclarse. El orden es un concepto obsoleto, ya nada guarda un mínimo orden. Bueno sí, él sí tiene que seguir un orden, más bien una orden. Podríamos haber filosofado sobre estas cuestiones, pero claro, no era el caso, esto lo hago con algunas personas como mi albañil, el encargado de la papelería, el jardinero, pero, ¿con un policía?, con lo que me imponen...

– Todo en orden y a la orden – respondo, poniéndome la mano en la sien, a lo militar, y un segundo después aprieto los dientes tanto que casi se me saltan los brackets. Patética, soy patética cuando me pongo nerviosa. Por dios que no se quite las gafas que me da un mareo.

Y se las quitó.

– Lléveme a urgencias – casi le digo – o prepárese para un servicio de reanimación. No se puede ser más espectacular. Vaya ojos verdes. Como le vea Anita Obregón, que vive por la zona, le lanza a la pasarela. No puedo competir con ella.....

– Ya puede continuar – me informa.
– Gracias, agente, es usted un amor – maldito subconsciente – quiero decir, muy amable. Es que yo hablo así, ya sabe, las pijas tenemos siempre esa muletilla para todo, eres un amor, un cielo, adorable, etc... (pausa roja ruborosísima) y se nos escapa....es por costumbre. Ay, Dios, bueno me voy ya, que al final me va a detener por imprudencia verbal....

Y sorprendentemente el agente suelta una carcajada tan sonora como mi motor al pisar el acelerador. El muy cretino seguro que se aburre de estar vigilando el colegio hebreo mientras ve pasar constantemente a barbitúricas montadas en sus Porsches Cayenne, y ha debido de pensar que un poco de distracción no le viene mal a nadie.

Y yo no vuelvo a comer pan mientras conduzco, antes me muerdo las uñas. Aunque igual me para de nuevo por gestualidad sospechosa. Una no sabe nunca cómo actuar ante los representantes de la ley....

jueves, abril 23, 2015

Microteatro en el aparcamiento


Que la vida es puro teatro ya se sabe, y que hay entremeses que suceden en cualquier sitio, a cualquier hora lo he comprobado yo esta mañana.

Resulta que estaba dentro de mi coche en un aparcamiento contestando a un mensaje cuando de pronto aparecen los ocupantes del vehículo de al lado y se quedan conversando entre mi coche y el suyo. Desde mi posición sólo podía verles decapitados. Ambos hombres llevaban traje de chaqueta y cosas en la mano. Al principio no les presté atención, hasta que unos minutos más tarde escucho:

– Mira, escúchame, tienes que romperle primero la cabeza por el cuello.

Ay, madre – pensé yo – están perpretando un asesinato. Y yo qué hago ahora, si me ven, me liquidan a mí también.

– Sí, así, ahora te echas el líquido en las manos, así como hago yo – prosiguió.

Uf – a salvo de morir en manos de dos mercenarios. Incliné mi cabeza un poco y miré qué estaban haciendo. ¡Los dos señores cuarenteañeros portaban unas ampollas de belleza instantánea en las manos! Comencé a reírme, tapándome la boca para no ser descubierta.

– Sí, tío, restrégatelo por toda la cara, los ojos también, verás cómo parece que has descansado toda la noche. Como si hubieras dormido en casa. 

– Ya veo, tío, lo sabes todo de las mujeres, joer, anda que no saben ellas, lo tienen todo controlado.

– Ya te digo, tienen truco para todo y no me extraña, algunas cuando se quitan todo la pintura de la cara son irreconocibles. Te acuestas con una por la noche y como te confíes y se quede a dormir, te levantas con otra que da susto. 

– Ya te digo. Oye, pero este invento funciona también con los hombres, ¿no? a ver si la vamos a cagar...

Naturalmente no tenían ni idea de cómo se aplican las ampollas, estuve a punto de salir para darles hacerles una demostración. Qué torpeza, parecían gatos quitándose moscas de la cara.

– ¿Por el pelo también? – contesta el otro – igual me crece.

– Sí, y por el rabo también, cabrón – le responde riéndose.

– Mi rabo no lo necesita tío, voy sobrado.

– Sí, de eso vamos sobrados –. Se ríe.

Yo tenía que salir del coche de alguna manera o bajar las ventanillas, el sol me estaba asando. Parecía que estaba dentro del horno lista para ser engullida por dos lobos. Y salí sin poder evitar las risas. Al verme, se quedaron paralizados primero para después contagiarse de mis risas.

– Pues sí que son efectivas, estáis más jóvenes que hace cinco minutos – les dije cerrando a toda prisa mi coche.

