Que la vida es puro teatro ya se sabe, y que hay entremeses que suceden en cualquier sitio, a cualquier hora lo he comprobado yo esta mañana.
Resulta que estaba dentro de mi coche en un aparcamiento contestando a un mensaje cuando de pronto aparecen los ocupantes del vehículo de al lado y se quedan conversando entre mi coche y el suyo. Desde mi posición sólo podía verles decapitados. Ambos hombres llevaban traje de chaqueta y cosas en la mano. Al principio no les presté atención, hasta que unos minutos más tarde escucho:
– Mira, escúchame, tienes que romperle primero la cabeza por el cuello.
Ay, madre – pensé yo – están perpretando un asesinato. Y yo qué hago ahora, si me ven, me liquidan a mí también.
– Sí, así, ahora te echas el líquido en las manos, así como hago yo – prosiguió.
Uf – a salvo de morir en manos de dos mercenarios. Incliné mi cabeza un poco y miré qué estaban haciendo. ¡Los dos señores cuarenteañeros portaban unas ampollas de belleza instantánea en las manos! Comencé a reírme, tapándome la boca para no ser descubierta.
– Sí, tío, restrégatelo por toda la cara, los ojos también, verás cómo parece que has descansado toda la noche. Como si hubieras dormido en casa.
– Ya veo, tío, lo sabes todo de las mujeres, joer, anda que no saben ellas, lo tienen todo controlado.
– Ya te digo, tienen truco para todo y no me extraña, algunas cuando se quitan todo la pintura de la cara son irreconocibles. Te acuestas con una por la noche y como te confíes y se quede a dormir, te levantas con otra que da susto.
– Ya te digo. Oye, pero este invento funciona también con los hombres, ¿no? a ver si la vamos a cagar...
Naturalmente no tenían ni idea de cómo se aplican las ampollas, estuve a punto de salir para darles hacerles una demostración. Qué torpeza, parecían gatos quitándose moscas de la cara.
– ¿Por el pelo también? – contesta el otro – igual me crece.
– Sí, y por el rabo también, cabrón – le responde riéndose.
– Mi rabo no lo necesita tío, voy sobrado.
– Sí, de eso vamos sobrados –. Se ríe.
Yo tenía que salir del coche de alguna manera o bajar las ventanillas, el sol me estaba asando. Parecía que estaba dentro del horno lista para ser engullida por dos lobos. Y salí sin poder evitar las risas. Al verme, se quedaron paralizados primero para después contagiarse de mis risas.
– Pues sí que son efectivas, estáis más jóvenes que hace cinco minutos – les dije cerrando a toda prisa mi coche.
– ¿Quieres una? – me dicen aún muertos de risa.
– No, gracias, yo no la necesito – miento ocultando los estragos de mi imsomnio tras unas gafas de sol.
– Ya veo que no la necesitas – me dice el dealer de la ampolla multivitamínica.
– Uy, qué prisa tengo, me voy pitando. Encantada. Adiós.
– Pero, espera, no te vayas, mira qué jóvenes estamos.
Por dios, cómo se me ocurre a mí decirles algo. ¡¡Si es que a veces me meto sola en la boca del lobo!! – iba pensando mientras atravesaba el aparcamiento corriendo como el conejo de Alicia hasta que llegué a Correos.
1 comentario:
Qué riesgos toma usted, Mi Señora, tome mas precauciones, porque la queremos y necesitamos que usted se proteja para poder saborear de sus lindos aportaciónes que usted nos regala, abrazo, Alain
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