Pues menuda moda han sacado de raparse la cabeza si gana la selección. Yo prefiero la promesa de hacer El camino de Santiago, aunque sin especificar el modo, que conociéndome, no iba a ser "a pie".
Resulta que para forofa, Mamá Vaca; la abuela candelillas, que no lo parecía, pero que, al final, resultó la más comprometida. Al principio no mostró gran interés por el partido, pero una vez agotado el tiempo reglamentario, comenzó a impacientarse yendo y viniendo del salón a la cocina. Papá Toro, el abuelo babas caídas, estaba tan atento al partido que sólo se daba cuenta de una sombra borrosa que iba y venía.
- ¿A dónde irá esta mujer? – se preguntaba Papá Toro mientras veía cómo un gladiator le daba un patadón al hermoso Xabi Alonso, conmocionando al mundo entero.
Al rato se le olvidaba y Mamá Vaca seguía de acá para allá nerviosísima.
Mientras, mi calamarcito de casi un año miraba ensimismado la pantalla de la tele. Le encanta el fútbol, aunque no estoy segura de qué equipo es. El pobre tiene un lío entre el Atleti de su abuelo y el tío Óscar y el Madrí de su familia paterna. Yo, de momento no digo nada, aunque no puedo evitar estar donde esté Iker…
Pues siguiendo con la historia, mientras ocurría todo esto, la Vaca que escribe estaba con Gaviota, que ya es hispano-anglo-italo-germano-colombiana, en un Bar de copas donde habían instalado unas pantallas. Las dos estábamos ya integradas con la afición salvo en que éramos las únicas que no llevábamos ningún distintivo roji-amarillo, por aquello que son dos colores que combinan mal (ahora me arrepiento, me dio envidia ver a la afición uniformada). Eso sí, íbamos monísimas, pero desentonadas, así es que nos dio por gritar más que nadie para demostrar que los colores también se llevan dentro, en este caso, en la voz roja de garganta irritada (de gritar), y amarilla de ira contra los holandeses.
España ganó como nunca y ocurrió que se cumplieron varias promesas. Yo no hice ninguna, quizás porque estaba más segura que el Pulpo de que iba a ganar España. Lo que no sabía es que Mamá Vaca había hecho una promesa a sus santos, de ahí ese ir y venir, ya que es en la cocina donde suele poner su santuario de candelillas. Sin embargo su promesa de victoria no consistía en hacer el camino de Santiago, ni en tirarse en paracaídas, ni en hacer puenting. Ni siquiera en raparse la cabeza, no. ¿Para qué iba a hacer una promesa así teniendo a mi calamarcito inocente con ella? Para eso estaba él, que no importa cómo le quede el pelo.
Cuando Gaviota y la Vaca que escribe nos despertamos por la mañana nos encontramos con un niño con cabeza de Pulpo cocido; el pobre calamarcito tenía la cabeza hecha un cromo, llena de trasquilones, parecía un niño de la guerra huérfano.
A todo esto, la abuela candelillas no dudó en justificar su mala mano peluquera.
– Hombre hija, no pensabas que iba a raparle la cabeza con cuchilla…. – me dice tan fresca, como si nada.
Mientras tanto Papá Toro se despertaba tocándose la cabeza y suspirando, comprobando que su pelo estaba intacto.
– Yo no me fío de las promesas de tu madre – me dice desde la otra punta de la casa. A ver si mi cabellera va a estar incluida.
– Que no, cobardica, que tú no estabas en mi promesa a San (no me acuerdo), aunque te tendría que haber metido, que tienes una mata de pelo que pareces una nena. Vamos, que te salen coletitas y todo.
– No, si lo tuyo es de juzgado de Guardia. Si gana la Selección, tú le rapas la cabeza al niño. Pues no sé qué promesa es ésa – responde Papá Toro indignado – pues voy yo a hacer una promesa de ésas, verás cómo te pones gorro todo el invierno.
– Pues no sé a cuento de qué vas a hacer tú una promesa si no hay Elecciones y el Mundial ya se ha acabado. Además, a ti los Santos no te hacen caso, no ves que no les pones nunca perejil ni candelillas – replica Mamá Vaca.
– Pues tú vete preparando unos cuantos gorritos para el invierno, que ya verás, ya verás – insiste Papá Toro.
– Pues espero que me digas por quién hay que pedir para hacer promesas a mis santos para que ganen los otros, blablabla... (ya no paró)
Mientras, yo me anticipé y pedí un deseo para mi bolita lampiña a uno de los santitos que aún tenía la vela encendida (debe de ser el jefazo, tenía la vela más gorda) y después pensé – ojalá sea futbolista, y de los buenos, y pueda verlo en El Mundial 2034 ó 2042 ó 2046 (como la peli de Wong Kar-Wai, que recomiendo entusiasmadamente). Entonces prometo afeitarme los cuatro pelos que me queden ...., o si estoy estupenda, afeitarle la cabeza a mi nieto, siguiendo la tradición materna. Ya se verá.
3 comentarios:
Es genial...ya es la cuarta vez que lo leo...............!!!
¡Qué ganas tenía de volver a saber de Mamá Vaca!
Es genial, aunque un poco desconsiderada hacia los demás en sus promesas. Anótalos para que cuando calamarcito sea el rey de las piscinas se lo cuentes.
...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE
BEATRIZ
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.
José
Ramón...
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