– ¿Quieres una? – me dicen aún muertos de risa.

– No, gracias, yo no la necesito – miento ocultando los estragos de mi imsomnio tras unas gafas de sol.

– Ya veo que no la necesitas – me dice el dealer de la ampolla multivitamínica.

– Uy, qué prisa tengo, me voy pitando. Encantada. Adiós.

– Pero, espera, no te vayas, mira qué jóvenes estamos.

Por dios, cómo se me ocurre a mí decirles algo. ¡¡Si es que a veces me meto sola en la boca del lobo!! – iba pensando mientras atravesaba el aparcamiento corriendo como el conejo de Alicia hasta que llegué a Correos.


domingo, marzo 08, 2015

Los hombres que aman a las mujeres





A mí como me habría gustado pasar el día de la mujer es con un hombre.

Podría poner aquí un compendio infinito de mujeres con sobrado talento que fueron eclipsadas y alejadas de sus verdaderas vocaciones. Podría enumerar una lista interminable de luchadoras infatigables, feministas que se hicieron sangre y cuya reivindicación ha hecho que yo pueda decir lo que me dé la gana y elegir, en la medida de mis posibilidades, cómo quiero vivir mi vida. Sin embargo, hoy me habría gustado pasar el día de la mujer con un hombre, el hombre que me falta, y sin el cual, yo no habría sido sino silencio en una jaula de cristal empañado por la niebla de los bosques "umbros".

Solíamos pasar las horas hablando de la mujer y el amor. Eran nuestros temas favoritos. Le gustaba escudriñar mi pensamiento, sorberlo y paladearlo, para después destilarlo y hacer su propio brebaje iluminador. Nadie sabía más de mí que él. Descubría fragmentos que ni yo misma conocía, los rescataba con la paciencia de un constructor de puzzles y me los mostraba orgulloso de su hallazgo. Ningún hombre se ha preocupado tanto por conocerme, ninguno supo traspasar el holograma que me representa para entrar en un yo que de tanto protegerlo se me estaba olvidando. Sin juzgarme, sin querer cambiarme, orgulloso de lo que era con él y con el mundo. Me quería por mis defectos y mis torpezas, sin fingimientos ni imposiciones. "Yo no quiero amigos perfectos – solía decir – desconfío de los que nunca me fallan. Yo quiero amigos que se equivoquen, que metan la pata como humanos". Tenía algo de mujer en su visión del mundo, él mismo lo reconocía. Le fascinaba ser parte de nuestro pequeño universo femenino, meterse en nuestras conversaciones más inconfesables, aquéllas que desaparecen con la última carcajada en un pacto de autodestrucción de lo dicho y de aquí que no salga.

Yo escribo poesía fundamentalmente por él. Él me habló de Pizarnik, Storni, Delmira Agustini, Ocampo, y un largo etcétera de escritoras de cabecera para él. Me hizo leerlo todo. Me regalaba libros y películas, me llevaba los suplementos culturales de los periódicos a casa para que estuviera al día, me organizaba la agenda de teatro, cine y conciertos, pero sobre todo me incitaba a escribir. Él fue quien rompió a martillazos el cristal de la jaula. Me pidió, casi con súplica, que no arruinara mi vida para ser una bella escultura en la vitrina de un castillo en las hermosas tierras de Italia.

Cada día de su vida era un homenaje a la mujer. Amaba estar rodeado de sus amigas, sólo él entre nosotras, solo él enmarañándose entre sus chicas. Cada una tan especial como todas. Ahora todas sin él. Se marchó dejándome sola en un vuelo sin motor, planeando en la brisa de su memoria. Echo de menos su voz, su carcajada limpia y contagiosa, su mirada verdosa de bosque iluminado y esa especial habilidad para hacerme sentir lo importante. El anecdotario de mi vida se ha quedado sin oídos. Todo ahora es confesión en el silencio frente a su retrato. De vez en cuando le pongo flores, enciendo una candela y le hablo. No me responde pero se me aparece en sueños y baila conmigo un tango, y me recuerda lo mal que sigo bailando y le doy un taconazo y él dice "ay" riéndose de la fierecilla que no puede estar callada ni en el letargo.

