martes, abril 24, 2007

El adjetivo de la vida


Últimamente me ha dado por pensar en las cosas que merecen la pena de la vida y las que no. La vida no es tan complicada me dice siempre Mamá Vaca. Hay que tomárselo todo con humor. -Entonces, Mamá Vaca, ¿en qué quedamos? ¿me la tomo en serio o con humor? y por cierto, ¿qué es tomarse la vida en serio? ¿qué es serio?
Y Mamá Vaca me mira y me dice:
- Ay, hija mía, hacerse tantas preguntas es tomarse la vida en serio.
- Ah, vale, me callo.
Y una de las cosas que merece la pena, entre muchas, es una historia en la que nos hemos envuelto unos cuantos amigos. Podéis encontrar la historia aquí (un blog) y leer la cadena de comentarios. Todo comenzó con Gaviota que vino de Berlín y quería ver a Hada Buena y otros amigos pero también quería ver a Julio Espino, así es que los reunimos a todos en la Tetería de la abuela. Hada buena y Julio Espino no se conocían y les presenté. ¿Y cómo no iba a decir que Julio es poeta y acababa de publicar otro libro? Entonces un señor, al escuchar la palabra poeta se acercó a preguntar. Y de ahí comienza la historia a la que me refería antes y que podéis leer en su blog.
Y otra cosa que merece la pena es tropezar porque donde hay tropiezo hay herida y donde hay herida hay vida. Claro que sería mucho más fácil caminar con una asfaltadora alisándonos el camino. Yo, que tuve que aprender 2 veces a caminar sé qué significado tiene dejar de hacerlo, aprender de nuevo y tener conciencia de que la vida me dio la posibilidad de caminar pero también me la puede quitar. De la primera vez que aprendí a caminar no me acuerdo, pero sí de la segunda. No había nada más importante en mi vida que dar dos pasos seguidos sin dolor, ducharme de pie, subir las escaleras, sentarme de rodillas, ponerme en cuclillas, doblar las piernas, etc... Pero lo más importante de todo esto, ahora que camino y hago todas esas cosas, ha sido la toma de conciencia y el aprendizaje tras la caída. De no haber sido por esto no sé quién sería ahora. Todo esto viene a cuento por alguien que se ha caído y está magullada y dolorida. Yo no sé qué hacer para ayudarla porque por mucho que intente curar su herida con un algodón lleno de mercromina no se le va a quitar el dolor. Pero sí puedo decirle que al fin y al cabo esta herida no tiene mayor importancia, es ley de vida, la sangre se secará, le saldrá una costrita y se caerá en unos días y esa herida no será nunca un estigma, es sólo una pequeña caída en el trapecio de la vida. Tómatelo con humor, como dice Mamá Vaca, que es muy sabia, y piensa que tiene su punto de gracia si le quitas la gravedad de la mano que te hizo caer (que es la que amputaría). Te diría tantas cosas para que entendieras que la vida tiene su propia importancia y no la que nosotros le damos. Y una de las importancias de la vida es a la que se refiere Pez Espino, el poeta (véase blog antes aludido). Y otra de las importancias son adjetivales al puro estilo de Huidobro que decía que el adjetivo cuando no embellece, mata. Así es también la vida, un puro adjetivo.