Semana lluviosa para tanto trajín de acá para allá, porque está Madrid para muchos trotes, máxime cuando esos trotes hay que darlos por la M-3o. Lo que daría por volver a la época del caballo y saltarme los socavones al puro estilo Cayetano de Alba para despistar al atasco. Confieso que a estas alturas del segundo milenio ya me esperaba conducir un monovolumen volante. Quizás esta desilusión me esté provocando tanta melancolía del caballo. Y como a mal tiempo, buena cara, pues me conformo con pecar de infractora. Y he de confesar que se me dispara la adrenalina cuando cometo una infracción (tonta) de tráfico. Desgraciadamente es la única rebeldía que el español se permite desde hace unos años. Supongo que concentra toda su rabia e impotencia en el volante, hace pirulas y se siente un héroe al que la poli no la pillado, insulta a babor y a estribor y piensa que está en el despacho exhortando a su jefe (porque no se atreve a más ni con la imaginación) y a veces, cuando ve que el enemigo es una mujer, se baja del coche y amenaza con partirle la cara, como si fuera un oficial de la SS. Ay, qué escasos andamos de razones ... . Pues para razones las que Caballero Bonald se atreve a dar en su Manual para infractores. A ver si nos enteramos de que "haberlas haylas". Ayer, entre tanta niebla cegadora, alguien con una linterna poética nos decía "por aquí, es por aquí" mientras pisábamos los cadáveres diarios de niños que mueren por SIDA o soldados analfabetos con las piernas amputadas por las minas antipersonales o mujeres quemadas vivas en la silla de un patio o sudsaharianos esposados abandonados en el desierto. Y Caballero decía "por aquí, es por aquí". Hace miedo en este sitio - pensé - pero sé que es por aquí y me senté junto a su silla para que dejara constancia en su libro de que yo le seguí.
jueves, noviembre 17, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario