Esta mañana me ha despertado, como no, el timbrazo telefónico de Mamá Vaca. Cuando vivía con ella desayunábamos contándonos los sueños y leyéndonos el horóscopo. Ahora, me llama para contarme sus extravagancias y partirnos de risa un rato.
Pues resulta que la jubilación de Papá Toro y Mamá Vaca da mucho de sí. No sé por qué les da por apuntarse a todos los bombardeos que les reclaman. Lo cierto es que a mí me viene muy bien para este blog. No sé qué sería de este entretenimiento sin ellos.
La última aventura les ocurrió ayer. Mientras yo acudía a ensimismarme con Luppi, mis queridos vellocinos se iban a una reunión promocional donde por asistir te dan un regalo. El obsequio por soportar una charla de dos horas consistía en una mesa portátil para el sofá, monísima. Pero regalaban una por matrimonio y se encontraban con el problema de que tienen dos hijas y como son tan equitativos, pues eso, que tenían que conseguir dos mesas. Cuando Mamá Vaca se aproxima al stand donde entregaban el obsequio por matrimonio ve que sólo le regalan una. Entonces fue cuando se le ocurre una estrategia:
- ¿Sólo me regalan una mesa? - le dice con cara de ingenua.
- Sí, es una por matrimonio - responde la señorita.
- Ah, bueno, entonces nos da una para cada uno porque nosotros no estamos casados, vivimos separados cada uno en su casita y Dios en la de los dos.
- ¿No están casados?- pregunta la señorita sorprendida.
- No, hija, eso ya no se lleva. Ahora lo moderno es vivir independizados, así no nos cansamos el uno del otro - responde Mamá Vaca con salero.
- Bueno, en ese caso les daré una a cada uno.
Papá toro no salía de su estupefacción. No le había hecho gracia pero el fin justifica los medios y se calla.
A la salida de la sala iban ellos tan felices con los regalos para sus niñas cuando de pronto les para un matrimonio que según descripción de Mamá Vaca, tenían ese aire de ingenuidad y tradicionalidad propio de gente sin picardía. La señora les pregunta cómo han conseguido dos regalos si era uno por matrimonio.
- Ah, es que nosotros no estamos casados. Vivimos independientemente, cada uno en su casita, somos una pareja moderna - responde Mamá Vaca.
- Ah, no, nosotros estamos casados, es que somos muy formales y decentes, a mí esas cosas no me van, nosotros no estamos en pecado.
- Pues es lo que tiene el pecado, que a veces es más útil, nosotros hemos conseguido dos mesas y estamos tan contentos.
La señora se despide educadamente escandalizada y Mamá Vaca muerta de la risa tiene que abandonar la sala corriendo porque Papá Toro va diciendo entre dientes "anda que me metes en unos líos por una mesa...".
Pues eso Mamá Vaca, que tú sí que sabes adaptarte a las circunstancias. La mesa le importa un pimiento porque ya la pagó con todo lo que compró en la promoción, pero la alegría de inventarse a sí misma cada día no tiene precio.
lunes, febrero 04, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Impagable la anécdota de Mamá Vaca diciendo que papá Toro es su Toro pero no tanto. Juajuajuajua. Me ha encantado.
Y hablando de vacas, el sábado me acordé de tu blog y de sus personajes, porque me ocurrió una anécdota que, como comprenderás, me catapultó hacia tu "ganado".
Estaba arreglando o mejor dicho acomodando las parrillitas que utilizo para asar carne o verduras en la chimenea y una de las parrillitas se me quedó enganchada en las tenazas con que las reordenaba el cotarro. Total, no sé de qué modo conseguí levantar la parrillita, liarme con las tenazas y ver cómo una de las patas de la parrilla se lanzaba veloz hacia mi pierna que, ya indefensa y bajo el hierro candente, hizo psssssschffff, como supuse en ese momento debe de hacer la piel de vaca cuando los ganaderos la marcan. Ni siquiera me dolió, tan atónita estaba.
Ya estabas en mi ganado, sólo que mi marca no escuece. Me quema sólo de pensarlo. Yo estoy llena de cicatrices y marcas(y las que me quedan).Es mi modo de confesar que voy viviendo. Bueno, los poemas también son cicatrices, pero yo hablo de las de mi cuerpo, que son más sexys.
B.R.
Ha sido un "retour" por todo lo alto. "París bien vale una misa", pero "otra mesa bien vale mentir". Una excelente pirueta del apropiacionismo.
(¡qué dolor!, flavia, la mujer marcada).
Publicar un comentario