lunes, junio 29, 2015

Presentación de Cero en la Tertulia Arco poético

                                   


                                                    PABLO LUQUE EN 1000 PALABRAS


Hablar del Pablo Luque, con la ventaja de su cercanía, me permite dar una visión privilegiada del poeta en su forma de conjugar vida, pensamiento y obra. Algo que a simple vista pudiera parecer un apartado de manual de literatura estructurada... De su vida no es pertinente hablar, salvo apuntar algo que me resulta significativo: su responsabilidad. La concepción premeditada y responsable de su poesía y su actitud en el mundo que habita, alejado de catarsis, ensimismamientos, egotismos y flagelaciones. Pablo tiene madera de poeta resolutivo, de ahí su continua búsqueda productiva, alienándose de los molestos prejuicios que impiden ver con claridad y avance. Porque él bien sabe que la vida es eso: nacer, crecer, amarse y morir. He aquí el sentido de la vida y de su obra. El resto es la nada.
Pablo Luque, protector de lo humano y la palabra, no sólo reflexiona, cuestiona al mundo y se mide a sí mismo, sino que necesita expresarlo y compartirlo con sus afines literarios. Así funda la revista electrónica de poesía ibioculus.com, cediendo de forma altruista el tiempo que le casi resta del día y le falta al sueño para participar en el entramado poético. Además, aporta materiales de síntesis de voces como la edición de Avanti, antología de 14 poetas de entre siglos XX-XXI, que él considera relevantes, o estudios y comentarios a algunas obras clásicas, que podemos consultar en su web. Lo suyo es pasión y así lo afirma en las numerosas entrevistas que concede a conoceralautor.com, donde se muestra con humildad, serenidad, cercanía y sensibilidad. Algo que muchos hemos podido disfrutar en vivo asistiendo a la Tertulia Esmirna (fundada por él y otros escritores), celebrada mensualmente en el Pub irlandés Joyce, lugar de reunión para escuchar al poeta invitado e intercambiar inquietudes y percepciones poéticas.
Toda su obra precedente conduce a cero, cualquiera de sus títulos multiplicado por cero da igual a cero. Los ojos de tu nombre (Huerga y Fierro, 2004) son la apertura de los párpados, la génesis de la mirada solitaria de un paseante callejero, a pie o en vehículo, que sale a inspeccionar el mundo para regresar a la morada de la que parte (siempre partida, siempre regreso, cíclico, ovalado, hasta el punto cero). SFO (Renacimiento, 2013) implica el contacto con la mirada ajena, la simbiosis, el despertar de la conciencia del ojo y su función de no ser un mero visor. El camino de los ojos se hace más placentero acompañado de otros ojos y otra forma de expresión. Fotografía en SFO, dibujos en Cero.
Y es que Cero es la clave de su simbología. De cero venimos y a cero vamos sería la interpretación de un agnóstico. Sin embargo sé que en Pablo no es así, sino que ese cero toma su valor absoluto en el segmento preciso que le toca vivir para continuar con el flujo poético que va desde la primera emisión versicular hasta nuestros días. Porque en poesía sí se sabe de dónde venimos y hacia dónde vamos. Venimos de San Juan de la Cruz, de Ovidio, del Cantar del Mio cid, del Cantar de los cantares y nos dirigimos a algún momento en la inspiración de un nuevo poeta, o a los ojos de un lector. Así lo marca el Origen de coordenadas de su libro: "Partir de algo para algo". Cero conforma el microcosmos perfecto del poeta, que emulando su carácter renacentista consigue encajar, como dientes de ajo, el universo de un alma creadora plena. Como la flor de ese ajo que muy bien escogió fromthetree para ilustrar la portada y el libro. Flor inquietante y misteriosa, tan redonda como el ciclo vital y tan frágil como la vida, que de un soplido se nos va de las manos. No así sus frutos, ordenándose como las ideas que sirven de aderezo a la simplicidad de la existencia.
Dibujo un cero y veo a Pablo, el poeta. Un cero que es un espejo ovalado de cristales polimorfos que lo reflejan, una mirilla concéntrica a través de la que contempla su entorno con la delicadeza de un relojero; un ojo sin ángulos muertos que privan a la ironía de su misterio; una esfera de agua en la que se completa el mundo, como esas bolas de cristal que contienen un paisaje predilecto que cuando se agita se vuelve melancolía de una infancia nevada; y una boca circular, al fin y al cabo, que dice lo que aún no han anticipado las palabras, pero que intuye la génesis de su belleza. Porque Pablo Luque, al igual que Eliot, no estigmatiza los significantes, al contrario, siente conmiseración por el destino del verbo, y es aquí donde se produce lo fabuloso del manejo del lenguaje, como si la fealdad habitara un estado transitorio, pendiente de ser salvada en el centro de la vida y el poema. Así como si fuera el embrión del primer aliento que tiende hacia la voz. Origen de algo que apunta hacia el todo, porque "En la nada no hay nada" y no hay que hacerle ninguna concesión. Vamos y volvemos de ese todo presente al origen de ese todo, como un boomerang que recorre el aire en espirales y después regresa a la mano que lo lanzó. Y pese a que Pablo Luque, aproximándose al verso de Rosales de Vivir es ver volver, abandona ese punto de partida sin retorno, para afirmar con rotundidad que "Vivir es no volver" cuando se ve "de cara los ojos de la muerte" y cuestiona, nos pregunta si "morir es empezar...¿de cero?... y en el trayecto, ¿en qué nos vamos transformando?" ¿En cero? Nacer, crecer, reproducirse y morir. Y en el centro de todo eso, como dice Jose Hierro, en una de las citas que acompañan al libro, "El corazón, en su pez materno, regresaba al punto cero desde el que desplegar las alas infinitas".
Escuchemos el latido, el aleteo, desde Cero con la voz de quién lo hizo verso.

Presentación en la Tertulia Arco Poético en La Biblioteca de Retiro. Madrid

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