Hoy me habría gustado pasar el día de la mujer con este hombre, pero me voy al teatro con algunas de mis mujeres favoritas, las amigas que él tanto amó. Las retablillas sin el príncipe vamos a ver a Robert Lepage "Needles and opium", el dramaturgo que siempre nos ha hecho volar de gozo. Esta tarde me faltará su pierna posándose en mi rodilla para el rutinario masaje en los gemelos. "Me tienes esclavizada con tu extraña afición por el masaje gemelar" – le decía cada vez que nos sentábamos en la butaca del patio. Y él se reía remangándose el pantalón. "Mira que eres quejica, te lo cambio por un masaje de manos" – añadía. Hecho.

Porque a veces es necesario recordar a los que, sin pretenderlo, siguiendo solo su convicción de igualdad de género, apoyan en el día a día y en lo cotidiano, nuestra lucha por defender el derecho de la mujer a exigir su inclusión en la historia. Él era una de tantas personas con conciencia de mérito femenino que no aparecen en ningún libro ni ningún folleto reivindicativo. Sin embargo, basta la hazaña de un solo hombre para hacerse gloria. Yo tuve la suerte de su amistad y apoyo. Me queda el legado de su visión de vida y un acervo infinito de razones por las que seguir siendo yo.








jueves, febrero 05, 2015

Las medallas apuntan al Sur, ¿será una cuestión de gravedad?



El lunes me fui a la entrega de medallas del CEC (Círculo de Escritores Cinematográficos) que cumplía 70 años. Qué valor, seguir cumpliendo años en estos tiempos. Dan ganas de darles a ellos una medalla a la perseverancia.
Me acompañó Pez Joe, que está estudiando para actor (otro que se merece una medalla al valor) y seguro que en el próximo casting le descubrirán no sólo porque es más guapo que Jesús Castro, sino porque él lo vale y yo se lo deseo que para eso es mi amigo y en este texto mando yo.
"La isla mínima" se llevó casi todas las medallas, nada menos que 8. Ya nos podemos imaginar qué ocurrirá el sábado en los Goya.... va a arrasar. Lo curioso fue que casi todas las condecoraciones las recogió el mismo personaje, ya que sólo fueron los actores y alguno más. El emisario que recogía los trofeos iba leyendo los mensajes que le enviaron los premiados "en caso de que fueran premiados"..... Pues qué bien, qué detalle.
Me llama la atención el giro que ha dado la temática en el cine español. Hemos pasado de la Guerra Civil española a sacar los trapos sucios de nuestro Sur. El tráfico de droga en El Niño, los caciques terratenientes depravados que son encubiertos por el pueblo y la ley..... Madre mía, hemos encontrado un filón internacional para que en EEUU sigan pensando que España está en Sudamérica y forma parte del Cártel de Medellín.
Y yendo a lo frívolo, que yo no soy crítica de cine, ni me apetece ponerme seria.... Digo yo, pero ¿es que no hay más actores que Jesús Castro que aparece en dos pelis nominadas? Vamos que para hacer su papel en El Niño no era necesario ser tan guapo, sí en La isla mínima, of course. De todas formas, sus ojos me tienen hechizada. No se puede ser más irresistible. No fue a la entrega de medallas, igual sabía que no le darían ninguna o quizás no exista y sea una animación perfectísima del actor que está volviendo loca a más de una. Yo estoy a punto de ponerle en el salva pantallas de mi iphone.
Y lo mejor de la noche, la medalla de honor a Arturo Fernández. Un bellezón a los 85 años. Para desmayarse con su presencia, elegancia y saber decir.
El broche lo puso la proyección de una película que me mató de la risa "Nuestro último verano en Escocia" de Guy Jenkin. Ingeniosa, sublime en interpretación, adorable, tierna, divertidísima y un pelín triste, pero solo un pelín....lo justo para redondear la historia.
Una velada maravillosa. El cine me hace feliz.





lunes, enero 19, 2015

Callos con Turner




El otro día mi amigo Pez Raya me propuso ir al cine a ver la película de Turner. Él bien conoce mi fascinación por el pintor inglés, pero antes fuimos a comer por el barrio. El pobre lo tiene mal para elegir restaurante conmigo, no porque sea una melindrisquis, sino porque la lista de mis alergias lo ponen siempre muy difícil. Preguntarme qué me apetece comer no es lo más acertado, sino, qué es lo que puedo comer sin tener que ir a urgencias a que me den un chute de adrenalina. Hasta en eso soy decimonónica, un alarde de fragilidad femenina a lo Lizzie Siddal, pese a que soy una súper woman, que una cosa no tiene que ver con la otra...
Cuando una es alérgica o intolerante a la lactosa, proteína vegetal, fruta, tiene anisakis y no le gusta el conejo, la opción se reduce a la cocina tradicional de cuchara. Vamos, que la elección es una casa de comidas con abolengo y sabor. Casa Ricardo, para que nos entendamos. Esos sitios con las paredes recubiertas de tradiciones taurinas donde la carta es la de toda la vida, sin pretensiones pero absolutamente apetecible. Claro que mis ojos, entre vísceras y puchero, se fueron a los callos, que para eso es invierno y somos de Madrid. Pero, ¿unos callos antes de ir a ver la película de Turner? Pues sí, la siesta estaba garantizada...
Pez Raya que sabe muchas cosas, porque lee y escribe ensayos, me contó que una de las fotos se refería al día en que un toro se escapó por las calles de Madrid y un torero que pasaba por allí lo quitó de en medio, que quiere decir, que se lo cargó. Estas cosas ya no pasan ahora – pensé y seguí comiendo mis deliciosos callos, unas alcachofas de lujo y un bacalao que podría haber sido el detonante para llamar a una ambulancia. No me ocurrió nada, creo que me salvaron los piononos del postre o las filloas. O, ¿será que no tengo anisakis? Esta semana me repito las pruebas.
Nos pasamos con la comida, como se puede intuir. Aún así, nos fuimos a ver la de Turner. Pez Raya duró 5 minutos despierto, pero se despetó justo en el momento en que una prostituta se levantaba las faldas enseñándole al pintor su hermoso trasero desnudo. Así que su dormir es selectivo, cae en las partes aburridas y se espabila en la interesantes.... Lo tendré en cuenta.
Yo, sin embargo, permanecí despierta toda la película, a la espera de las imágenes con esos atardeceres espectaculares que nunca llegaban. Un par de escenas maravillosas e inspiradoras, pero casi todo es interior, reflejando su vida de hombre extraño e introvertido. Todo un personaje que, menos mal que una no es rencorosa con los artistas y no tiene en cuenta sus vidas privadas que si no, al arte le iban a dar dos duros porque la biografía de la mayoría es como para darles de comer a parte. El caso es que al final el tipo me cayó mejor, cuando se murió, porque me dio penita su mujer que ya se quedaba viuda por tercera vez. Menudo sino el suyo, seguro que al final acabaría con el médico del pueblo. Además, Turner donó a la nación británica toda su obra para que pudiera estar expuesta al público. Vale....fue muy generoso.
En fin que voy al cine a deleitarme y acabo sumergida en la vida privada de un personaje que admiro. Me siento algo voyeur, metiéndome en su alcoba y haciendo de juez de sus desvíos y desvaríos. No sé si me gusta este tipo de adaptaciones tan íntimas.... Me pongo en el lugar de Turner y pienso: y de mí, ¿qué contarían? Pues tienen temas para hacer una saga....soy un filón...
De todos modos, la peli, pese a este pequeño matiz, me gustó.

miércoles, enero 14, 2015

Erótica para chinos







Mamá vaca no viene a mis recitales porque dice que la poesía es muy triste y a ella le gusta mucho reírse. Hija, ¿cuándo te va a dar por lo cómico?" – me suele preguntar. "Pues no sé, es que eso no es muy serio, mamá" – le suelo responder. Además, se queja de que me invento las palabras y no se entera de nada. Qué graciosa, como si ella no se inventara el idioma con sus modismos castizos adaptados.

Algo parecido debió de ocurrirles a los oyentes de la conferencia que dimos Pececilla y yo el otro día en una Universidad. Nuestra querida Pez Ale, la coordinadora, nos había invitado como muestra de la poesía femenina actual. Pececilla y yo llevábamos ya varios años sin compartir elocuencias y nos hizo mucha ilusión. Sin embargo, nuestra sorpresa fue que al entrar en la clase nos encontramos con que los alumnos ¡¡¡eran chinos!!! Por Dios, si no me entiende ni mi madre, ¿cómo lo van a hacer los chinos?

Pues nada, que Ni hao y a agarrar a la cabra por los cuernos que para eso estamos en su año chino.

Pez Ale se había preparado una clase magistral sobre los designios de la poesía desde la posguerra. Pececilla y yo la mirábamos absortas yendo de las miradas impasibles de oriente a su excelente dialéctica occidental. Sin embargo, he de confesar que si Mamá vaca hubiera estado allí habría entendido que "Dios las crea y ellas se juntan". Vaya trío de marcianas.

Los estudiantes eran muy aplicados, frente a ellos sus tablets, aparatos de generación plus ultra y sus traductores. No se les movía una pestaña, ni un gesto y parecían prestar atención. Igual estaban meditando, qué sé yo.

El caso es que llegó nuestro turno. Pececilla leía poemas inéditos, cosa que me puso en situación para medir mi capacidad de entender el tipo de poesía metafórica que hacemos, mientras yo testaba el grado de concentración de los oyentes perplejos. Imagino que les ocurría algo similar a lo que le pasa a mis amigos no literatos cuando asisten a mis recitales."No me entero de mucho, pero me encanta cómo mezclas las palabras y cómo las dices". Vale, aceptamos mi poética como hermoso lugar de ensoñación...

Y si Pececilla emplea un lenguaje elaborado, con imágenes precisas, no digamos yo, la vaca que habla, cuando digo que Astarté sobornaba a sus amantes con el brillo de un orgasmo de platino, o me refiero al erógeno polimatías, o que dormí con el flujo de Platón entre mis manos, o que cayó el pene del autómata, o los clavos de Cristo en el pubis de las esposas rotas o su lengua en el frugal tributo de las vírgenes ensangrentadas de mi poemario La prisión delicada o incluso, venció el galán de alcantarilla con el alfa de su esperma,  o se aferran a mis labios con la devoción de un relicario y me salpican su furor de esperma, o los que empuñan la espada y el falo no lo soportan, o el reclamo surmergíos en este manantial indecoroso de Nocturno insecto. Todo un show al puro estilo Noche en la tierra, donde Begnini, un taxita nocturno por las calles de Roma, provoca el infarto de un vescovo, confesándole sus pericias zoofílicas.

Las tres mosqueteras salimos de clase con la sensación de habernos dado el recital a nosotras mismas. Comentamos que es cierto que una se relaja cuando cree que el otro no le entiende. Podíamos meter la pata, decir lo que nos diera gana sin que la sala se llenara de miradas inquisidoras. Sin embargo... hay algo que me inquieta....¿en qué punto tecnológico estarían sus cacharros cibernéticos? y ¿si nuestra voz era traducida simultáneamente en la pantalla de esos aparatejos? ¿Cómo se dirá "erógeno polimatías" en chino?

Desde entonces no paro de reflexionar sobre los misterios de la traducción, que es un tema que me interesa mucho últimamente..... Y, ¿si les da por consultar mi blog de Cuentos chinos, donde tengo el morro de traducir mis poemas al chino? Con un poco de suerte quizás no logren entenderme y si lo hacen, que lo disfruten....





martes, enero 13, 2015

La poeta y el albañil

                     

Ahora resulta que ser poeta va a ser incluso beneficioso para la vida cotidiana. Muchos recordaremos cómo Oliverio vendía poemas de amor para ganarse algún bife de chorizo en El lado oscuro del corazón de Subiela. Seguramente alguna vez nos hayan dejado un papelillo en la mesa junto a nuestra caña bien tirada con un poema de amor a cuenta de nuestra buena voluntad. Pero lo que pocos pueden contar es lo que me ha ocurrido a mí.

Mi casa siempre ha estado en obras, entre unas cosas y otras he vivido en continua construcción (también en el sentido metafórico) y mi relación con los artistas de última generación no ha sido siempre muy fluida, me ha pasado de todo con ellos y pocas cosas buenas. Sin embargo... no se puede generalizar. A veces ocurren los milagros y todo va sobre rodillo.

Un buen día aparece mi nuevo jefe de obra, un hombre con pinta de dedicarse a otra cosa. Entra, me saluda muy educadamente y se queda ensimismado mirando mi librería. Le acompañan dos trabajadores rumanos algo tímidos que enseguida se ponen a trabajar. Mi nuevo fichaje comienza a hacer elogios de mi librería y descubre que en uno de los libros está mi cara.

– Mi primer libro - le digo algo sonrojada.
– ¡Anda! ¿es usted escritora? Yo también escribo - me dice con una sonrisa de banana perfecta.
– ¡Anda, qué curioso! – respondo por responder.
– Sí, escribo las letras de mis canciones y también novela.
– Pues sí que es curioso sí.

La conversación se alarga, los albañiles a lo suyo y llega la hora de comer. Le invito a acompañarme al jardín y almorzar conmigo. Él accede y allí nos quedamos hasta que los albañiles acaban y comienzan a recoger.

Es entonces cuando se inicia el trueque. Banco de tiempo lo llaman. El caso es que decidimos hacer un intercambio de mano de obra, nunca mejor dicho. Yo le corrijo su novela y él a cambio me arregla la lista de cosas estropeadas que aún tengo pendientes de arreglar. No sé quién sale perdiendo en el cambio..... pero, para que luego digan que la poesía no es productiva.....